La mítica productora británica Hammer sentó las bases del cine de terror moderno. Su apogeo fue a finales de los años cincuenta y buena parte de los sesenta, para más tarde en los setenta caer en picado con productos muy olvidables. Hace unos años la productora resucitó de entre los muertos y nos deleitó con películas como ‘Déjame entrar’ (‘Let Me In’, Matt Reeves, 2010) o ‘La mujer de negro’ (‘The Woman in Black’, James Watkins, 2012), uno de los éxitos recientes de la productora en el que se evocaba viejas fórmulas del género.
El film no sólo fue un éxito, sino que además fue bien recibido por la crítica. La secuela era más que lógica y esperable. Lo que ya no nos esperábamos algunos es que su nivel fuese de una calidad ínfima, estando además totalmente alejada de la atmósfera del primer film, dando la sensación de que no hablamos de una secuela, a pesar de los lugares en los que se ambienta, sino de un film de terror al uso e independiente que nada tiene que ver con su predecesora. ‘La mujer de negro: El ángel de la muerte’ ('The Woman in Black 2: The Angel of Death', Tom Harper, 2014) es una película realizada sin ningún interés y que no provoca ni la más mínima emoción.
Aproximadamente unos cuarenta años después de los hechos acaecidos en la anterior entrega, la presente nos muestra a una profesora, en la piel de una entregada fútilmente Phoebe Fox, que junto a otra maestra y un grupo de niños huyen del Londres de la Segunda Guerra Mundial, terminando con sus huesos, nunca mejor dicho, en el siniestra casa donde el famoso fantasma volverá a hacer de las suyas. O así debería haber sido, porque lo que son apariciones fantasmales más bien pocas, y el nivel de miedo, si es que se puede medir, bajo mínimos. A pesar de los subidones de volumen del sonido mientras la cámara parece que va a relevar algo terrible, la película no inquieta, y lo que es peor, ni siquiera ofrece los típicos sustos.
Anodina y aburrida
La historia mezcla traumas pasados de la protagonista –mostrados con unos molestos y efectistas flashbacks− con la situación actual en la que la famosa mujer de negro, que aquí brilla más bien por su casi ausencia, amenaza con llevarse uno a uno a todos los niños teniendo especial interés en el “raro” del grupo, un impresionable niño que se comunica con los demás escribiendo notas. Tan sencilla premisa se vuelve contra la propia película ante la falta de pasión o riesgo por parte de su guionista, que cae en lugares comunes, y una puesta en escena anodina por parte del televisivo Tom Harper.
Ni siquiera, el espectacular entorno que rodea la casa maldita, la isla en la que descansan sus antiguos muros, rodeados de un mar que oculta en su fondo secretos mortales, es aprovechado por el director para crear una buena atmósfera terrorífica —el operador George Steel confunde tenebrismo con oscuridad total—. Por no hablar del hecho de que los acontecimientos ocurren porque sí, careciendo de progresión dramática y conduciendo hacia un desenlace tan confuso como anticlimático. Cliché tras cliché, tópico tras tópico en un film de hora y media que además ni entretiene, sino todo lo contrario.
Al lado de Fox tenemos a un Jeremy Irvine, lejos de su descubridor Spielberg, totalmente falto de carisma y con un personaje ridículo que justifica su presencia en el atropellado final. En cuanto a las apariciones del fantasma femenino, éstas dejan mucho que desear, y con frases de diálogo tan patéticas como “algo terrible ha sucedido aquí”, el film no recupera el vuelo jamás y se pierde en el olvido más que merecido. Podríamos tener dentro de un par de años otra entrega. Porque sí. Pero mucho va a tener que cambiar la Hammer si quiere provocar las excelentes reacciones de antaño.
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