Navegando un poco en el espacio-tiempo —me acabo de tragar siete temporadas de la serie ‘Doctor Who’ y estoy un poco influenciado— me acuerdo de mis primeros encuentros con Juan Luis Caviaro, Juanlu para los amigos y enemigos, y Chico Viejo para los más cercanos. Dicho mote lo tiene, cómo no, por la magistral película de Park Chan-wook, y que reconozco a mí tardó en entrarme por el ojo derecho. Fue gracias a la insistencia del citado andaluz cuando las virtudes del film coreano se hicieron visibles para un servidor. Aunque muchas de las películas del no tan de moda cine oriental actual no soportan bien el paso del tiempo, ‘Oldboy’ aún destaca por la fiereza de su propuesta en su muy particular visión sobre la venganza.
Cuando la noticia de una remake asomó por estas tierras mucho pusieron el grito en el cielo —personalmente tras el insulto de hace años de Gus Van Sant a una de las obras maestras de Alfred Hitchcock, ya no me asusto ni violento por este tipo de noticias—. Dos de los primeros nombres que sonaron fueron los de Steven Spielberg y Will Smith, algo que me habría apetecido mucho más que lo que Spike Lee nos trae con Josh Brolin, un remake en toda regla que para alimentar más la polémica ha sido recortado de su metraje original en unos 35 minutos. Y se nota, por lo que queda otra de esas reinterpretaciones innecesarias tan típicas salidas de Hollywood.
(From here to the end, Spoilers) El argumento de ‘Oldboy’ versión Spike Lee no se diferencia en demasía del film original, aunque hay leves cambios que marcan algunas diferencias más que visibles. Uno de ellos es el inicio. Se nos muestra algo de la vida y la personalidad del personaje central, Joe —un Josh Brolin que se convierte de lejos en el mejor del reparto, sobre todo cuando tiene que mostrar su enfado—, al que no tardamos en tildar como sumo gilipollas. No tiene demasiado sentido, salvo el de hacer el film más digestible para la gran audiencia, esto es, aquellos que no quieren pensar y hay que dárselo todo masticado. Es una pena que alguien como Spike Lee haya caído en ese error. Supongo que la taquilla manda, y el señor Lee hace tiempo que está necesitado de un buen hit. Ironía de la vida, su ‘Oldboy’ ha fracasado.
Uno de los principales problemas de esta nueva versión es precisamente ese recorte que la productora obligó a realizar a Lee —Brolin se ha declarado defensor acérrimo del montaje original—, quedando la película como un mero thriller de entretenimiento en el que el tratamiento de la venganza queda en la superficie y todo semeja un producto de consumo sin más pretensiones. En algunos instantes cumple como tal, y no es algo malo —ejemplo, la espectacular pelea de Joe con un montón de matones que se acercan a él, filmada toda en un poderoso plano secuencia que no va más allá de la virguería visual—, pero en otros, los más importantes por el peso de la historia, queda mal dibujados o simplemente caen en el ridículo; por ejemplo, todo lo concerniente al personaje al que da vida un exagerado y desubicado Sharlto Copley.
En el lado actoral además de los mencionados, el film habría ganado muchos más enteros si hubiesen aprovechado más el personaje de Elizabeth Olsen —curiosidad: la actriz se sorprendió como nunca al ver la película en una premiere y descubrir el final, que no conocía—, una actriz que es un diamante que hay que pulir, y que aquí no es más que una mera comparsa femenina hasta el instante que revela su identidad y ahí la película casi ha acabado. Samuel L. Jackson realiza su típico numerito y su participación parece incluso sacada de otra película, y al igual que dice Mikel en su crítica, la intervención de Michael Imperioli es sorprendentemente nula, parece que tras su paso por la magnífica serie ‘Los Soprano’ (‘The Sopranos’, 1999-2007) este actor ha ido a menos.
Aunque no falta algún que otro detalle gore en los momentos violentos, realmente el film es menos fuerte que su predecesor, temáticamente hablando. Tanto el prólogo como el epílogo demuestran cobardía por parte de Mark Protosevich en su libreto, evidentemente para contentar a un mayor número de espectadores, sobre todo a los que la sorpresa del film les pueda parecer demasiado, quedando todo cerradito y explicadito. Con todo prefiero ver a Spike Lee metido en guisados de este tipo que en sus cansinas protestas antirracistas —no hay más que oírle hablar para comprobar que él es más racista aún—. Lamentablemente esta vez tenía un ejemplar film coreano como modelo a seguir y en el que todo está mejor expuesto.
El problema no es haber hecho un remake, éstos existen desde que el cine es cine, sino haber perdido la capacidad de reinterpretar una obra por muy de culto que sea. Hasta en eso se hacían mejor las cosas antaño.
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