'No sé decir adiós', un crudo retrato familiar con extraordinarias interpretaciones

'No sé decir adiós', un crudo retrato familiar con extraordinarias interpretaciones

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'No sé decir adiós', un crudo retrato familiar con extraordinarias interpretaciones

La familia, siempre la familia. La causante de los momentos más cálidos o la protagonista de las circunstancias más duras, cercanía que muchas veces echamos de menos y otras tantas de más. Pero es en la pérdida cuando un mismo sentimiento invade al núcleo familiar: la soledad y la culpa.

Es precisamente en la culpa donde el ser humano se regocija, rememorando los momentos dónde hizo falta más empatía o las horas que desperdiciaste sin pasar junto a esa persona, sólo con el tiempo aprendes a convivir con la ausencia y recuerdas con una sonrisa los momentos compartidos, los agradables y cotidianos.

Un retrato familiar

‘No sé decir adiós’ trata sobre la comunicación familiar, la ausencia de ella y los diferentes códigos de sus integrantes donde la dialéctica pasa a segundo plano. El director Lino Escalera hace un retrato de las diferentes personalidades que forman el núcleo familiar y como afrontan una situación complicada, pero sobre todo es un metraje sobre la perdida.

Juan Diego interpreta a un padre de familia al que se le diagnostica un cáncer terminal y como sus hijas Carla (Nathalie Poza) y Blanca (Lola Dueñas) le acompañan en ese trance. Carla reside en Barcelona, lleva una vida independiente alejada de la casa familiar en Almería pero al regresar para acompañar a su padre no acepta la resignación que impera en su familia y decide llevarse a su padre en coche a Barcelona para seguir un tratamiento, es en este viaje cuando los dos intentarán despedirse.

Lino Escalera apuesta por un drama donde la mayor tragedia reside en la muestra de la realidad y lo cotidiano, en como muchas personas pueden ver en esta historia la suya propia o de alguien cercano, sin precipitarse en la lágrima fácil ni en imposturas. No cae en los momentos trágicos ni en lo explícito, si no en la verdad que rezuma cada uno de los momentos que integran el metraje como el momento donde se comunica la enfermedad o la dureza de la trasformación de la persona enferma, todo ello plagados de diálogos que desprenden cotidianidad.

A través de las dos hermanas acudimos a las dos realidades que habitan en la mayoría de familias que atraviesan esta situación. Carla con su rabia y dureza muestra la necesidad de luchar, el autoengaño ante una situación dónde está claro el final y Blanca por el contrario representa la resignación y el sentido común.

La riqueza actoral, el pilar de 'No sé decir adiós'

Adios Hospital

Sin unas grandes actuaciones una película de este calibre se la llevaría el viento y se quedaría en el olvido pero el grandioso trío actoral por el que apuesta Lino Escalera crean de esta pieza una de las más brillantes del cine español del pasado año.

Nathalie Poza retrata a la perfección la dureza y a la vez la gran debilidad de Carla, un personaje lleno de recovecos y capas, pero quién vuelve a darnos esa dosis de realidad es Lola Dueñas, dando visibilidad a la inocencia, la insatisfacción personal, una persona que con su conformidad se ve abocada a un futuro que no se esperaba y un personaje lleno de anhelos que lleva con resignación la enfermedad de su padre, una mujer luchadora que intenta llevar a flote a su familia, siendo protagonista de escenas que sorprenden, una vez más, por la verdad que desprende. Es difícil no sentir empatía con Blanca.

Un valor seguro del cine español como Juan Diego recae en la película como una puñalada en el estómago, nos muestra la realidad in situ de la enfermedad, la acidez, el dolor y el decaimiento progresivo tanto mental como físico de su personaje, Nos atraviesa en la escenas más dolorosas y puras del metraje en especial en escenas y diálogos en los que es partícipe su nieta. Con una interpretación para nada histriónica pero muy impactante Juan Diego nos deleita con uno de sus mejores trabajos.

Lo formal acompaña a lo narrativo

No Sé Decir Adiós

El mecanismo formal formidable acompaña a la perfección el desarrollo argumental, con una mirada tenaz y franca acudimos como espectadores a través de unos planos afilados e incómodos, desde un eje perfecto donde se contiene y maneja la emoción de manera sobresaliente; sin trampa ni cartón. Sin alardes ni una fotografía sorprendente la narración deslumbra además en lo técnico, siendo un perfecto aliado, dejando al espectador helado y dolido con cada corte a negro en especial el que forma parte del final de la historia, un recurso digno de aplauso.

Una obra realizada desde el corazón que toca cada sentido y cada parte de tu cuerpo, que golpea la mesa y revela que no hay nada más doloroso que la realidad y en lo duro que puede resultar el día a día y la caída de los tuyos.

Una muestra del delicado producto que es ‘No sé decir adiós’ es la infinidad de premios y nominaciones con las que cuenta: un rotundo éxito en el festival de Málaga además de sus premios Forqué y Feroz crean una cierta garantía para que este producto nacional vuelva a ser premiado esta noche gracias a sus cuatro nominaciones a los premios Goya. Con metrajes como este es imposible decir adiós al cine español.

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