Hay veces en las que las ganas de hablar a toda costa de un tema supera a la planificación: queremos soltarlo todo pero no reparamos en el cómo sería la manera más adecuada. Esto pasa a menudo en todo tipo de ficciones y, de hecho, en este 2018 hemos tenido un par de ejemplos bastante recientes en televisión. Uno de ellos es 'La otra mirada', el último drama de La 1 de TVE.
Ambientada en los años 20, nos encontramos en la Academia para Señoritas de Sevilla, una institución consagrada a la formación de jóvenes chicas. Manuela (Macarena García) se estrena como directora con un gran ímpetú por innovar el método de educación creado por su madre e inspirado en María de Maeztu.
Labor que no será nada fácil debido precisamente al arraigamiento en los métodos y los roles tradicionales. En estas que llegará la nueva incorporación de Teresa (Patricia López Arnáiz) como profesora. Una mujer moderna y no atada a nada que es precisamente ese punto de irreverencia y búsqueda de derechos que buscaba Manuela.
Pero Teresa guarda un gran secreto que vemos nada más comenzar la serie: ha sido vista con un cuchillo ensangrentado al lado del cuerpo inerte del embajador español en Lisboa. Su retrato empieza a circular y la presunta asesina parece tener cierto interés por Roberta Luna (Begoña Vargas), una de las principales alumnas.
Grosso modo, podríamos considerar 'La otra mirada' como la respuesta de TVE a 'Las chicas del cable' (de hecho cuenta con guionistas de esos lares), ya que se preocupan en gran medida por tocar ese tema de la lucha de la mujer y feminismo a través de una época en la que ese debate ya existía (por lo general, los años 20 en España fueron bastante "progres").
El problema está más en el cómo se aborda el tema. En 'La otra mirada' el subtexto es evidenciado hasta el dolor, como queriendo decir que la hora para ser sutiles a la hora de tratar esto se ha agotado. No es que sean demasiado explícitos a la hora de mostrar ciertas escenas, pero sí que se preocupan de que prácticamente todo diálogo tenga su intención y su reivindicación.
Todo esto se acentúa en cierto modo con el componente de serie adolescente. Las chicas están en plena adolescencia y van a la caza del novio, lo que permite además dar otra vuelta al choque generacional: lo que se considera una relación "conveniente", lo que quieren los padres y lo que quieren ellas.
Será precisamente la antes mencionada Roberta la protagonista de uno de los arcos de 'La otra mirada': su violación por parte de Rafita Peralta (José Pastor), hijo de uno de los empresarios más importantes de Sevilla. Esta situación pondrá al límite a toda la Academia y a los padres y demás personalidades de la Sevilla de la época.
Lo curioso de 'La otra mirada' es que es una serie a la que ves venir de lejos. Por un lado es muy evidente y sus episodios desprenden moralina y moraleja por los cuatro costados pero, por el otro, está hecha de tal forma que te quedarías viendo durante horas.
Y este es un logro de Josep Cister y Jaime Vaca, principales responsables del guion de la serie, que han sabido equilibrar a lo largo de los episodios esa moralina tan evidente al comienzo con la historia de todas y cada una de las protagonistas de la serie.
Quizá la pena sea que seguimos sin encontrar buenas actrices jóvenes para las series. Por lo general el nivel de las "alumnas" es bastante pobre y, teniendo en cuenta que es una parte importante de la serie, resta bastante calidad.
Que no es que 'La otra mirada' haya nacido precisamente con ambición para ser la nueva gran serie de TVE (ni esta ni 'Sabuesos', de la que hablaré en breve), pero me da la sensación de que este tipo de dramas pide un poco más en todos los aspectos.
'La otra mirada' es un buen entretenimiento, pero creo que si se hubiera planteado de otro modo podría haber llamado algo más la atención tanto del público como de la crítica. A ver si TVE le da una segunda temporada y pueden pulirse lo suficiente.