El presente de un país no se puede entender sin su pasado, que incluyen desde unas ruinas que se caen a pedazos hasta la inefable presencia de los ancestros que esperan reposo ininterrumpido tras su paso temporal por este planeta. Conectar con él y reconocerlo no sólo es una gran manera de evitar la repetición de errores, puede ayudarnos a construir un nuevo presente.
El arte ha sido una de las mejores maneras que nuestros antepasados han tenido para dejar un legado que siga hablando con nosotros, pero este también corre el riesgo de ser fetichizado y pervertido a través de la explotación. El cine nos ha acostumbrado a glorificar a exploradores, aventureros que recorrían el mundo en búsqueda de antigüedades que se denominaban tesoros porque las posibilidades lucrativas estaban ahí. Es una de las cosas a las que decide responder 'La quimera' ('La Chimera').
En busca de las tumbas perdidas
Casi un año después de su estreno en el Festival de Cannes, la última película de Alice Rohrwacher ha tenido su estreno en cines españoles, colocándose como la mejor propuesta disponible en un panorama que también incluye la espectacular ‘Civil War’. Con el emergente Josh O’Connor como protagonista, esta película italiana mantiene la tendencia de su directora a la fábula y el realismo mágico, creando un bello pero triste retrato atemporal de su país.
En ella O’Connor da vida a Arthur, un escuálido y alto joven inglés que lleva siempre un harapiento traje amarillo que regresa tras pasar por la cárcel a una villa italiana que se ha convertido en su hogar. Allí mantiene una cálida relación con la familia de su antiguo amor perdido, mientras que un grupo de ladrones de tumbas local alienta para que vuelva al negocio y explote su gran talento: encontrar yacimientos arqueológicos y tumbas llenos de reliquias que se pueden vender a mercaderes de arte.
Queda difuminado en qué momento puede llegar a tener lugar esta historia, pero resulta poco importante para que Rohrwacher pueda explorar esa tensa relación entre presente y pasado de Italia. Además de ese comentado toque de realismo mágico, la directora va entrelazando diferentes referentes de la historia del cine de su país, yendo desde ese aroma neorrealista que asoma en su retrato social y del personaje de O’Connor hasta los hilarantes toques de comedieta clásica y bufa que tienen sobre todo la banda de ladrones de tumba.
'La quimera', enterrado en el pasado
Con ello logra un encanto caótico que no repite la exquisita y hermosa quietud de ‘Lazzaro feliz’, su anterior película. Ambas, sin embargo, comparten esa inquietud por una perversión de las clases bajas italianas de mano de explotadores de alto estatus. En el caso de ‘La quimera’, va comentándolo desde una subversión del cine de aventuras y exploración arqueológica, mostrando una erosión en su antihéroe que subyace entre momentos excitantes a ritmo de Kraftwerk.
En medio de esta búsqueda de tumbas y de reliquias del pasado, el personaje de Josh O’Connor se encuentra atormentado por una tragedia que no llega a detallarse del todo, pero resulta tangible gracias a la mirada de su directora, muy espiritual a pesar de tener interés también en lo terrenal. Arthur se encuentra en constante búsqueda de un lugar en el tiempo, ya que él mismo se encuentra perdido entre la tierra de los vivos y de los muertos.
Su odisea no parece épica, pero sí resulta hermosa dentro de su melancolía y su intrínseca rareza gracias a la exquisita mano de Alice Rohrwacher, ya confirmada como uno de los grandes talentos del cine italiano actual.
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