John Wick ha vuelto en una tercera entrega en la que el ritmo no decae pero en la que, inevitablemente, y dado el giro hacia el disparate y hacia un circense "más difícil todavía" en la segunda entrega, lo único que puede hacer es pisar el acelerador y no mirar atrás. El resultado es, quizás, la película occidental de acción más trepidante y memorable del año, pero también una en la que las -aún firmes, irreprochables- costuras de la franquicia empiezan a estar a la vista.
Eso no es necesariamente negativo: se trata sencillamente de que 'John Wick: Capítulo 3 - Parabellum' no da un paso lateral y hace una propuesta distinta, sino que sencillamente potencia los hallazgos de las dos entregas anteriores. Lo malo es que el guiso sabe (muy levemente, por suerte aún puede presumir de desafiante originalidad) a recalentado. Lo bueno es que sigue siendo un potaje de primera categoría: las novedades son suficientes, el "más alto, más fuerte, más rápido" aún no ha tocado techo -aunque en la próxima entrega quizás esté ya a niveles de disparate a lo 'Fast & Furious'- y, francamente, el carisma y presencia de Keanu Reeves parece no tener límites.
En todo lo que incrementa, 'John Wick 3' es previsible dentro de su aún generoso espacio para la sorpresa: las peleas, los tiroteos y las persecuciones son más espectaculares y desmesuradas que nunca. Las coreografías son más intrincadas, llegando en sus mejores momentos casi hasta al nivel de cine oriental de última generación (aunque 'The Raid' ocupa un trono que John Wick no alcanza); la violencia es más grotesca; las escenas en sí, en fin, son las más maratonianas de toda la franquicia -en algún caso uno diría que demasiado: tanto la de Halle Berry como el clímax final se habrían visto beneficiadas con algo de tijera, pese al lucimiento de Mark Dacascos y los villanos salidos de 'The Raid'-. Y Keanu Reeves pelea mejor que nunca, y el salto en términos de fluidez y velocidad que ha dado desde la -ya muy notoria- primera entrega es considerable.
Y en cuanto a la ampliación de su mundo, la película sigue apretando las tuercas de la credibilidad, de nuevo con un (momentáneo) viaje internacional, introduciendo alguna asociación al margen de la Mesa -unos asesinos soviéticos con quienes se formó el protagonista-, poniendo cara a los métodos y varios altos cargos -y funcionarios- de la asociación de criminales y desvelando más y más sobre el Continental. Hasta se nos dan vagos datos sobre el pasado de Wick a través de Halle Berry, aunque en general la película juega a conservar el misterio de su cada vez menos misterioso antihéroe. El mundo construido por Derek Kolstad (guionista) y Chad Stahelski es tan consistente que permite ampliar y tensar algo más las exigencias al espectador.
'John Wick 3': Todo el peso sobre los hombros de Keanu Reeves
Antes de afrontar el visionado de 'John Wick 3' he revisado las dos primeras entregas para tenerlas frescas y poder compararlas, sobre todo a nivel de tono e intensidad. Me ha sorprendido hasta qué punto la primera es una película sobria y concisa comparada con las otras dos, más en en la onda de un thriller desnortado -ya desde su propio argumento, con una venganza como base y una sinopsis que se resume en dos líneas-, mientras que en sus secuelas la intensidad, el colorido, y la violencia explosiva sube varios enteros.
Algo que hace muy bien la saga -aprendido de la estructura argumental del cine de artes marciales- es cambiar un pequeño elemento en las circunstancias del héroe, para que aunque la estructura de su nueva peripecia sea la misma, cambien las condiciones, normalmente más complicadas para su supervivencia. Así, la segunda ponía al descubierto el universo de los asesinos que operan con rígidas reglas al margen de la sociedad y, tras la sencilla aventura individual de venganza primigenia, se ponía precio a su cabeza. En la tercera parte, John Wick arranca donde quedó la anterior, expulsado de esa sociedad de asesinos por romper las reglas y sin lugar donde esconderse.
'John Wick 3' es, esencialmente, una persecución incesante y con pocos momentos de descanso para Wick, pero donde tiene tiempo de reencontrarse con sus orígenes como asesino, cobrar algunas deudas de sangre (como ya vimos en la segunda parte, solo que esta vez le sale algo mejor). Y sí, por supuesto que todo acaba en un punto y seguido donde de nuevo cambian las circunstancias para el protagonista, en una entrega que ya no hace ningún esfuerzo por disimular su condición seriada.
Hay en 'John Wick 3' unos cuantos momentos en los que tontea con la repetición y la clonación de hallazgos previos. El humor autoconsciente -citas a 'Matrix' incluidas-, por ejemplo, es cada vez más evidente y menos fino: siempre ha estado ahí, desde la primera película, pero cada vez los protagonistas son más conscientes de que son personajes de cómic, con sus americanas antibalas y su sobrehumana resistencia al desangrado. Sin embargo, el conjunto conquista gracias a secuencias de acción tan gloriosas como la continuada, incesante persecución del primer cuarto de hora, que incluye un libro de cuentos rusos como arma letal y la mejor secuencia de acción del film, portagonizada por varios cuchillos arrojadizos.
John Wick está lejos de desgastarse, pero sería absurdo negar que es un problema que se otea en el horizonte. Está claro que el personaje, admirablemente encarnado por un Reeves que sabe y explota que la letal sobriedad de su héroe es la antítesis perfecta de su imagen pública como actor, tiene cuerda para rato. Pero quizás es momento de empezar a plantearse cómo cerramos esta estupenda franquicia, ya un clásico moderno del género, en lo más alto.
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