Precedida por un prestigio crítico de los sectores más indie, llega ‘Good Time’ de Josh y Ben Safdie, dos hermanos empeñados en demostrar su post-cinismo vampirizador del cine estadounidense de finales del siglo XX. Ya veteranos de Cannes, son algo así como la gran esperanza blanca de la cultura millenial y parece que han dado su salto definitivo al ruedo con esta especie de docu-comedia negra que no podía estrenarse en otro lugar que en Netflix.
Como si fuese una secuela lejana de ‘Trainspotting’ (1995), moderna y en Nueva York, sus protagonistas son parias terminales de una en una especie de aventura criminal entre ‘Jo, qué noche’ (After Hours, 1985) y ‘Malas Calles’ (Mean Streets, 1973), con un arco recogido en un tenso período de 24 horas, en los que los personajes tienen escaramuzas por el barrio e interactúan con sus habitantes como un guardia de seguridad africano, una abuela jamaicana, un traficante de drogas hospitalizado que se suponen la microrepresentación de toda la ciudad.
Neo-noir urbano drogodependiente
En un intento de reflejar la auténtica subcultura newyorkina, los Safdies proponen un realismo mugriento e inmediato, con un estilo de texturas digitales y primeros planos casuales que acaban derivando en una estética feísta, urgente pero con poco calado, profusa en perezoso shacky-cam y una edición de estilo casual. No puede decirse que sus formas crudas no acompañen bien a su contenido turbio y de difícil absorción, pero se antojan un tanto caducas y, salvo la ocasional iluminación de neones, no es muy diferente a otros artefactos indies de consumo rápido.
La gran atracción de la película es Robert Pattinson, que logra transformar su acento británico como si hubiera nacido en Queens para interpretar a Connie, el hermano del disminuido interpretado por uno de los Safdie. Pattinson está casi irreconocible bajo una barba rala y una grasienta mata de pelo teñido, pero es totalmente creíble como un maleante de tres al cuarto de la calle. Después de un robo bancario fallido, Connie queda atrapado en una larga sucesión de desvíos y coincidencias en su misión para sacar a su hermano de la cárcel.
El actor logra dotar de la complejidad necesaria a un personaje plagado de claroscuros. A menudo, se le retrata como una especie de víctima, que roba por necesidad o usa la violencia como última necesidad ante la presión. El problema es que Connie no es precisamente un antihéroe y acaba convirtiéndose en el objeto del humor negro de los directores, que en sus segmentos ocurrentes van dejando por el camino la simpatía ambigua por su protagonista, transformándola en una incómoda misantropía que no acaba de encajar con el resto de piezas.
De más a menos
No estoy seguro de qué reacción busca un guion cuando un treintañero está a punto de follar con una niña de quince años negra para distraerla de su foto en el televisor. Tampoco cuando Connie le da una paliza a un guardia de seguridad también negro, al que su compañero le echa LSD en la boca. Resulta que en su dudosa moral se encuentran también las peripecias que deben hacer el camino una especie de odisea de clase pero no queda claro si están intentando crear comedia negra o cine de denuncia. Desde luego ninguna de esas escenas tiene una gracia especial.
El título ‘Good Time’ trata de ser un resumen irónico de las experiencias del drogadicto cuando roba un banco, libera a un prisionero hospitalizado o toma éxtasis fabricado en una botella de Sprite. En un amargo diálogo final, Connie se lamenta de cómo ha malgastado su vida a arrebatarle a otros, mostrándose como un verdadero parásito, que destruye las vidas de casi todas las personas con las que entra en contacto, pero para ese momento no es difícil haber roto toda empatía con él, dejando aún más desenfocada la intención del discurso.
La película tiene cierto potencial, como una versión moderna y corrupta de ‘De ratones y hombres’ (Of Mice and Men, 1992) y durante su primera mitad promete, con algunas pinceladas de gran humor absurdo y tensión, pero la idea se desinfla en una deriva hacia subtramas desarrolladas sin fuerza y ninguna escena especialmente memorables. No ayuda la rechinante banda sonora electrónica que confunde la electrónica con música de baile. ‘Good Time’ se presenta como una oportunidad perdida que desaprovecha una gran interpretación del cada vez más interesante Pattinson.
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