Cuando 'El Padrino. Parte III' se estrenó en 1990, catorce años después de la segunda parte, las críticas no fueron todo lo favorables que uno podría imaginar de la conclusión de una saga mítica. Las críticas hacían tanta sangre de la actuación de Sofía Coppola que no dedicaban tanto espacio a hablar de la tensión a fuego lento que el director creaba al ritmo de 'Cavalleria rusticana' o de la historia de dolor e imposible redención de Michael Corleone.
Por suerte, el tiempo ha hecho madurar esta tercera parte y quizá ahora sea el momento perfecto para darle la notoriedad que merecía. Francis Ford Coppola, retirado del cine convencional tras el fracaso (a todos los niveles) de sus últimas tres películas, ha remontado el final de la saga de los Corleone para celebrar sus tres décadas. Y el resultado, sin cambiar nada, lo cambia todo.
¿Es la misma película?
Pongámoslo de manera muy clara: 'El padrino, epílogo: La muerte de Michael Corleone' ('The Godfather Coda: The Death of Michael Corleone') no es un montaje del director al estilo de 'Superman II' o 'La tienda de los horrores', que añadían tantas escenas y conceptos que se podían considerar películas totalmente diferentes a las que se estrenaron. Si la has visto y no te gustó, estos 158 minutos no te van a hacer cambiar de opinión: 'El Padrino III' y este 'Epílogo' son prácticamente idénticas salvo por un par de cambios notables que hacen más rico su visionado.
En primer lugar, el inicio. 'El Padrino 3' ponía en contexto la película con la voz en off de Michael pidiendo a sus hijos que acudieran a la ceremonia de sus honores papales en Nueva York, para continuar con la ceremonia en sí y la celebración posterior. No es un mal comienzo, pero sí es cierto que queda algo atropellado y falto de contexto.
En el remontaje, Coppola decide mostrar una escena que, en la versión de 1990, aparecía bien avanzado el primer acto: el arzobispo de Nueva York pide ayuda a Michael. Este cambio hace que toda la película caiga de manera natural a partir de esta conversación y, además, que el metraje comience con cinco palabras ya míticas: "Don Corleone, necesito su ayuda". Los pelos de punta.
El segundo lugar, el final. Es sutil, pero cambia por completo el significado de la película. Tras la muerte de Mary, su hija, Michael Corleone pasaba el resto de sus días en soledad hasta que finalmente caía fulminado en una escena muy poco ceremoniosa y con un punto indigno, pero que le otorgaba al personaje una redención final.
En 'El Padrino: Epílogo' todo perdón hacia Michael se desecha. En la nueva conclusión, el padrino está sentado, recordando a las mujeres cuyas vidas se truncaron por su culpa. El plano se mantiene: Michael Corleone seguirá viviendo con la pena y la culpa comiéndole por dentro y manteniéndole muerto en vida.
Además, hay pequeños cambios aquí y allí, pero ninguno realmente sustancial más allá de unos segundos robados a Sofía Coppola o una escena recortada. El ambiente en general cambia, y la historia está mejor contada, pero no son cambios que vayan a cambiar la percepción de nadie. Es más una "versión definitiva" al estilo de las de 'Blade Runner', que un montaje del director como el de Zack Snyder en 'Liga de la Justicia'. Por suerte.
'El padrino 3', entre la obra maestra y el desastre
Vivimos en tiempos de polarización, que se agrava en las películas intocables. Y para algunos parece impensable que ‘El Padrino. Parte III' no sea considerada una obra magna, igual que para otros lo es que no parezca un absoluto dislate. Y la verdad, como casi siempre, está entre medias.
Tiene secuencias inspiradas en las que el manejo de la tensión es absolutamente brillante, en parte por el trabajo previo de desarrollo de personajes, pero también otras decididamente torpes, y no solo por la famosa actuación de Sofía Coppola (que, ya os avanzo, no voy a defender: es mucho mejor directora que actriz) sino por un guión al que le cuesta un poco hacerse entender. Lo que en las dos primeras partes parecía natural aquí se hace más artificioso, como si pudieras ver al mago metiéndose la carta por la manga de la chaqueta.
Al Pacino hace una interpretación antológica (ese grito de dolor inescuchable hiela la sangre de cualquiera), pero se echa de menos a Robert Duvall, que ponía el toque de serenidad y la voz de la razón en la vida de los Corleone y cuyo personaje, Tom Hagen, iba a ser parte de la trama central de la película, una separación entre él y Michael. Y así podríamos mentar uno a uno todos los aspectos del filme: no es un cierre perfecto, pero dista mucho de ser el pufo que algunos quieren recordar.
El problema de la nostalgia
La nostalgia nos hace ver las cosas de manera diferente: hay quien opina que todas las películas de dibujos animados de su infancia eran mejores que las de ahora, por el simple hecho de que se estrenaron cuando aún tenía fascinación por ellas. Pasa lo mismo con 'El Padrino III'.
Muchos meten la tercera parte en el saco junto a las dos primeras en intenciones, lugar en la historia del cine y calidad por el mero hecho de haberse estrenado en un momento en el que esta era la película que había que ver en el mundo cinéfilo. 'El padrino, parte III' es intocable, ¿no? Fue todo un éxito y un hito de la historia del cine, ¿verdad?
La realidad es muy diferente: perdió en taquilla contra 'Solo en casa', la posible cuarta parte (con Robert de Niro y Leonardo DiCaprio) acabó cayendo en el olvido y fue la única película de la trilogía que no ganó un solo Óscar. ¿Es peor por todo esto? No, por supuesto que no, pero sí deja ver una cosa: esta tercera parte, aun siendo notable, no es tan importante o influyente como sus dos antecesoras bajo ningún concepto.
'El Padrino, epílogo' tiene escenas fabulosas de un cine que ahora, tristemente, ya no se hace: pausadas conversaciones en lujosos escenarios, disparos, tensión en la ópera, intrigas familiares... Desde luego, merece la pena verla si no se ha visto antes, y es imprescindible para los que disfrutaran la saga. Que nadie se deje llevar por el desánimo: aun no siendo una maravilla, siempre es un gusto volver a encontrarse con los Corleone.
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