La diferencia entre la acusación de un delito y la explicación de cómo este se lleva a cabo puede resultar confusa para algunos, pero no para el director de 'Leaving Neverland'. De hecho, el papel de Dan Reed en el documental es prácticamente inapreciable. O al menos trata de apartarse tanto como le permite el medio y el material con el que trabaja.
Su trabajo no trata de demostrar que Michael Jackson era un corruptor de menores. Trata sobre víctimas. De hecho, no es que busque una evidencia de que los delitos que se supuestamente cometió, sino que, durante cuatro horas que dura esta serie, se posiciona como un espacio en blanco, una plataforma para escuchar a dos personas, dos niños ya adultos.
Dos adultos que buscan contar su verdad, su visión de los sucesos que ocurrieron, principalmente, en el Rancho de Neverland, huyendo del amarillismo, pero sin escatimar detalles escabrosos que hacen que el visionado del documental sea, en ocasiones, una experiencia realmente dura. 'Leaving Neverland' se emite en HBO en EE.UU. pero en España puede verse en Movistar hoy sábado (canal #0 a las 22h).
Michael Jackson y los niños perdidos
¿Quiere hacer pensar el documental que Michael Jackson fue un pedófilo? ¿Busca convencer al espectador que el rey del pop fue un monstruo? No. Sencillamente, lo da por hecho de forma implícita. No es el formato sensacionalista que puede esperarse de la presunción de culpabilidad, pero desde luego no juega a justificar con hechos, datos o evidencias todo lo que cuentan las dos personas entrevistadas.
No hacen falta porque ‘Leaving Neverland’ no quiere ser un juicio, sino una herramienta de curación para dos personas. Dos personas que aún sufren las consecuencias de una infancia arrebatada por la irrupción de un dios en sus vidas, una figura pública mesiánica que podría tener cualquier cosa menos el recuerdo feliz de su propia niñez. Escucharles, ir descubriendo su relato, no es solo una experiencia reveladora, sino toda una crónica del desencanto y la pérdida que logra hacer saltar las lágrimas, al mismo tiempo que va apretando una cuerda lentamente sobre el estómago.
El monstruo de su historia podría haber sido su padre, su profesor o un desconocido, el hecho que sea Jackson es solo un detalle de dimensiones universales, pero en el fondo, en el corazón del relato no tiene importancia quien les fuera convenciendo de que eran futuras estrellas, quien cultivara su entorno convenientemente para poder atacarles de forma segura. El hecho de que sea una estrella mundial tan solo tiene relevancia en que el procedimiento habitual de un pederasta fuera más fácil, tremendamente más sencillo.
Dos víctimas tratando de ayudar a otras
Huelga reiterar en que los testimonios que se exponen en ‘Leaving Neverland’ son totalmente creíbles. La naturalidad con la que Wade Robson y Jimmy Safechuck explican su experiencia denota franqueza, transparencia y coherencia en el relato. Resumiendo, resulta demasiado descriptivo, preciso e intrincado como para resultar producto de una invención maquiavélicamente elaborada. No hay ningún tipo de vacilación, ni ceremonia, a la hora de explicar dónde, cómo y cuándo Michael Jackson abusó de ellos.
Por ello, vale la pena afrontar el visionado del documental desde una óptica didáctica, como una guía de campo de cómo sucede un caso de pederastia. El relato pasa por todas las fases de actuación de un depredador sexual. Ganarse la confianza de la familia, introducirse como un miembro más de esta hasta ir alejando al niño de sus padres y actuar en el espacio seguro que da la posición de indefensión del pequeño. La propuesta de Reed va más allá de crear un relato de terror para desacreditar a un personaje público, es un modelo de actuación para alertar a futuras víctimas.
Probablemente, si hubiera existido en los 90 un trabajo como ‘Leaving Neverland’ sobre otros casos de abuso en el mundo del espectáculo, las familias no habrían dejado a sus hijos cerca del cantante. Hay momentos en los que el relato de la inocencia de las madres ante lo que estaba pasando se resquebraja, tanto que al final sientes que parte de la culpa no solo es del cantante, sino de personas que se autoimponen una venda para evitar afrontar ciertos comportamientos extraños.
Padres: ¿culpables o también víctimas?
De nuevo, la película no trata de desacreditar a los progenitores que dejaron dormir a sus hijos con un hombre de 33 años, pero no deja de ser uno de los puntos más difusos de la historia. Es fácil dejarse seducir por los flashes, el parque de atracciones y el éxito bajo la tutela de una figura con tanto poder, pero a veces, el éxito no es siempre lo mejor para un hijo.
Por ello, lo que ocurre con estos niños bailarines que recaban en el amparo artístico de Jackson responde a la misma irresponsabilidad que la de muchos padres de tantos niños estrella estrellados. El abuso de niños artistas es casi un cliché, pero conforme van saliendo historias (Corey Haym, Corey Feldman, Marisol...) se convierte más bien en un protocolo.
Lo cierto es que siempre hay una parte de culpabilidad de los padres, conscientes o no, y en este caso es más rotundo aún en determinados detalles de la historia como dejar a Robson de nuevo en manos de Jackson tras haber existido una ronda de acusaciones en 1993 de las que se libró gracias a los pagos millonarios.
Pero quizá la parte más importante es la que muestra la última hora del documental. La decadencia y muerte del cantante como revulsivo de la propia necesidad de la confesión. En el caso de Robson —que testificó negando todo en el juicio del cantante— es toda una muestra de la forma en la que una víctima acepta y digiere lo que le ha pasado con el paso de los años. La memoria del abuso como algo que no está mal va creciendo en el interior como una zarza y se acaba convirtiendo en desarrollo de patologías psicológicas muy arraigadas.
El conflicto de querer a tu violador como a un hermano mayor
Es sobrecogedor asistir al momento en el que la víctima se rompe y descarga la tensión acumulada al recordar cómo se lo explicó a su familia unos años después. Pero cuando relata el momento en el que se dio cuenta de que el secreto le estaba carcomiendo aterra. Robson empezó a tener pesadillas en las que se le aparecía Jackson y hacía con su hijo lo que le hizo a él. Un escalofriante momento que une el relato con el de Safechuck, que también empezó a sentirse mal en el momento de convertirse en padre.
El momento en el que Robson decide contar todo en televisión, animando indirectamente a Safechuck a hacer lo mismo, es el punto clave de conexión entre las dos historias, convirtiendo ‘Leaving Neverland’, por un momento, en un bonito remanso de unión para dos víctimas que, sin llegar a compartir pantalla, se están ayudando la una a la otra.
La reconstrucción de sus vidas en el tramo final es reconfortante, y sirve también como naturalización de la incorporación del trauma al día a día, quitándole el matiz de carga imposible de sobrellevar. 'Leaving Neverland' no evita los detalles macabros.
Algunos, como el pasaje que describe la boda que oficia Jackson con Safechuck ponen los pelos de punta. Otros, como sendos intentos de violación anal son absolutamente desoladores, pero con todo, resulta mucho más duro observar el procedimiento de hacer creer que son sus “amigos favoritos” para luego irles abandonando cuando le ponen freno a sus deseos, cambiándoles por otros recambios. Otros niños actores como Macaulay Culkin o víctimas silenciadas con dinero a sus padres, entre ellas un enfermo de cáncer.
Un grito de rabia en 35 mm
El escalofriante modus operandi de Jackson es una conclusión que surge sola, del contraste de dos testimonios, y deja un poso tremendo en el ámbito de lo que no llegaremos a saber, de las personas que nunca han tenido la oportunidad de hablar, por miedo, impedimento o incapacidad. Pero todo el historial de abusos del cantante, aquí, es solo una pieza de la compleja realidad que sirve como** necesaria vía de escape para dos personas dañadas** por dentro.
Fuera de las polémicas de los familiares de Jackson, que acusan a estas dos personas de intentar lucrarse y ganar notoriedad, conviene aclarar que ninguno de los dos han cobrado ni quieren cobrar un dólar por aparecer en la película. Es significativo ver cómo en los créditos Safechuck aparece quemando toda su memorabilia de Jackson, incluyendo los regalos que le hacía, algunos de mucho valor.
El documental hace mucho más que dejar meridianamente clara la enfermedad de un monstruo muy, muy famoso. Enseña de forma epidérmica, efectiva, que en cualquier caso de abusos, los más débiles, las víctimas anónimas, tienen derecho a dejar oír su voz, a que su verdad sea escuchada de su propia boca. Lo que nosotros queramos creer, lo que nosotros queramos hacer con los discos del cantante, no es relevante. ‘Leaving Neverland’ es un documento que todo el mundo debería ver. Ojalá cualquier víctima de pederastia pudiera llegar a tener una plataforma similar.
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