'Nick & Norah: Una noche de música y amor', jo, qué noche

'Nick & Norah: Una noche de música y amor', jo, qué noche
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En 1985, el director Martin Scorsese firmaba una película poco apreciada en su día (y tal vez olvidada en la actualidad), ‘Jo, qué noche’ (‘After Hours’), uno de los ejercicios de estilo más virtuosos de su autor, que me ha venido a la cabeza mientras visionaba ‘Nick y Norah: Una noche de música y amor’. El film de Scorsese es muy superior al film que nos ocupa, y tal vez sus paralelismos terminen en el hecho de que el argumento sigue a varios personajes durante toda una noche en la que puede pasar de todo, pero es precisamente por ese único detalle por el que hermano este film al de Scorsese, salvando las distancias, por supuesto.

No leer si no se ha visto la película

‘Nick & Norah: Una noche de música y amor’ es una comedia romántica que intenta apartarse un poco del género más trillado de los últimos años (en realidad de toda la historia del cine), hundido en la actualidad en una simpleza desbordante arruinando por completo las posibilidades de un tipo de películas que paradójicamente siguen contando con millones de adeptos en el mundo entero. La esperanza es lo último que se pierde. El film dirigido por Peter Sollet no nos la va a devolver, pero sí nos proporcionará un rato de lo más ameno, que en estos tiempos es para darse con un canto en los dientes.

‘Nick & Norah: Un anoche de música y amor’ cuenta la historia del encuentro nocturno entre el Nick y la Norah del título. Él es un chico con el corazón roto por culpa de su ex-novia, y que toca el bajo en un grupo indie bastante particular. Ella es la típica chica rara, que conoce a Nick únicamente por los discos que éste le graba a su ex y ésta rechaza tirándolos a la basura, de donde los recoge Norah, y comprueba que su afinidad musical es única. Gracias a la magia de la noche (o eso me gusta pensar a mí) se conocen, comprobando que están hechos el uno para el otro.

La fauna de personajes que habita en ‘Nick & Norah: Una noche de música y amor’ (que en su idioma original es ‘Nick & Norah´s Infinite Playlist’) abarca todos los arquetipos del reciente cine para juvenil. El personaje central es el típico buenazo, incapaz de hacer daño a una mosca, que lo daría absolutamente todo por amor. El femenino es una chica rara, muy maja y sensible, necesitada de cariño, y a la que la gente acude por interés o desprecian por envidia (es la hija del dueño de unos míticos estudios de grabación). Los amigos del primero, compañeros de su banda de música, son tres chicos gays sin ningún tipo de prejuicio ni tabús. La amiga de la segunda sólo piensa en emborracharse y no perder su chicle (las aventuras que vive cuando se pierde por Nueva York son antológicas, y provocan los mejores momentos de humor de la película).

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Personajes éstos sin ninguna profundidad, pero que tienen algo que no suele suceder en este tipo de films, y es caer bien al espectador. Michael Cera lamentablemente sigue sin saber que hacer con sus interpretaciones, poniendo siempre la misma cara de circunstancias, pareciendo que no existen diferencias entre las distintas películas que ha interpretado; el tío parece seguir metido en ‘Supersalidos’ y a falta de verle en ‘Arrested Development’ (algunos me aseguran que es la mejor serie cómica vista en años, ¿exageran?), es un actor que no me dice absolutamente nada, y su éxito me parece incomprensible. No diría lo mismo de Kat Dennings, que es bastante más desconocida, pero posee cierta naturalidad con la que hace creíble su personaje. Aunque quien sorprende es Ari Graynor en el rol de la amiga borracha, logrando que sus apariciones nos interesen más que la predecible historia de amor, cuyo final ya sabemos desde el principio.

‘Nick & Norah: Una noche de música y amor’ produce también simpatía a la hora de describir algunos de los personajes secundarios que pululan por la movida nocturna en Nueva York. Como ejemplo valen todos aquellos con lo que se encuentra la chica borracha que se pierde en la ciudad, o la secuencia en un club nocturno en el que sale a actuar un grupo no esperado por el público, del cual surge un único y loco fan que se queda bailando como un poseso mientras el resto de la gente abandona el local. Detalles mostrados con más sentido del humor de lo que parece, y que visten un film quizá demasiado complaciente, pero nunca insultante.

En definitiva, una película que no hará historia ni será recordada en años venideros como una obra importante, pero en la que se aprecian ciertos destellos de inteligencia, sobre todo por su total ausencia de pretensiones, y por conseguir no tratar al espectador como si éste fuera imbécil.

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