'Mr. Holmes', el olvido del mito

'Mr. Holmes', el olvido del mito

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'Mr. Holmes', el olvido del mito

El muy irregular Bill Condon ha vuelto a los lugares que le bañaron de cierto prestigio, cuando hizo ‘Dioses y monstruos’ (‘Gods and Monsters’, 1998), la cual giraba alrededor del director de cine James Whale y sus últimos días. Una ficción que con ‘Mr. Holmes’ (id, 2015), y el gran Ian McKellen como actor, va un paso más allá, al fabular sobre la creación del escritor Arthur Conan Doyle, al lado de Drácula, el personaje de ficción que más adaptaciones cinematográficas ha tenido.

Por otro lado McKellen suma su nombre al de actores que han inmortalizado al personaje, como Basil Rathbone, Peter Cushing, Robert Stephens, Robert Downey Jr., o en la pequeña pantalla Jeremy Brett –considerado el mejor de todos− o el muy de moda Benedict Cumberbatch –que ha declarado inspirarse en Brett para su interpretación−. O, cómo no, Nicholas Rowe –visto aquí en un muy sentido guiño−, que al igual que en el film de Condon, se apropió del personaje en una ficción que se aventura sobre épocas de Holmes no escritas por Doyle. El resultado es una maravilla.

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‘Mr. Holmes’ alterna, muy intencionadamente tres líneas temporales protagonizadas por Holmes, mientras Condon utiliza al conocido personaje para reflexionar sobre la realidad y la necesidad de la ficción; y sobre el olvido, la verdadera muerte. Como un puzzle que juega a la par con la memoria del protagonista acercándose al Alzheimer, el film va componiéndose poco a poco, como recuerdos que van uniéndose hasta completarse. Y en ellos, la bruma de lo que sucedió y de lo que no. De lo que pudo ser y nunca lo hizo; del pago de los sacrificios.

Así pues, aquí no existen casos enrevesados de soluciones sorprendentes y que ponen a prueba el intelecto y la astucia de Sherlock Holmes a lo grande. El mítico detective es un hombre viejo y cansado, arrepentido de las muchas malas decisiones que tomó a lo largo de su vida. Aun así Condon reserva algunos instantes para mostrar lo que mejor sabe hacer el veterano detective. Anótese el impresionante momento de la descripción del personaje de una, como siempre, excelente Laura Linney; o todo lo que navega alrededor de unas abejas y avispas en el tramo final. Herencia fragmentada de una gran vida arreglando misterios, antes de enfrentarse al mayor misterio de todos.

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La mentira como bálsamo

Si bien Condon deja en manos de su espectacular –y me refiero a lo bien que están todos, no a sus nombres− reparto la posibilidad de ser, más que interpretar, a los personajes, con una libertad fuera de lo común, el director se reserva algunas decisiones de puesta en escena absolutamente coherentes. Véase la primera foto, con Holmes fragmentado tras un cristal, como una figura imprecisa que se pierde a medio camino entre la verdad, esto es, la historia, o la imaginación, la que aplicaba su querido Watson en sus relatos. Y detrás de todo ello, la necesidad imperiosa de esa imaginación para hacer del mundo, y de los que lo pueblan, un sitio mejor.

‘Mr. Holmes’ goza de una muy sensible banda sonora de Carter Burwell, que parece suavizar los momentos más duros del relato, pero Condon maneja con precisión ese acercamiento emocional a un personaje muy querido por todos, y al que la muerte siempre rondó constantemente, ya sea a modo de peligro en sus casos, o en forma de terrible enfermedad de la memoria; ¿qué muerte más terrible que la del olvido de uno mismo?

Como en ‘Dioses y monstruos’, un triángulo de personajes establece lazos de unión, de aprendizaje, de entrega. La adolescencia, la madurez y la vejez en una especie de viaje vital, en el que la verdad siempre está en un segundo plano. Sherlock Holmes es descompuesto —lo que han leído sobre él no se corresponde con lo que ven—, y vuelto a construir antes de que el telón de su vida caiga finalmente. Unas piedras, unos nombres y un ritual japonés preceden al movimiento de cámara desde lo más alto como liberación —al haber compartido su gran secreto— del mito.

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