Peter Quill (Chris Pratt) fue abducido de la tierra y ahora vaga por el universo como un saqueador. Cuando se topa con un orbe, en cuya posesión está interesado el temible Ronan El Acusador (Lee Pace) descubrirá una peligrosa trama en la que solamente la presencia de una asesina con extraños intereses llamada Gamora (Zoe Saldana) y un grupo de excéntricos personajes podrán ayudarle a escapar.
'Guardianes de la galaxia' (Guardians of the Galaxy, 2014) confirma que Marvel Studios ha tejido el plan de reproducir en otro medio las famosas continuidades de los tebeos que publicaron tiempo atrás. Aunque el grupo de héroes que han escogido es una actualización y es relativamente reciente (la serie data de 2008), el tono es familiar y la galería de villanos, que incluye también al mítico Thanos, ya en la búsqueda del guantalete del infinito (no mencionado pero si ilustrado) demuestra que la escala de estas películas será inmensa.
Es mérito de James Gunn hacer que un cásting tan heterodoxo como éste funcione más o menos bien. Chris Pratt, en un registro de Harrison Ford, cumple como el líder, pero son Vin Diesel, en el papel de un alienígena-planta que saca expresividad a cada frase dicha, y Bradley Cooper, como un histérico e irreverente mapache, quienes dominan la escena. Zoe Saldana, ya un icono de la ciencia ficción moderna, presta su aire de guerrera para encarnar a una asesina que al menos refresca a quienes estamos hartos de damiselas en apuros.
Benicio del Toro aparece en clave bufa y Dave Bautista completa el reparto de héroes con cierta convicción. Convertido en sosias de Darth Vader (¡otro más!), Lee Pace no tiene demasiado que hacer, excepto gritar frases grandilocuentes y parecer amenazador.
La película brilla en el diseño de producción y en las dosis de humor, donde Gunn parece estar más cómodo y menos inexperto. Convirtiendo en gags visuales las mejores secuencias, Gunn entiende la dinámica de sus personajes, las razones por las cuales resultan bufos o extraños y se permite bromas auto-conscientes y, naturalmente, forzadas pero muy divertidas referencias a la cultura pop, desde Footloose (id, 1983) hasta Jackson Pollock. En ese momento, la dinámica del grupo y de sus actores funciona, también los planos cobran el aire desenfadado de algunas viñetas. También ayuda la música, al convertir Gunn grandes secuencias de tensión en escenas más bien paródicas, al ritmo de temas de los setenta.
Credibilidad y desarrollo
Sin embargo, me hallo lejos de los entusiastas de la película. Concedo que el entretenimiento y la diversión están presentes a raudales, pero la película presenta defectos más que notables. El más preocupante es el meollo de las escenas de acción. De nuevo, planos poco favorecedores, montaje demasiado frenético y embarullamiento también narrativo. Estamos muy lejos de auténticos maestros de la secuencia de acción como James Cameron o incluso Joss Whedon. Hay escenas espectaculares, sí, pero no son especialmente emocionantes o vistosas porque Gunn escoge un montaje atropellado, incluso torpe, que no permite apreciar en toda su magnitud el trabajo de efectos especiales, tan detallista y espectacular como cabría esperar.
Y dramáticamente, Gunn es un cineasta pedestre, casi inútil. Para empezar, el inicio. ¿Cuantas madres muertas va a usar el manual de guiones tiernos de Hollywood? Y, por supuesto, Gunn está en las antípodas de, pongamos, JJ Abrams.: su trama de la madre no funciona y las interpretaciones y la puesta en escena de la secuencia son ridículas, incluyendo un tróspido subrayado visual que aparece como reiteración final en el equivocado clímax de la película.
Por si fuera poco, cada personaje tiene un pasado familiar traumático. La idea de la profundidad psicológica o el interés dramático que abunda en las películas de Hollywood, y con la pésima ejecutoria se nota más, es que "un ser humano" equivale a "un tipo con heridas del pasado". De nuevo, los sentimientos delicados no es una materia que Gunn parezca conocer u dominar y así se demuestra en todas las secuencias, tan funcionales como inverosímiles. Ni siquiera la empatía (subrayada por el guión, pero nunca bien ejecutada) que surge entre este grupo de perdedores del espacio tiene el más mínimo sentido.
Lo más agotador de todo, lo más alarmante es la hegemonía cultural de una generación que incluso a mí, que entré al cine con el mayor de los optimismos, empieza a cansarme de verdad.
'Guardianes de la Galaxia' no quiere ser otra cosa que un refrito de 'La guerra de las galaxias' (Star Wars, 1977). Y, otra vez, Han Solo de protagonista y hasta Groot cumple las veces de un Chewbacca.
Cuarenta años más tarde, va siendo hora de imaginar otro tipo de relatos, de sentimientos e incluso de ejecuciones. Lo peor que puede pasar a una galaxia tan amplia, tan sensacionalmente diseñada como esta (Cada planeta es una maravilla para los ojos) es, precisamente, que todo en ella sea tan prefabricado, fácil, predecible. Y, precisamente, Marvel va sobrada de alternativas a la cháchara galáctica.: cualquiera que haya leído los maravillosos tebeos que escribieron John Byrne, Chris Claremont o Jim Starlin, por citar solamente tres, sabe que esta hegemonía es una imposición que necesita ser desbloqueada cuanto antes.
Por supuesto, esto no significa que la película no sea todo lo divertida y distraída que debe ser. Lo es. Pero estamos lejos del brillo o el riesgo de otras películas de verano. Incluso del subgénero. Incluso una película tan modesta como 'Serenity' (id, 2005) contiene mayor emoción con una premisa tremendamente similar.
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