Todos tenemos una debilidad más o menos pronunciada hacia determinadas temáticas o géneros y eso es algo que también encuentra su reflejo en las películas. Uno de los que desata pasiones más encontradas es el western, adorado por muchos y odiado con fervor por otros, pero estoy convencido de que el cine de corte religioso es mucho más conflictivo. La cosa es que su escasa presencia en las salas desde hace muchos años ha conseguido que rara vez sea objeto de un debate como dios manda.
Eso va a cambiar en breve, pues ha surgido un repentino interés en Hollywood a inspirarse de una forma u otra en la Biblia para conseguir beneficios rápidos rodando películas baratas que tardan muy poco en recuperar lo invertido. El caso de 'Noé' ('Noah', 2014) es distinto, ya que Paramount ha invertido la friolera de 125 millones de dólares y ha confiado en un director tan personal como Darren Aronofsky. La polémica va a acompañar a 'Noé' a todas partes, pero lo que a nosotros nos interesa es que, pese a sus fallos, es una película con mucho cine dentro. Cine del bueno.
La interesante visión de Aronofsky
Durante semanas hubo dudas sobre si lo que llegaría al cine sería el 'Noé' ideado por Aronofsky o una visión adultera por Paramount para intentar contentar a la mayor cantidad posible de público. Finalmente se confirmó que sería el montaje del director de la excelente 'Réquiem por un sueño' ('Requiem for a Dream', 2000) lo que iba a estrenarse, tardando bien poco en surgir una fuerte polémica por el hecho de que no iba a ser una adaptación fiel del relato de la Biblia, el cual es tomado por muchos como un hecho histórico indiscutible que no debería sufrir alteración alguna en su salto al cine.
Por mi parte, tengo que reconocer que siempre he tenido ciertos prejuicios hacia las películas con un marcado contenido religioso, por lo que me importaba muy poco que Aronofsky cambiase cosas para darnos su visión sobre esta célebre historia. De hecho, hay muchos cambios que elevan de forma sustancial la evolución dramática de 'Noé', donde todo gira alrededor de la misión divina que ha recibido y su forma de enfocarlo todo ante la presencia silente de Dios. Eso es lo que Aronofsky aprovecha para, sin renunciar a su estilo, intentar equilibrar el estar narrando una gran epopeya con la necesidad de que sea un gran espectáculo visual que pueda atrapar a los más incrédulos.
Es esa lucha interna entre proyecto de encargo y cine de autor lo que dota a 'Noé' de un tono tan irregular como atractivo, ya que Aronofsky se niega a renunciar a profundizar en una historia apasionante, pero no tiene problemas en echar mano del abultado presupuesto a su disposición para regalarnos varias escenas potentísimas a nivel visual --la llegada de los animales al arca, el propio diluvio o incluso el momento en el que Noé ve cómo el pecado ha corrompido a los hombres-- y las utiliza para conseguir una muy necesaria épica sin recurrir a efectismos de segunda categoría. Hay ciertas concesiones a lo espectacular --los seres de piedra-- que no terminan de funcionar, eso sí.
Además, Aronofsky transmite las ideas que él mismo extrae del relato de Noé y su arca para evitar ofrecer una adaptación aséptica. Para ello recurre de forma constante al pecado original de Adán y Eva --hay varios flashbacks, seguramente más de la cuenta, a ese momento-- para reforzar la idea de que el diluvio universal es una especie de prueba divina para valorar si los seres humanos merecen seguir con vida. No voy a entrar en las conclusiones a las que llega Aronofsky, pero me alegró ver cómo se mojaba al respecto.
Aciertos y errores de 'Noé'
Hacía ya varios años que no disfrutábamos de la mejor versión de Russell Crowe, un gran actor en horas bajas que se reivindica aquí con una portentosa interpretación de un personaje que va ganando mucho interés a medida que se ve abrumado por la misión que ha de cumplir. Esto es algo que también se refleja en su aspecto físico y en lo que Crowe ha de transmitirnos de una forma impecable. Esto compensa que el resto de protagonistas queden algo más desdibujados o resulten demasiado monotemáticos para poder seducirnos de la misma forma que el Noé de Crowe, aunque el reparto se esfuerza al máximo para relativizar esa sensación.
Un aspecto que Aronofsky no consigue trascender en todo momento es la rigidez de la historia, ya que por muchos elementos secundarios que añada --la mayoría muy interesantes y sabiamente integrados, aunque también hay detalles que no encajan bien--, hay que conservar ciertos elementos argumentales que constriñen sus posibilidades e incluso hacen que ciertas escenas coqueteen con el ridículo, aunque sin dejarse atrapar en ningún momento por él, ni propiciando una desconexión emocional del espectador.
También es verdad que Aronofsky realiza un trabajo mucho más conseguido en la puesta en escena, siempre enérgica, manteniendo en todo momento el interés y controlando a sus personajes, que como guionista, tarea que comparte junto Ari Handel, con quien ya colaboró en 'La fuente de la vida' ('The Fountain', 2006), algo que se nota aquí. Eso sí, el trascendentalismo de la propuesta es mucho más mundano y accesible que allí --algo que agradecí profundamente--, aunque eso tiene un precio a pagar y es que el libreto no tenga la constancia necesaria para que 'Noé' sea esa gran película que podría haber sido, pero que solamente es a ráfagas.
Hay otras pequeñas concesiones, pero no ya a la Biblia, sino para reforzar la tesis que defiende Aronofsky, que vienen muy bien para el frenético desenlace, pero que antes llevan a uno a preguntarse hasta qué punto es algo con la suficiente verosimilitud como para no dañar a la película. Y sí, ya sé que estoy hablando de una película sobre un diluvio universal ideado por Dios, pero estos son detalles, sobre todo uno en concreto, más humanos o emocionales que Aronofsky no termina de captar con la suficiente precisión.
En definitiva, 'Noé' no es perfecta, pero sí una película con la suficiente valentía para ofrecernos su visión propia de una historia con la que prácticamente todos estamos familiarizados de una forma u otra. El empuje de Aronofsky, el esfuerzo de Crowe y su atractivo acabado visual compensan con creces las piedras que van apareciendo por el camino en una cinta espectacular que también invita a la reflexión.
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