‘Nación salvaje’ llega finalmente a los cines españoles tras su paso por el Festival de Sitges y la Muestra Syfy -previamente ya se había mostrado en los certámenes de Sundance y Toronto-. No son pocos los títulos exhibidos en cualquiera de los dos que luego nunca gozan de un lanzamiento en salas, por lo que, sea mejor o peor, es una alegría que la cinta dirigida por Sam Levinson no haya acabado condenada al formato doméstico o, peor aún, la invisibilidad.
Mucho se ha incidido en el componente feminista de la película hasta ahora y sería una insensatez discutir que ‘Nación salvaje’ ayuda a ir llenando un vacío en el cine de género subvirtiendo varios lugares comunes del mismo. Todo ello ilustrado con un acabado visual marcado por un toque moderno propio de la era YouTube y con un mensaje muy marcado. Funciona además como entretenimiento pese a que su tramo final es menos estimulante de lo necesario.
Dos mitades muy diferenciadas
Es obvio que la idea de situar la acción de ‘Nación salvaje’ en Salem es una forma de hacer que a la mente del espectador venga rápidamente esa famosa caza de brujas que aquí se planteará de una forma bastante diferente. En el caso que nos ocupa no se trata de mujeres con presuntos poderes especiales, pero sí que acaban siendo objeto de una furiosa persecución tras ver cómo multitud de hombres de ven amenazados en cierta medida por ellas.
La película se divide en dos mitades bien diferenciadas. En la primera se plantea esa crítica a la masculinidad tóxica que mencionaba mi compañero John Tones en su crítica de forma bastante inteligente. El guion del propion Levinson es entonces algo más sutil -aunque ese nunca será un rasgo que defina a la película, pero siempre dejando claras las líneas maestras de la historia, centrándose más en escándalos individuales mientras va definiendo en paralelo al grupo de protagonistas.
Sin embargo, ya entonces se nota que Levinson no busca hacer una crítica facilona e ilustra todo con una puesta en escena bastante directa que trae a la cabeza en ocasiones el trabajo de Harmony Korine en ‘Spring Breakers’, pero lo importante es la forma de introducir una serie de reflexiones muy agudas a partir de conversaciones que en sí mismas podrían parecer un tanto estúpidas en alguna ocasión. Otras, como la charla sobre un dibujo pornográfico, sí que son más evidentes pero no por ellos menos interesantes.
Mejor el inicio que el final
Todo ello va enfocado al momento en el que una gigantesca filtración de sus secretos personales lleva a los hombres del pueblo a convertirse en una masa enfurecida que básicamente representa los peores rasgos asociados al machismo. Ahí puedo entender que a algún espectador pueda resultarle un tanto excesiva su representación, pero al final no deja de ser el peaje necesario para que arranque una segunda mitad mucho más violenta en el que absolutamente todo se vuelve aún más explícito.
A priori, era el colofón ideal para todo lo que se había ido desarrollando previamente, pero conmigo sucedió lo diferente. Esa apuesta por el exceso me acabó resultando un poco cansina. Es coherente con todo lo planteado y la forma de cerrar la historia es un portazo en las narices del espectador bastante curioso, pero me da la sensación de que ahí ‘Nación salvaje’ debía dar lo mejor de sí misma y no lo consigue.
En definitiva, ‘Nación salvaje’ es una película que va siempre de frente con el espectador, aunque algunos quizá no tengan el bagaje previo indispensable para entender por completo lo que se plantea -no descarto que a mí se me pasase algo-, aunque luego se da la curiosidad de que funciona mejor cuando lo plantea de una forma más trivial que cuando echa toda la leña al fuego y abraza el exceso sin ningún tipo de vergüenza en su tramo final.
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