A lo largo de la historia del cine hemos visto esta misma situación en muchísimas ocasiones: una película con una premisa muy concreta se estrena, y a los pocos meses o, incluso, semanas, llega a los cines otro largometraje muy, pero que muy parecido. Esto, por norma general, no suele tener nada que ver con copias o plagios, y obedece a simples casualidades dentro de unos estudios que beben de las mismas fuentes sociales, políticas y culturales a la hora de crear y dar luz verde a sus proyectos.
Por poner algunos ejemplos, esto ocurrió en 2013 con 'Asalto al poder' y 'Objetivo: La casa blanca', en 2006 con ‘El ilusionista’ y ‘El truco final’, en 1999 con ‘El show de Truman’ y ‘Ed TV’, en 1998 con ‘Armageddon' y 'Deep Impact’ y con ‘Bichos’ y ‘Hormigaz’, en 1997 con ‘Un pueblo llamado Dantes Peak’ y ‘Volcano’... La lista es casi infinita y el último caso lo hemos tenido este 2024, que parece ser el año del terror religioso con la maternidad más angustiosa como tema principal.
Con el estreno de la fantástica ‘La primera profecía’ aún reciente, ‘Immaculate’ llega a nuestros cines con una propuesta que es a su vez complementaria y antagónica a la cinta de Arkasha Stevenson, y que nos ofrece una hora y media de lo más intensa cargada de horror, monjas malrolleras, unos cuantos sustos y un toquecito gore que la convierten en un título ideal para una sesión de medianoche ideal.
Santa Sydney
En ‘Immaculate’, Sydney Sweeney, que hace doblete como productora y protagonista, continúa reivindicándose como una de las grandes estrellas del Hollywood actual con un futuro brillante por delante. Y es que después de devolver a la vida a la comedia romántica con la divertidísima ‘Cualquiera menos tú’, la actriz ha dado el salto al terror con muy buen pie, mostrándose comodísima pegando gritos y sufriendo entre litros de sangre y blasfemias de todos los tipos.
En esta ocasión, Sweeney, de la mano del director Michael Mohan, nos sumerge en un convento de la campiña italiana que esconde muchos secretos y que embotella entre sus muros una historia sobre milagros imposibles y embarazos no deseados que evoluciona poco a poco hasta desembocar en un fin de fiesta tan inesperado como demencial. Sin duda, una auténtica montaña rusa que, sin inventar nada nuevo, exprime hasta la última gota sus muchos referentes mientras se las apaña para desmarcarse de ellos ofreciendo algo mínimamente original.
Tras sus primeros compases, en los que se presenta con detalle el escenario y todas las piezas del tablero, ‘Immaculate’ se centra en construir una atmósfera malsana y opresiva que se va recrudeciendo progresivamente entre jumpscares bastante efectivos —algunos de ellos reciclados de títulos recientes similares como ‘Hermana muerte’—, detalles profanos, iconografía cristiana siniestra y algún que otro arrebato de violencia explícita.
Pero es cuando se aproxima a su tercer acto cuando la producción pega un puñetazo sobre la mesa y se reivindica como una experiencia más que digna de nuestro tiempo. Es entonces cuando ‘Immaculate’ decide desmadrarse, dejar el suspense a un lado y convertir a Cecilia en una auténtica final girl, girando hacia los terrenos del survival mientras saca a pasear un repertorio de animaladas y body horror para enmarcar que culmina en un final de esos que no se olvidan y que, seguramente, dará mucho que hablar.
Es, precisamente, este último tercio y todo lo que implica a nivel dramático lo que la distancia de ‘La primera profecía’ tanto a nivel de forma, narrativa y tono, siendo mucho menos refinada y clasicista, como en lo que respecta a su discurso y a su modo de tratar la maternidad, con una crudeza que te hace salir del cine perturbado y, al mismo tiempo, con una sonrisa cómplice en la cara.
Además de por este frescor que destila en sus 20 minutos finales, y sin ser perfecta bajo ningún concepto, ‘Immaculate’ acumula un buen puñado de aciertos que hacen de ella una película de terror notable. Sydney Sweeney está entregadísima, la ambientación es tremendamente efectiva e inunda el patio de butacas desde su brutal primera escena, no tiene excesos de exposición, tiene un puntito de cachondeo interno y autoconsciencia que le sienta a las mil maravillas…
Todo esto ayuda a confeccionar un cóctel que combina elementos de ‘La profecía’, de ‘La semilla del diablo’, del terror gótico de la Hammer y del cine de género italiano de los 60 y 70 ideal para una sesión doble junto a ‘La primera profecía’. Sydney Sweeney, no te alejes del terror, porque esta toma de contacto no podría haber sido mejor.
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