Casi tres años ha costado traer a España de manera oficial la última película de Peter Strickland, uno de los cineastas más personales, interesantes y rotundos del momento. El británico, que no cuenta en su haber con ningún largometraje que no resulte profundamente estimulante, se encuentra cómodo entre fetiches, desaires y un humor a prueba de espectadores poco dados a la experimentación. Otra extraordinaria película de un director infalible.
Vestidos para matar
A pesar de que a simple vista pueda parecer lo contrario, el cine de Peter Strickland está en constante movimiento. Su estiloso aire de cine de autor europeo contrasta con la rudeza de quien lo intenta pero o no sabe o no puede o no quiere. Todos quieren ser Lars von Trier, pero casi ninguno puede llegar a parecerse a Strickland. Ni Ben Wheatley aguantó el envite.
'Katalin Varga', el arisco debut del británico, tiene cierto aire a la 'Medea' que el visionario director de 'Melancolía' rodó a finales de los ochenta para la televisión danesa. Aquel proyecto de micro presupuesto, financiado íntegramente con el bolsillo de Strickland a raíz de una herencia, filmado en los Cárpatos con un elenco exclusivamente rumano, marcaría el rumbo de la carrera de Strickland. Más allá de su crudeza llamaba la atención el especial cuidado del sonido, algo característico en un cine donde se construyen universos a partir de una mezcla saturada de efectos sonoros, silencios y alucinantes bandas sonoras.
Con su último trabajo, 'In Fabric', Strickland logra un horror en tiempos de rebajas, algo que no significa que estemos ante un terror de saldo. Al igual que en la obra maestra de Quentin Dupieux, 'La chaqueta de piel de ciervo', nos encontraremos con otra juguetona maldición textil, aunque en este caso los referentes serán mucho más tradicionales, europeos y excesivos. Aunque todo esto pueda parecer imposible.
Los fans del cine de Strickland están de enhorabuena. Todos los elementos, el toque Strickland que hace especial cada uno de sus largometrajes (y también en formatos reducidos, como su increíble aportación para 'The Field Guide to Evil'), están perfectamente reflejados en una película que solo se resiente de su propio malditismo. Ideada para estar formada por tres historias, se nota un leve desequilibrio en su resultado final.
El director baña el horror británico de mediados del siglo pasado en pintas de cerveza turbia y vuelve a ganar la partida. La brujería de saldo, el hechizo de las rebajas, se convierte en una extraña y muy bizarra historia de humor y horror, como siempre, llena de excesos.
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