Hace un par de años que oí hablar por primera vez de ‘Los juegos del hambre’. Por aquel entonces era una novela que había gozado de mucho éxito en USA, pero que en España estaba lejos de ser un auténtico fenómeno editorial. Durante un tiempo lo poco que supe sobre la novela se limitaba a lo que leía en twitter de los que iban leyendo el libro, mientras que paralelamente me enteré de que se estaba preparando una película al respecto. Fue entonces cuando descubrí su prometedor argumento: Una sociedad futura en la que lo que era Estados Unidos está dividido en varios distritos y cada uno se organizan los juegos del hambre, donde dos jóvenes de cada distrito tienen que luchar a muerte. No voy a negarlo, lo primero que me vino a la mente fue ‘Battle Royale’, y casi acto seguido ‘Survivor’ (el brillante original americano de lo que aquí es esa porquería llamada ‘Supervivientes’), pero sobre todo que era algo que podía gustarme. Devoré el libro, y poco después ya me había leído también sus otras dos entregas. En ese momento estaba ansioso por ver si la película iba a estar a la altura.
Los que conozcáis mis textos por aquí desde que comencé a colaborar en Blogdecine habéis podido comprobar cómo ‘Los juegos del hambre’ es una de las cintas sobre las que más he intentado hablar. Pasé de ser un firme defensor de que podía salir algo genial, luego empecé a tener mis dudas y hacia el final ya empezaba a temerme lo peor. Luego llegó el estreno en USA (una vergüenza que en España hayamos tenido que esperar casi un mes) y las críticas fueron muy positivas, con lo que volvieron a renacer las esperanzas. La cuestión ahora es: ¿Estamos ante otra decepción más o realmente es una buena película, y de ser el caso, hasta qué punto?
Lo primero que conviene despejar son los miedos que aún puedan quedar entre parte del público sobre el presunto parecido entre ‘Los juegos del hambre’ y ‘La saga Crepúsculo’, en especial por todo lo relacionado con un triángulo amoroso en el que esté implicada la protagonista. Lo cierto es que en el caso que nos ocupa ni siquiera podemos hablar de que exista una trama romántica por su parte (sí que es evidente que lo hay por la parte de ellos), ya que Katniss no puede pararse un momento a dejar que sus sentimientos se adueñen de ella. Eso es algo que ya se daba en la novela de Suzanne Collins, pero ahí la protagonista tenía unas matices más ariscos, como si realmente fuese incapaz de establecer vínculos sociales con nadie. En la versión cinematográfica eso se suaviza, ya que pese a los comentarios de algunos personajes sobre la dificultad de Katniss para gustar a los demás, lo que realmente transmite es una mezcla de desconfianza y sorpresa ante lo que sucede.
No es eso lo único que matiza Gary Ross, ya que estamos ante una película muy fiel al original literario, pero que añade pequeños retoques aquí y allí que, por regla general, son bastante acertados. Uno de los más reseñables es el hecho de que la parte de la película centrada en los juegos del hambre tiene varias conexiones con lo que está sucediendo fuera de allí, permitiéndonos así entender mejor la mecánica del diabólico concurso y las reacciones que provoca tanto en los espectadores como en los organizadores. Menos satisfactorio resulta el pequeño lavado de cara al que es sometido el personaje de Haymitch, el mentor borrachín de la protagonista, el cual era mi personaje favorito en la novela, cuyo alcoholismo aquí apenas es explorado. No obstante, es algo comprensible, ya que la acción avanza con fluidez, pero quizá demasiada rapidez como para pararse más allá de lo necesario con los personajes secundarios.
Ya he dado a entender que ‘Los juegos del hambre’ tiene una mitad centrada en los juegos, donde a priori debería concentrarse lo más interesante de la función, pero lo cierto es que no es el caso. Aquí reaparece el problema de no poder indagar más en los secundarios, ya que del resto de participantes no llegamos a saber apenas nada, con lo que nuestra implicación emocional con sus muertes no tiene suficiente relevancia. Eso no quiere decir que el fallecimiento más impactante de la novela no esté suficientemente bien retratado, pro sí que más allá de ese personaje y, aunque no totalmente, uno de los villanos, el resto jamás va más allá de ‘Ése era tal y hacía tal’. Ojalá hubiesen cedido algo más para el contenido gore, que ya sé que a cierto segmento del público puede resultar molesto, pero resulta imprescindible en una historia como la que nos ocupa. Sobre los juegos me gustaría destacar un par de momentos: El arranque en el que los concursantes tienen que hacerse con armas y la escena en la que la protagonista está a la deriva por unos picotazos que recibe (muy acertado el uso de la cámara por parte de Ross en esta última). El resto es entretenido y tiene sus cosas, pero le falta un puntito extra de capacidad de impacto. Eso sí, falla algo al final, cuando la historia se cierra a través de varias escenas aisladas que no terminan de estar bien conectadas entre sí. Éste es el mayor pero que hay que ponerle.
La otra parte de la película es lo que sucede hasta entonces, es decir, la forma de ubicarnos en una distopía futurista en la que entendamos cómo llegaron a acabar así y varios apuntes de crítica sociológica que, pese a no dejar de ver una versión ligera de granes obras como ‘1984’, funcionan como un perfecto mecanismo de relojería. Ahí la película no es morosa, ni tampoco satura al espectador con la información que se le va dando. Primero conocemos la existencia del juego, luego se nos dan algunos detalles sobre el motivo de su existencia y poco a poco se va desvelando todo el circo que hay a su alrededor. Ross demuestra ser el director ideal para sentar las bases de un universo como el de ‘Los juegos del hambre’ al conseguir un difícil equilibrio entre lo que hay que enseñar sí o sí y los detalles en los que poder centrarse un poco más o dejar de lado casi por completo. Habrá quien eche en falta más profundidad en lo sociológico, pero conviene recordar que esto no es más que la primera entrega y ya habrá tiempo para indagar más al respecto, lo cual es el elemento central de ‘Sinsajo’, mientras que ‘En llamas’ es ligeramente redundante. Eso sí, Ross ya no será el encargado de hacerlo, y mucho me temo que se opte por un director de perfil bajo que no quiera arriesgar lo más mínimo en lo relativo a la adaptación de la novela.
Sí es cierto que habría venido bien una mayor inversión económica en determinados aspectos, ya que si bien la creación de la sociedad futurista es perfectamente creíble (se echa de menos algo más de suciedad en los personajes del distrito de la protagonista, eso sí), sí que hay alguna pega cuando entran en escena los efectos especiales, ya que incluso un simple incendio no termina de resultar suficientemente realista. Soy consciente de las particularidades de esos efectos (alguien podría decir que al ser creaciones de los organizadores del juego puede entenderse que no sean 100% verosímiles, que bastante con que han logrado hacerlos, pero es una excusa algo débil), pero espero que sea algo que corrijan para las próximas entregas, sobre todo teniendo en cuenta que dinero no debería faltarle a LionsGate. El otro punto que me gustaría destacar, ya sin relación directa con el apartado presupuesto, es la discreta banda sonora de la película. Esto seguramente esté motivado por la salida a última hora de Danny Elfman y la escasez de tiempo que tuvo James Newton Howard para crear su score, pero lo cierto es que lo único mínimamente memorable es la tonadilla ya característica de la saga. El resto completamente olvidable, siendo algo especialmente problemático en la parte centrada en los juegos, donde cierto apoyo épico-aventurero por parte de la música hubiese sido muy agradecido.
El reparto es uno de los puntos fuertes de la función, ya que la credibilidad es algo que caracteriza a todos sus integrantes, incluso a aquellos que despertaban más dudas. Es obvio que la gran estrella de la función es Jennifer Lawrence, la cual aprovecha varios aspectos de su personaje en ‘Winter´s bone’ para crear una heroína fuerte, creíble y con la que uno realmente puede sentir cierta identificación (en la novela eso era algo que costaba más), algo no tan común como debería en los tiempos que corren. Por su parte, Josh Hutcherson y Liam Hemsworth están mejor de lo esperado como los presuntos intereses amorosos de Katniss, sorprendiéndome en especial Hutcherson, ya que su Peeta es más ágil mente y menos paradito que en el libro (y conste que aún siendo así era un personaje que me gustaba), algo que se agradece. No sé hasta qué punto podría interesar a alguien que fuese ahora secundario a secundario, pero hay al menos cuatro sobre los que merece comentar algo: Woody Harrelson brilla como un mentor algo diferente al de la novela, Lenny Kravitz demuestra una sorpresiva capacidad interpretativa como el estilista de Katniss y Peeta, Stanley Tucci vuelve a demostrar que siempre hace mejor cualquier película en la que aparezca y Donald Sutherland crea a un Presidente Snow inmejorable entre su calma existencial y su mente extremadamente calculadora. El resto, todos bien, pero con decir eso ya es suficiente.
En definitiva, ‘Los juegos del hambre’ es un blockbuster de primer nivel, la prueba de que una cinta puramente comercial puede ser también una muy buena película. Eso sí, hay que reconocer que es una producción con dos mitades muy diferenciadas y con un nivel dispar: La primera, centrada en apuntes de corte más sociológico, sienta con mucha habilidad las bases de ese universo distópico, mientras que la segunda, centrada en los juegos en sí mismos, resulta un buen entretenimiento, pero hubiese necesitado fácilmente otros quince minutos de metraje para conseguir explotar todo su potencial. El global sigue siendo muy satisfactorio y la experiencia de verla en cines es muy recomendable, pero, al igual que a la novela (a la que es bastante fiel, pero no tiene problemas en matizar algunos detalles), le falta un último empujón para ser brillante. Eso sí, ojalá todas las grandes superproducciones que nos llegan de Hollywood tengan al menos el nivel de ‘Los juegos del hambre’.
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