La nueva serie de los hermanos Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo forma parte de un plan maestro que, se supone, está pensado para revolucionar el tablero de juego de las series en nuestro país. Movistar + ha decidido dar un paso adelante por la producción española, dispuesta a saltarse varios años de retraso en el terreno de la gran ficción televisiva norteamericana.
Para ello, se ha rodeado de nombres más que respetados dentro de nuestra industria. Jugar en la misma liga que productos de HBO o Netflix requiere no sólo holgura en los bolsillos, también de saber cazar el talento de gente como Juan Cavestany, director de films casi de culto como ‘Dispongo de barcos’ o ‘Gente en sitios’, que estrenará serie en la plataforma en noviembre, una comedia negra llamada ‘Vergüenza’. O de Alberto Rodríguez, el nombre más cotizado del cine negro español gracias a ‘La isla mínima’, que estrenará en enero los 6 episodios de ‘La Peste’. Eso sin olvidar ‘Gigantes’, la serie que volverá a reunir a Enrique Urbizu con José Coronado tras ‘No habrá paz para los malvados’.
Sea como fuere, ‘La Zona’ ha sido la primera en estrenarse y por tanto será la que antes se fogueará en el terreno del gran público. Su éxito o fracaso podría marcar el devenir de las producciones de la cadena así que la responsabilidad que pesa sobre ella es mayor de lo que cabría esperar. Por lo que hemos visto, no parece apuntar en mal camino.
Un thriller con todas las de la ley
Partiendo de su premisa argumental, ‘La Zona’ no podría presentarse más atractiva: tres años después de un grave accidente en un reactor nuclear de alguna central del norte de España, se ha decretado una zona de exclusión territorial que tiene retenidos a sus habitantes y controlados a sus visitantes. Allí, el inspector Héctor Uría -interpretado por el siempre sólido Eduard Fernández-, tendrá que investigar la aparición de una serie de cadáveres que muestran signos de haber sido mordisqueados. Hay un caníbal suelto en un entorno lleno de radiactividad.
La jugada, que parece obvia por insertar una trama criminal dentro de una catástrofe humana, se revela magníficamente construida a poco que empieza a caminar. Todos sus componentes están a disposición con un único objetivo, crear una atmósfera opresiva y de tensión en la que el thriller policíaco y su particular tempo narrativo, se ve constantemente afectado por el fantasma del accidente y la tensión social entre entre los afectados por la debacle.
El clima, vehicula elegantemente todas y cada una de las tramas que se lanzan en su episodio piloto y no empiezan a pisar fuerte hasta el segundo. El opresivo malestar, atenaza su desarrollo narrativo en constante avance hacia la siguiente incógnita por despejar… que siempre nos hace pensar lo peor.
Y hete aquí la principal baza de ‘La Zona’: en este ambiente enrarecido, la investigación policial revela más del ser humano que del drama policíaco. A poco que rasquemos, no tardan en aparecer la corrupción, el prejuicio y la obsesión como parte esencial del desarrollo de todos sus personajes. No en vano son elementos clave del noir clásico.
Tal y como hiciesen en ‘Crematorio’, los hermanos Sánchez-Cabezudo erigen en ‘La Zona’ un gran thriller de fuego lento y fondo chamuscado. Uno que hace gala de una economía de medios absolutamente prodigiosa (la labor de producción está a la altura de las más altas cuotas de nuestro cine espectáculo), para hablar no tanto de lo obvio –cazar al asesino-, como de lo oscuro – todos llevamos el mal dentro-.
En el primer episodio, una trepidante persecución es coronada con la aparición de un lobo. El animal, no funcionará solamente como giro y repunte de la escena de acción, a partir de entonces será una figura retórica recurrente que definirá muchas de las decisiones de guion. Ya se sabe, el hombre es un lobo para el hombre y este tropo no por manido resulta menos estimulante.
La costuras del drama
A nivel formal, ‘La Zona’ se mueve siempre en términos de elegancia y savoir-faire que se aprecian tanto en su desesperante puesta en escena post-apocalíptica, como en su manejo de un montaje siempre inquieto y, sin embargo, de apariencia lenta.
Visualmente, la serie podría resultar impecable si no abusase de los juegos de luz y el foco en los personajes, que difumina el entorno en pos de acercarnos al drama personal. Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo se empeñan constantemente, en que el espectador centre su atención en los personajes… y es entonces cuando todo empieza a perder fuerza.
Amén de Eduard Fernández, que aguanta el tipo como nadie, el increíble plantel de actores que le rodea se presenta desdibujado por culpa de unos personajes con fondo dramático más arrojado que integrado en su desarrollo. Alexandra Jiménez siempre parece a un paso de arrancarse a llorar, Alba Galocha es todo mirada intensa y naturaleza cabizbaja, Emma Suárez parece no haberse movido del trauma desde ‘Julieta’, y Álvaro Cervantes está enfadadísimo cada vez que aparece en pantalla. Tampoco se libran Carlos Bardem –que por cierto ya hizo una película llamada ‘La Zona’ en 2007 dirigida por Rodrigo Plá-, ni Juan Echanove ni Sergio Peris-Mencheta.
Y el problema fundamental no es que ninguno actúe mal, nada más lejos, todos cumplen e incluso algunos -como Manolo Solo y el mencionado protagonista-, con creces. En el fondo, ninguno de ellos tiene la culpa de tener que defender a personajes hipertrofiados de traumas con los que que nunca terminamos de conectar.
A todo ello no contribuye la parte verbal del guion de ‘La Zona’. En ninguno de sus capítulos es difícil encontrar diálogos llenos de poesía que fracturan el realismo de toda su portentosa realización. Escenas que insuflan literatura a la narración pero hieren la credibilidad del asunto.
Así, al conjunto se le ven las costuras si se analiza su drama, escrito con brocha gorda por aparentar seriedad. Más no siempre es mejor y si se sobrecarga el teatro, cae el decorado.
'La zona', en el buen camino
Con sus más y sus menos, lo que queda claro al ver ‘La Zona’ es que estamos a un paso de encontrar una serie de calidad que provoque el ansiado consenso crítico y de público, y reconcilie al espectador seriéfilo con el producto nacional.
‘La Zona’ no es un mal comienzo, como no lo era ‘Crematorio’ –mucho mejor por su urgente y templada visión de la crisis política y económica española de los últimos años-. Pero falta mucho por recorrer. Faltan series que creen personajes creíbles en contextos cercanos. Faltan dramas que equilibren su forma con su fondo. Faltan ficciones episódicas bien hechas que nos expliquen como sociedad.
Veremos si, puestos a andar este camino, Movistar+ mejora la apuesta con las series de Cavestany, Urbizu o Alberto Rodríguez. Por lo pronto, vamos en la buena dirección.
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