La táctica de Movistar+ con sus series españolas de producción propia siempre ha sido dosificarlas, lanzando una cada mes. Sin embargo, hay títulos de los que lanza todos sus episodios de golpe, mientras que en otros caso opta por aprovechar para ir emitiendo un episodio cada semana. Esto ha provocado que apenas haya una semana de distancia entre la finalización de la segunda y última temporada de 'Hierro' y la llegada a la plataforma de 'Libertad' este viernes 26 de marzo.
Además, en el caso de 'Libertad' se da la particularidad de que va a estrenarse al mismo tiempo en formato película y como miniserie de cinco episodios. Eso sí, lo que veamos en ambos casos no será lo mismo, ya que hay una diferencia de más de 100 minutos de metraje, un dato muy a tener en cuenta antes de tomar la decisión de cómo verla, al menos por primera vez. En mi caso opté por verla como una miniserie y no me arrepiento para nada de ello, ya que permite a Enrique Urbizu dotar a los guiones de Michel Gaztambide y Miguel Barros, de la cadencia ideal para potenciar sus virtudes a este western.
Una serie más propia de otra época
Lo primero que hay que tener claro con 'Libertad' es que es una serie que parece más sacada de otro época. Aquí no existen esas urgencias por enganchar al espectador para que siga devorando episodios, sino que todo está supeditado a la historia de una madre que acaba de es liberada de la cárcel tras pasar 17 años en cautividad, dándose la particularidad de que dio allí a su luz a su hijo, quien nunca se ha separado de su lado.
A priori todo debería ser sencillo porque ya es libre en cierto sentido, pero pronto descubrirá que no es el caso. A partir de eso se teje un relato de bandoleros situado a principios del siglo XIX en el que lo que interesa a 'Libertad' no es en ningún caso ofrecer otra visión romántica de ese tipo de personaje, sino reflejar con calma el viaje de sus dos protagonistas para intentar conseguir esa ansiada libertad.
Ahí 'Libertad' opta por un enfoque en el que la violencia no es su razón de ser, pero sí una forma de canalizar el conflicto a través de diferentes escaramuzas. En esos momentos resulta aún más evidente que estamos ante una obra en la que importa mucho más lo que enseña que lo que dice, pues los diálogos no son especialmente abundantes y se prescinde de ellos siempre que se pueda contar lo que se desea en imágenes.
Esas pequeñas explosiones de violencia no dejan de ser la prolongación de ese toque casi fatalista que rodea en todo momento a la historia. No es que sea imposible para sus protagonista alcanzar esa ansiada felicidad asociada a la libertad, pero sí que el precio a pagar va a ser muy alto y tampoco existe ninguna garantía de conseguir una satisfacción que sea algo más que momentánea, algo que ya sucede de entrada con esa liberación de la protagonista.
Todo en su sitio
Ahí he de confesar que tenía mis dudas sobre que la decisión de fichar a Bebe, mucho más conocida por su faceta como música que por sus escasos trabajos como actriz, pero a la hora de la verdad sabe dar muy bien lo que La Llanera requiere de ella, sobre todo a nivel instintivo en lo referente a lo protectora que es con su hijo. La presencia para un personaje de esta índole ya la tenía, pero lo realmente vital es que en lo psicológico también encaja como un guante hecho a medida.
Además, Bebe está muy bien acompañada, tanto en los personajes con más peso en la historia como por aquellos que no dejan de ser una estación de paso en su viaje. Sospecho que esto último será algo que se sacrifique en la versión cinematográfica para ganar agilidad e intensidad al verlo como lo más fácilmente prescindible, pero a mi juicio es lo que realmente da un alma a la serie, permitiendo que todo fluya con naturalidad. Con parsimonia, sí, pero manteniendo una lógica interna incuestionable que permita conocer mejor las particularidades de España y sus gentes en aquellos años.
De esta forma, la serie no está marcada por la premura pero sí por lo inevitable. Puede que haya un halo de esperanza en caso singulares, pero lo que predomina antes o después es que todo vuelva a su orden establecido. Incluso hay alguna mención a que así ha dispuesto así las cosas el mismísimo Dios, pero sin que 'Libertad' eche nunca raíces en lo divino. Aquí está todo mucho más mundano, a ras de suelo y sin que ningún truco -o traición- acabe triunfando a medio plazo.
Eso da pie a uno de los aspectos que más me interesaron de la serie, ya que es una serie que parte de la quietud vital pero lo hace con un viaje constante. Una aparente contradicción que funciona a modo de auténtico eje para el relato. Perfectamente se podría haber utilizado al personaje de Jorge Suquet a modo de narrador, enclavando así aún más a 'Libertad' en un momento concreto de la historia, pero hay algo en ella que desborda su tiempo, dando una mayor humanidad a lo que no está contando y un toque casi universal. Y es que hoy en día puede que ya no existan ese tipo de bandidos, pero esas leyes “naturales” siguen igual de vigentes.
En resumidas cuentas
'Libertad' es una obra notable en formato de miniserie, una rara avis en el panorama televisivo con un vínculo más estrecho con 'Curro Jiménez' que con cualquier otra ficción televisiva española de los últimos años. Sin embargo, sí se aprovecha de los medios más generosos de nuestro tiempo para darnos una propuesta quizá anacrónica a simple vista, pero que a la hora de la verdad cuenta una historia con fuerza mucho más allá del momento en el que transcurre.
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