Siempre que sea posible, mi opción principal a la hora de ver un largometraje, independientemente de que se trate de ocio o de obligación, es hacerlo en una sala de cine. No obstante, en los tiempos que corren, es inevitable tener que hacerlo en casa de cuando en cuando, y da igual lo mucho que me esfuerce en tener las mejores condiciones para ello —con un proyector decente, unos auriculares de alta gama...—; la experiencia continúa sin ser remotamente parecida.
El último gran ejemplo de lo vital que resulta para algunas cintas la gran capacidad de inmersión que brinda la gran pantalla lo encontramos en 'Greyhound: Enemigos bajo el mar'; un filme bélico de corte naval escrito y protagonizado por un Tom Hanks que lamentó profundamente su estreno directamente en la plataforma de streaming Apple TV+.
Una vez superados los escasos 90 minutos de escaramuza marítima que ofrece la película, el disgusto del intérprete cobra mayor sentido. De haberse proyectado en cines, es muy probable que esta decente aproximación al texto original de C.S. Forester hubiese visto maquilladas con un extra de espectacularidad —puede que prefabricado por la escala de la pantalla y la intensidad del sonido— sus múltiples carencias narrativas.
Un desarrollo de personajes tocado y hundido
'Greyhound: Enemigos bajo el mar' arranca como un auténtico torpedo, poniéndonos en situación sin cortapisas y sumergiéndonos en un primer contacto entre el navío que da título al relato y la flota submarina alemana. Las órdenes vuelan, el sónar capta frecuencias enemigas, decenas de personajes vocean jerga técnica náutica difícil de comprender... no sé muy bien qué dicen, pero la persecución al U-Boot nazi es lo suficientemente tensa y está filmada con el puso necesario para mantenerme al filo del asiento.
Una vez finalizada la setpiece, tras un breve instante de calma, la situación vuelve a repetirse. El sónar detecta nuevas lecturas y el Capitán Krause vuelve a poner a sus hombres en alerta, iniciando una nueva secuencia de acción que marcará el segundo giro de 360 grados en una espiral de repetición que parece infinita, y que reincidirá sobre el mismo esquema en varias ocasiones más.
Esto, a priori, no debería suponer una mayor traba. Las batallas tienen nervio, se aprovechan del factor contrarreloj y están resueltas con un atractivo visual suficiente pese al uso y abuso de un CGI que no siempre da la talla —especialmente en las secuencias diurnas—; pero el gran problema con 'Greyhound' hace acto de presencia —junto a las primeras muestras de tedio— cuando uno se percata de que la tripulación del buque no le importa lo más mínimo.
La mayor lacra del libreto de la cinta es un tratamiento de personajes que brilla por su ausencia. Si el protagónico de Hanks —tremendamente entregado en su tarea, como de costumbre— ya es un cliché andante del que conocemos un par de detalles casi irrelevantes, los numerosos secundarios se muestran aún más desdibujados, restando enteros a la tensión y a la muerte que bucea bajo sus pies encarnada en el ejército alemán.
Todo esto empaña la solvente tarea del oscarizado Aaron Schneider al mover la cámara, situándonos en cubierta —tanto en interiores como en exteriores— con una fantástica percepción espacial y exprimiendo hasta la última gota del suspense que salpimenta un metraje que pide a gritos ser disfrutado en las mayores pulgadas posibles y sin distracciones que nos inviten a acelerar un casi ineludible proceso de desconexión.
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