Desde la maja 'Babe, Pig in the City', que data de 1998, no habíamos vuelto a saber nada del hombre que demostró que a veces las segundas partes son mejores que las primeras, el australiano George Miller. Y ha regresado por la puerta grande con un film de animación en 3D (¡cómo no!) para toda la familia, contando muchas más cosas de las que sugiere su divertido trailer. Y a lo mejor queda exagerado decirlo, ya sabeis que me dejo llevar por la emoción, pero es probable que nos encontremos ante la mejor película de Miller, llena de vitalidad y atreviéndose a hacer algo que nadie suele hacer en las últimas producciones animadas: mezclar imágenes reales con imágenes animadas.
El argumento os lo conoceis de sobra. Los pingüinos vienen al mundo dotados con un don, el de saber cantar perfectamente. Su misión en esta vida consiste en hayar la canción perfecta que cada uno lleva en su corazón, dejarla salir y enamorar a la pingüina de turno en un ritual de seducción lleno de estupendas canciones. Sólo aquel que sepa dar bien el cante se llevará la pingüina al huerto. Pero hete aquí que un día nace nuestro protagonista, Mumble, un pingüino que no tiene ni idea de cantar, ni siquiera está dotado para aprender, eso sí, Dios le bendijo con unos pies maravillosos con los que es capaz de marcarse el mejor de los bailes y contagiar a todo el mundo con el ritmo que lleva metido en el cuerpo. Claro que precisamente por eso, lo tachan de raro y le dan de lado.
La premisa argumental está más que manida, personaje con un don especial y que no encaja entre los de su propia especie, por lo cual se siente rechazado. No obstante y como mandan los cánones en este tipo de films, encontrará la fuerza suficiente para no rendirse y seguir hasta donde su corazón le dicte. Aún así, el hecho de que la historia nos sepa un poco a conocida no es óbice ni circunstancia como para no disfrutar de esta maravillosa película. Miller lo consigue gracias a unos personajes carismáticos que enseguida simpatizan con el público y a los que les cogemos cariño, y también por ofrecernos a lo largo de todo el film unas cuantas secuencias antológicas, verdaderas set pieces que dejan con la boca abierta, no sólo por la perfección de su animación, sino por la emoción pura y dura que desprenden.
Así pues, citar y sin desvelar nada importante, escenas como el incio mismo del film, verdaderamente prodigioso; dos escenas de enfrentamiento, una contra una foca, y la otra contra dos orcas, escenas prodigiosamente rodadas con un sentido del montaje y del ritmo únicos, aparte de que son capaces de meternos en el cuerpo la sensación de inseguridad y peligro, de hacernos vivir la experiencia, y es en escenas como esas donde se nota la mano de un director distinto a los que suelen realizar los films animados. Las escenas de baile también son espléndidas, y ahí te meten el ritmo en el cuerpo, no son pocas las veces en las que uno está deseando levantarse de la butaca y ponerse a bailar y cantar las numerosas canciones que salen en el film, por cierto, muchas de ellas muy conocidas, salvo evidentemente las hechas para el film y así intentar que les nominen al Oscar. Podria estar enumerando secuencias hasta mañana, asi que es mejor que dejeis lo que estais haciendo y vayais directos a sentir todas y cada una de ellas.
No obstante, la película tiene un error que le impide ser esa obra maestra que merecía ser. Al estar dividida en tres bloques bien diferenciados, hay un bajón de ritmo bastante pronunciado a partir de la mitad del film que le afecta bastante. Por un lado tenemos la película musical, llena de canciones y bailes a cada cual más pegadizo, salvo una, pero no diré cuál. Por otro lado tenemos la película de aventuras en la mejor tradición del género, con un viaje en busca de respuestas superemocionante y espectacular. Y al final, con cierto giro en la historia, tenemos el film ecologista, con el verdadero mensaje de la película y donde Miller descubre por fin sus cartas. No siempre consigue que las tres partes cuajen a la perfección.
Esa parte es la que yo considero más arriesgada, ya que Miller compagina varias cosas, entre ellas el mezclar animación con imagen real, y no lo hace porque sí o por que le quede bonito, sino para marcar las evidentes diferencias entre personajes bien distintos los unos de los otros. No quiero desvelar nada de esa parte asi que no me extiendo demasiado, pero la aparición de cierto verdadero peligro, y la forma en la que el director lo muestra por primera vez es uno de los aciertos de guión más inteligentes que he visto en años, no sólo porque está perfectamente explicado gracias a las pistas que se nos van dejando a lo largo del metraje, sino porque logra el efecto deseado con esas secuencias, efecto que cada uno tendrá que consultar con su propia conciencia. Y que conste, que toda la parte final es una completa utopía que jamás será posible, pero es una utopía que un servidor se cree, de la misma forma que se cree a unos pingüinos cantando y bailando. Porque esa es la magia del Cine.
Dejo para el final la más que evidente analogía que se hace de los Estados Unidos y Cuba, pero aquí cada uno lo verá de forma distinta, dependiendo de las ideas políticas que cada uno tenga, y como no mezclar política con el cine es uno de mis mandamientos a la hora de disfrutar del Séptimo Arte, pues no lo haré, ese tipo de gilipolleces se las dejo a otros más preparados para ello. Yo me quedo a disfrutar de principio a fin con esta magnífica película que deslumbrará tanto a pequeños como a grandes. No me extraña que venciera a taquilla incluso a James Bond, es merecidamente uno de los mayores éxitos de este año que ya se acaba. Como es una de las pocas películas que he visto doblada, me he tenido que joder y no he podido disfrutar de las voces originales, asi que subidle algún punto a esta crítica y tendreis lo que realmente me ha parecido el film.