En el sexto episodio de la octava temporada de 'House', el ilustre doctor catódico sentenció con su habitual seguridad que "todos los padres joden a sus hijos", y no seré yo quien juegue al psicoanalista, pero cuando llegas a cierta edad, una de las grandes preocupaciones existenciales a las que puedes enfrentarte es a la férrea lucha por no convertirte en alguno de tus progenitores y heredar sus conductas o características más nocivas.
En lo que al cine respecta, lo mejor que puede hacer un realizador a la hora de abordar una adaptación o una nueva versión de un clásico es, precisamente, evitar en la medida de lo posible cualquier herencia de sus ascendientes —o, en este caso, referentes— para parecerse lo mínimo posible a ellos; pudiendo volar libre de cargas y ofrecer un producto mínimamente especial.
Con su fantástica versión de 'El hombre invisible' estrenada en 2020, Leigh Whannell aprendió esta valiosísima lección que ha vuelto a poner en práctica con 'Hombre lobo': una reinterpretación de la eterna monster-movie de Universal dirigida por George Waggner en la que la sencillez no está reñida con la efectividad, y en la que la paternidad y sus aspectos más dañinos sirven como un telón de fondo menos contundente de lo que cabría esperar.
Gran empaque, poca mordida
Si algo elevó el anterior largometraje del director, eso fue el modo en que envolvió su ya de por sí tenso metraje con un fondo discursivo y temático generalmente impropio de este tipo de producciones, especialmente cuando están gestadas bajo el ala de un gran estudio. Y es que la exploración de las relaciones tóxicas de pareja en la era post-#MeToo hizo aún más terrorífica la historia basada en la novela de H.G. Wells.
En el caso que nos ocupa, el cineasta ha vuelto a optar por dotar al relato de un trasfondo que, si bien es funcional y da empaque tanto a la producción en sí como a sus protagonistas, se antoja mucho más convencional y menos atractivo que lo visto hace cinco años; algo que en última instancia afecta a un impacto emocional que, pese a los esfuerzos, termina brillando por su ausencia.
Pero mientras el poso dramático deja a medias, Whannell se las apaña para articular en 100 escuetos minutos un ejercicio a medio camino entre el home invasion y el body horror cuyas comparaciones con 'La mosca' de David Cronenberg están más que justificadas, y que cumple con creces con su cometido de entretener sin alardes una vez superado su farragoso y tremendamente dilatado primer acto.
Con 'Hombre lobo', el director y guionista vuelve a hacer gala de sus dos mayores virtudes, comenzando por su estimable capacidad para reducir grandes conceptos a una escala relativamente pequeña. Lo hizo con su apabullante actioner de ciencia ficción 'Upgrade' —probablemente su mejor trabajo hasta la fecha—, repitió con la mencionada 'El hombre invisible' y ha reincidido con su cinta licantrópica, que sólo necesita cuatro personajes y una cabaña en el bosque para resultar eficaz.
Por otro lado encontramos su notable mano para mover la cámara que ya cautivó a muchos en sus anteriores largos, y que hace nuevamente acto de presencia —aunque algo diluido— entre rolls imposibles y planos de seguimiento espectaculares que, combinados con un tratamiento sonoro de lo más contundente y la fotografía low-key de Stefan Duscio, hacen que la experiencia sea digna de ser disfrutada en una sala de cine.
Aunque fuera de toda duda, el gran reclamo y la mayor virtud de 'Hombre lobo' se encuentra en su gusto por los efectos prácticos, las prótesis y el maquillaje, y su voluntad por dejar el CGI en un segundo término —salvo en algunos planos concretos usados para remarcar puntos de vista con un acabado realmente horrendo—. Una decisión que, más allá del efectismo gore, enriquece la empatía con el protagonista y su progresivo deterioro físico.
Desgraciadamente tenemos que dar la razón una vez más al Doctor Gregory House, y es que Leigh Whannell, como padre de la criatura, no ha sido capaz de redondear su obra; condenándola a ese limbo al que acuden todas esas películas que vemos, disfrutamos y olvidamos casi al momento por culpa de su narrativa apresurada y casi anecdótica. Algo que, por otro lado y teniendo en cuenta los tiempos que corren, tampoco está nada mal.
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ElTamagochiAhoraEn3D
A mí me ha parecido un tostón.
Alguien en futuros años va a tener que revisar la androfobia que salpica el cine actual, igual que hacemos ahora con la misoginia del cine de los 90. Y no es que la crítica a los vicios de cierto tipo de masculinidad me moleste. Al contrario, me gusta que las películas teman buenos temas de fondo, cuando el director o la directora saben integrarlos en un buen argumento. No es el caso.
Fui esperanzado a ver esta película, primero porque hace tiempo que no tenemos un buen lobo que llevarnos a la boca, y por otro porque me gustó El Hombre Invisible. Ahí si que le vi la gracia al juego de Leigh Whannell de usar al monstruo como metáfora de las relaciones tóxicas. El equilibrio entre tema y argumento era mucho mejor, la película tenía mejor ritmo.
Poco de eso he visto aquí. LW se ha vuelto perezoso. "¡Ah!, ¿Qué la última parece que gustó? Ok. Ya he visto lo que tengo que hacer". Era previsible. Y ya entré prevenido sobre lo que iba a encontrar.
Lo que no me figuraba era que el zurriagazo que le iba a meter a la figura del Hombre iba a ser tan obvia y tan gratuita. Porque en esta historia, si algun personaje merece ser resaltado como buen progenitor, es el del padre: él es quien está cerca de su hija, él es a quien ella adora, él es quien la protege de los peligros... Y sin embargo, el mensaje de la película parece claro: en el siglo XXI, no necesitamos a los hombres para nada. Podemos erradicarlos del mapa, las mujeres nos apañamos bien solas.
Uno de los dos, o LW o yo, nos hemos hecho la pirula un lío. No descarto que sea yo. ¿Alguien interpreta de otra manera el plano final?. He visto pocos casos en los que el mensaje que se quiere transmitir se de más de tortas con la historia que te han contado para transmitirlo.
No me molestaría tanto si por lo menos la película fuese entretenida. No lo es. Para mí al menos. Admito que tengo problemas con el cine de terror actual. He visto tanto del género que me aburrren soberanamente esas largas escenas de gente caminando despacito por la casa, sin decir nada, esperando que llegue el susto telegrafiado. Quizá si tuviese trece años mi visión sería distinta. En esta película hay muchas de esas escenas, rodadas al uso actual: escenario único, poca iluminación y filtro azul más feo que la iluminación de un after hours. Lo típico para sumirme en una buena siesta. Cosa que hice por cierto.
Al final, una película que lo juega todo al mensaje y, sospecho, a la polémica que genere. Ya cansa. La película también.
Temiendo ver qué hace LW con la Momia.
Doctor Tura
...son desopilantes en este blog: el hombre lobo de Whannell no es hombre lobo. Pues, el hombre invisible tampoco era tal. Pero se cansaron de chuparle la polla hasta la próstata...