Es cierto que pedirle peras al olmo que nos ha dado películas como 'Resident Evil: Ultratumba' (Resident Evil: Afterlife, 2010) no solo es ingenuo, sino poco honesto con nosotros mismos, por lo que proyectar decepción en una película como 'Monster Hunter' (2021) resulta absurdo, puesto que desde hace ya muchos años, Paul W.S. Anderson va de frente, por lo que su visión del videojuego de Ryozo Tsujimoto no es distinta a su otra inmersión en el mundo Campcon.
Tenemos a una Milla Jovovich dando el 120%, música desfasada, entre la electrónica y la fanfarria más genérica, un empacho de CGI, ruido y cortes de montaje a granel, nada que no nos haya proporcionado su cine en otras ocasiones, por lo que nadie le va a decir a ahora a este director cómo debe de hacer sus adaptaciones. Es lo que le piden y es lo que el ofrece. Y lo más curioso es que, con 60 millones de presupuesto, hoy por hoy, con gastos 370 millones en 'Liga de la justicia' resulta una serie B en su concepción más industrial.
Lo curioso es que sus propuestas feas y deslabazadas, su ineptitud narrativa que ha ido desarrollando a cada entrega de zombies funcionan para Constantin films que siguen produciendo más capítulos, nada extraño, justo ahora que el concepto de blockbuster va asimilándose al espectáculo que funciona en China, películas fotocopiadas y fotocopiables que atomizan el disfrute en las escenas contenidas en sí mismas, el barniz digital sin fluidos, iluminación plana y épica de chichinabo para intercambiar con la película que venga mañana.
El fracaso de cine de evasión
El único problema con 'Monster Hunter' es que su existencia sigue ocupando el espacio de películas no muy diferentes que merecen más atención. Hay corrientes críticas que abrazan estas propuestas como un antídoto contra un supuesto cine cine de género imperante, una dictadura fantasma contra la que películas como la de Anderson son un Quijote enfrentado a molinos de viento con forma de aburrimiento y falta no ya de ideas, sino de unos mínimos de intuición para construir una historia del punto A al B.
Una proyección de la idea de que un espectáculo descerebrado de monstruos es el cine popular llamado a salvar el descaro y el entretenimiento por encima de todo, pero esa idea se diluye si comparas 'Monster Hunter', por ejemplo, con otra adaptación de videojuegos reciente con monstruos gigantes como 'Proyecto Rampage' (2018), que hacía gala de su complicidad con el público, grandes escenas de acción, espíritu destrozón sin pretensiones y con algo en juego.
Esa mala costumbre de justificar la acción de “sabías a lo que venías” ya no vale. El cine de acción ha cambiado, se enfrenta a videojuegos con mejores tramas y el cine de pipas nos ha demostrado que detrás puede estar George Miller, que apenas necesita un argumento de dos párrafos para hacer vibrar. El público tiene más bagaje y sabe diferenciar entre una buena serie B y una producción de Asylum con muchos millones de dólares, que está muy lejos de las producciones de videoclub de Albert Pyun, que tenían un empaque parecido, expandían los límites de los subgéneros gracias a sus ideas arriesgadas y su garantía de diversión.
Puesta en escena rutinaria y tedio
'Monster Hunter' empieza con una escena que puede recordar a una escena de caza de la saga 'Temblores' (Tremors, 1990) pero con monstruos gigantes, pero tras un planteamiento más o menos decente, que se acerca alas texturas postapocalípticas de ‘Resident Evil: Extinction' (2007), (la mejor de la saga, no por casualidad pues bajo los mandos estaba Russell Mulcahy), no tardan en aparecer los zooms ortopédicos, una grosera textura de vídeo en las escenas que no son planos generales y una acumulación de escenas de monstruos que deberían de haber sido el paraíso de cualquier fan del fantástico.
Sin embargo la acción non stop carece de cualquier suspense o tensión, y acaba siendo un espectáculo sin vida, lleno de ruido, píxeles y posturas molonas de Milla hasta que todo da igual, la vieja sensación de los films del matrimonio. Anderson entiende el cine como si alguien le hubiera dicho que en un partido de futbol lo bueno son los goles y el se dedica a grabar a tíos metiendo balones en la portería durante dos horas. Parece que su cabeza funcione sin comprender los mecanismos de la emoción, los valles en la historia o los personajes.
Después de todo, es imposible culpar a 'Monster Hunter' de ser lo que es, pero debe de ser el peor ejemplo posible para elegir una salvadora del cine de pipas. Mal gusto en casi todas sus decisiones, cacofonía creativa, timidez en la violencia gráfica para ajustarse al público PG-13, y apelmazamiento de efectos digitales, todo lo que plantea Anderson es viejo, de blockbuster fuera del tiesto y aroma de trabajo de encargo. Ojalá la energía en producir y defender estas piezas en darle menos palos a aventuras fantásticas tan cafres, modestas, arriesgadas y salvajes como 'Outlander' (2008), 'Solomon Kane' (2009), 'Conan el bárbaro' (2010) o 'Hellboy' (2019), pero es demasiado pedir.
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