Es una pena que siga habiendo gente que crea a pies juntillas que ya no hay humor ni formatos innovadores en la televisión estadounidense. Vivimos en un momento audiovisual en el que han convivido 'Los ensayos', 'How to with John Wilson', 'Documentary Now', 'El show de Eric Andre' o este 'I think you should leave': negar la realidad y el estado de forma de la comedia actual es, simplemente, muestra de cerrazón mental y no querer abrirse a formatos que, cada vez más, se encierran en sí mismos y son café para los más cafeteros. Y la tercera temporada del creado por Tim Robinson viene bien cargadito.
El absurdo de lo imprevisible
Lo mejor de cada sketch de 'I think you should leave (with Tim Robinson)' es que tiene un desarrollo absolutamente imprevisible, en parte por la manía de su protagonista por negarle al público un punch final, una frase o un momento que cierre toda la locura. No es necesario: los sketches del programa de Netflix son puro planteamiento, un río que no para de fluir, un descenso a la locura en el que lo de menos es que termine de forma satisfactoria. Este programa no quiere ser el amigo de un público adormecido: su rareza tanto en tono como en forma busca una audiencia que juegue con él. Y por suerte, parece que existe.
Es un milagro que esta serie haya tenido tres temporadas en una Netflix acostumbrada a cortar todo lo que no les da beneficios inmediatos. Tim Robinson es un cómico de culto que tiene más que ver con Tim Heidecker y Eric Wareheim que con Jerry Seinfeld: sus sketches traspasan el intento de viralidad barata y se centran en alargar todo lo posible la idea inicial con giros y giros dentro de los giros. Si entras, probablemente acabes con dolor de barriga de tanto reír. Si no, no te voy a engañar: estás ante el tedio más grande de tu vida.
La brillantez de 'I think you should leave' nace de su aparente sencillez. Cada sketch comienza en un lugar común (un reality show al estilo 'Para toda la vida', una fiesta, una reunión laboral, pidiendo comida rápida) y poco a poco va torciéndose hasta recubrir ese lugar común de histeria, anormalidad y comedia, como si fuera una mole que no pudiera dejar de engullir la rutina y la normalidad. Los personajes de Tim Robinson nunca quieren parecer normales: son esa parte de nuestra cabeza que nos dice "¿Y si hago exactamente aquello que sé perfectamente que no debo hacer?". El resultado, brillante.
La fórmula de la comedia
Cierto es que en esta tercera temporada, a 'I think you should leave' se le empiezan a ver las costuras. No es que sea un problema real: en apenas seis episodios de quince minutos cada uno no da tiempo a cansar ni a dejar reflexionar, y menos cuando estamos recibiendo estímulos constantes. Pero el formato de la mayoría de los sketches, basados en "Un tío raro se obsesiona exactamente con una tontería y a su alrededor nadie entiende nada" empieza a ser, un poco, la rutina de la que pretende huir.
Eso no quita, claro, para que cada gag esté medido al milímetro, desde el cerdo con la careta de Nixon hasta el soltero que se apunta a un reality de ligar para lanzarse en tirolina o la peor primera cita posible contada en el sitio menos adecuado del mundo. Robinson ha medido los sketches con precisión y sabe exactamente cuánto deben durar, dónde cortarlos y cuál poner después. El resultado es una coctelera hilarante que no llega a las cotas de grandeza de sus dos primeras entregas pero sigue siendo un oasis para los amantes del humor diferente.
Incluso en sus sketches más burdos y obvios, Robinson siempre se las apaña para subvertir tus expectativas incluso con lo que ya esperabas como fan. No en vano The Lonely Island, uno de los grupos de comedia más importantes e influyentes del siglo XXI, son los productores ejecutivos del programa en una temporada donde se acerca más que nunca al "hit or miss", con minutos gloriosos (la puerta de seguridad para perros, el Conductor Cantor de Jazz) y otros que nunca terminan de despegar. Es irregular, sí, pero sigue siendo una pieza imprescindible para entender aquello que algunos han dado en llamar el posthumor.
Alejándose del estilo cutre (Y que anticipó TikTok una década antes) de 'Tim and Eric Awesome Show! Good Job!' o del más elegante de 'Key & Peele', Tim Robinson se lanza a un humor absurdo que de primeras puede causar cierto rechazo (dependiendo de lo acostumbrados que estemos a la comedia menos convencional) pero al final te arrastra como una marea. Hemos tardado dos años en tener más 'I think you should leave' y es posible que nunca más tengamos nuevos episodios, pero no importa: su mera existencia en un streaming como Netflix ya es un golpe de suerte del que todos nos beneficiamos y cuya influencia se dejará ver a lo largo de los próximos años. Tiempo al tiempo.
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