No sé si coincidiréis conmigo en que, a la hora de valorar un filme, entran en juego muchas variables que, a fin de cuentas, se pueden englobar dentro de dos grandes grupos, aquellas que podemos discernir "en caliente" tan sólo salir de la sala, y las que necesitan de un cierto tiempo de reflexión para decantarse. Y casi me atrevería a decir que en estos dos mismos grupos podemos englobar a las producciones mismas, encontrándonos películas como esta 'Hansel & Gretel. Cazadores de brujas' ('Hansel & Gretel: Witch Hunters', Tommy Wirkola, 2013) que hoy nos ocupa, de las que es mejor hablar cuanto antes, y otras que requieren un espacio y un momento adecuados para aproximarse a su análisis. Huelga decir que pertenecer a la primera de las categorías no suele —énfasis en el suele— hablar muy en favor de lo que una cinta puede ofrecer.
La historia que Tommy Wirkola pone en pie en esta libertina —que no libre— aproximación al inmortal cuento de los hermanos Grimm sigue a Hansel y a Gretel tras un brevísimo prólogo que es lo único que se parece a lo que el relato original ofrecía para, a partir de ahí, comenzar a divagar acerca de unos jóvenes adultos que dedican su tiempo a matar a toda bruja que se ponga a tiro de sus armas. Pero la aparición de Muriel, una poderosísima hechicera que quiere conseguir que las brujas no sean vulnerables al fuego (sic), llevará a los hermanos a un peligro que hasta entonces no habían conocido.
Si hay algo que caracterizaba a 'Zombis nazis' ('Død snø', Tommy Wirkola, 2009) el filme por el que el nombre de Wirkola comenzó a sonar con fuerza entre los aficionados al cine de terror, era que sabía mezclar con bastante tino las claves del género de muertos vivientes con un negro y desenfadado sentido del humor que convertía al conjunto en un divertimento de primer orden tan descerebrado como hilarante. Y eso es lo que, en primera instancia, le falta a esta cinta, sentido del humor: cuando uno ve los parajes donde se desarrolla la acción y observa esas cabañas tétricas y llenas de tablones desvencijados no puede evitar recordar al 'Evil dead' original de Sam Raimi y la espléndida capacidad que el joven realizador tenía por aquél entonces para aún en la más macabra de las situaciones sacar partido, tanto en lo visual como en lo argumental, de lo risible del conjunto —algo que aumentaría sobremanera tanto en la segunda parte como, mucho más, en la alocada 'El ejército de las tinieblas').
No sé si Wirkola se habrá planteado en algún momento del rodaje de esta infumable producción las muchas concomitancias que el desarrollo de ciertas acciones tienen para con la saga ideada por Raimi pero, de haberlo hecho, otro gallo le habría cantado a estos noventa minutos escasos que ponen de relieve, en un desaguisado tamaño XXL, los males que aquejan al cine actual: carencia de imaginación y, sobre todo, originalidad; desconocimiento de qué diantres hacer con la cámara una vez baja la claqueta; aún mayor desconocimiento de cómo leñes funciona un programa de edición y qué hacer con él para mejorar la ínfima calidad de lo que hay plasmado en el guión y abuso —hasta límites que rayan en lo doloroso— de todo lo que cualquier detractor del 3D usa para afirmar que dicha tecnología no aporta nada a la experiencia del visionado de un filme.
Todos estos males se materializan, de forma más o menos directa, en un libreto que refríe sin mucho cuerpo tantos tópicos como puede del cine de aventuras contemporáneo mezclándolos con unos diálogos de manual y ciertos apuntes —¿a qué narices viene lo de la diabetes de Hansel?— que en ningún momento respetan la suspensión de credulidad en lo que a la época en que transcurre la acción se refiere; una dirección anodina, plana y vacía de brillo que hace del efectismo fácil su bandera a la mínima de cambio y que se aleja de los repuntes de originalidad que habíamos podido verle a Wirkola en su anterior producción; un montaje que, sabedor de la poca "chicha" que tiene el metraje, se ceba en epatar al espectador con cuantos más planos por minuto mejor, buscando el artificio antes que el contenido, el ofuscar antes que la claridad narrativa (y no voy a hablar de los saltos "porque sí" de escena a escena)y, por último, en un 3D que limita sus bazas a lanzar contra la pantalla cuantas más cosas, mejor.
Resumiendo aún más todo lo anterior, 'Hansel & Gretel. Cazadores de brujas' queda reducida a un dantesco espectáculo en el que se suceden las poses chulescas —¿cuántas veces se echa Hansel un arma al hombro? ¿Cuántas?—, las frases lapidarias puestas en boca de unos acartonadísimos Renner y Aterton (y mejor no sacamos a colación a Jansen o Stormare), los tiros y las peleas sin sentido y unos giros de guión que no son capaces de sorprender por su nula capacidad para evitar ser anticipados media hora antes de que aparezcan. Por todo ello, y por todo lo que me dejo para intentar borrar de la memoria el doloroso trance que han supuesto sus interminables 88 minutos, os invito a que huyáis despavoridos ante la más mínima opción de que el plan de este fin de semana —o de cualquier fin de semana por venir— incluya acudir al cine para ver tamaño despropósito.
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