“Es alucinante, Molly. El amor de dentro, te lo llevas contigo. Hasta luego.” -Sam
Si esta mañana hablábamos de cómo cambiaron las cosas, por la degradación de títulos, la desaparición o el mutismo de los más grandes maestros, por los gustos cada vez más superficiales de los espectadores, entre mediados de los setenta y mediados de los ochenta, he aquí un título que, al igual que otros muchos que el lector de estas líneas estoy seguro de que puede mentar sin el menor esfuerzo, ejemplifica la grotesca dictadura de lo comercial y superfluo por encima del genio del cine. Un grandioso éxito de taquilla en todo el mundo que en su día fue calificado, por algunos críticos americanos, de soberbio melodrama, pero que, vista ahora, veintiún años después, quedan más que evidentes sus oquedades, su extremo conservadurismo, su nulo interés y su carencia de verdadero cine. Marea ver sus cifras: costó veintiún millones de dólares y recaudó en todo el mundo más de quinientos. De locos. El triunfo de lo vulgar, lo cómodo, en una época en la que tantos verdaderos directores intentaban, sin éxito, remontar el vuelo.
Pero lo que más me asombra es que esta peliculita sea defendida a capa y espada por algunos, y hasta fuera una de las cinco finalistas a mejor película del año en los chistes anuales de Hollywood. Echando un vistazo a su ficha, me entero, pues no lo sabía, de que compitió al codiciado (es un decir, pues está completamente desvirtuado y ya sin el menor valor ni prestigio crítico) premio al lado de ‘Uno de los nuestros’ (‘Goodfellas’, Martin Scorsese) y ‘El padrino, parte III’ (‘The Godfather, part III’, Francis Ford Coppola), casi nada. Y el año en que otras como ‘Muerte entre las flores’ (‘Miller’s Crossing’, Joel y Ethan Coen, 1990), ‘Cyrano de Bergerac’ (id, Jean-Paul Rappeneau), ‘Misery’ (id, Rob Reiner), ‘Agenda oculta’ (‘Hidden agenda’) deberían haber figurado en el quinteto de gala mucho antes que esta. Hasta el western ganador (que, a la sazón, no es western, sino melodrama, y en ese mismo año había otro western mucho mejor filmado, de Robert Zemeckis) era mejor que esto, por poco cine que tuviese.
Vivan los tópicos
Pero ya lo que alcanza ecos de mítica tomadura de pelo es que fuera esta película la que se alzase con el Oscar al mejor guión original (mientras que hasta cierto punto se acepta el Oscar secundario a una Whoopi Goldberg brillante en lo facilón de su papel…aunque venciese a tres competidoras muy superiores a ella), pues el libreto de Bruce Joel Rubin (cuya “eminente” carrera como guionista puede buscar el lector curioso…) adolece de una vacuidad, de una falta de ingenio y de capacidad de sorpresa, de riqueza imaginativa, de emoción e intensidad, de arquitectura dramática y visual, de todo lo que en suma convierte a un guión en un guión excelente merecedor de premios y elogios, que hay que restregarse bien los ojos para aceptarlo. Prometo al lector que hasta ahora no sabía que lo había ganado, y he leído la información varias veces y de varias fuentes distintas, por si se trataba de una errata o de una broma de mal gusto. Supongo que al final es ambas cosas. Parejita feliz que se ama mucho sufre una tragedia: a él le mata un fulano contratado por su mejor amigo, y se pasa el resto de la película protegiendo a su amada. Vale. Bien. ¿Hay algo más? Pues no.
Esto, como trama. Los personajes, por otra parte, son algo así como un desfile de tópicos destinados a enternecer el corazón del personal menos sensible (porque no es sensible el que se emociona con historietas de amor, sino el que percibe el verdadero arte, muchas veces oscuro y desesperado, y el que es capaz de compadecer y entender a individuos trágicamente defectuosos): desde el héroe con corazón de oro (que, eso sí, siguiendo las máximas de la hipócrita moral americana, promulga y ejecuta el ojo por ojo con total tranquilidad, menudo “héroe”), a la chica dulce y entrañable y guapísima (aunque con menos atractivo sexual que una monja) que se pasa el día o llorando o soriendo sin hacer nada (¡nada!) más, hasta el malo de opereta que no te crees jamás, pésimamente interpretado por Tony Goldwyn, sin olvidarnos del gancho cómico de turno encarnado por una actriz negra (por eso de lo políticamente correcto) que al final se convertirá en un gancho sensiblero más. ¿Más tópicos? Los que quieras. Amor después de la muerte (estaría bien algo antes de la muerte, algo auténtico), oscuras ambiciones económicas, temazo musical machacón…
La cosa es la siguiente: aunque algunos crean que un guionista se puso a trabajar como loco en una historia en la que creía sobre todas las cosas, y que el director se enamoró de esa historia y quiso hacerla imágenes, aquí sólo hay un motivo detrás de cada decisión, de cada imagen, de cada frase. El dinero. Fórmula bien fácil: cancioncita melosa, escenitas de besos y manos y mucha pasión (luego no hay ninguna…), angelitos más tiernos que el mazapán golpeados por la vida pero luego redimidos por ella, secundarios exagerados para darle algo de vidilla al asunto, chistecitos, miraditas, efectos especiales, aburrimiento. No hay nada, absolutamente nada interesante, ninguna escena, ninguna idea, ninguna solución lumínica. Nada. Tuvo que llegar Shyamalan para que pudiéramos reaccionar con los muertos de forma sincera: con terror y con atracción a la vez. Aquí solamente hay diabetes extrema. Y no es cierto que no me guste el cine comercial, muchas veces el cine comercial nos muestra narraciones grandiosas (y el cine de autor ladrillos infumables), pero es que esto es descarado.
Patrick Swayze correcto, sin más. Carece de química junto a una Demi Moore que luego se soltaría la coleta y haría papeles bastante sorprendentes (muchos, nefastos). Si el director Jerry Zucker hubiera puesto a otros dos, no habría pasado absolutamente nada. Pero esto no va de casting, ni de estilo, ni de puesta en escena, ni de emoción, como el gran cine. Esto va de marketing, de capturar la atención de las quinceañeras y de ser lo más fácil y digerible posible. Hasta el cartel, con ambos amantes abrazados, iluminados de azul, es horroroso. Recuerdo bien que, con once años, fui al cine y proyectaban esta junto a ‘Cyrano de Bergerac’. Adivinen cuál fui a ver.
Conclusión y una sola imagen interesante
No es cierto que no haya nada. La breve aparición del tristemente fallecido Vincent Schiavelli anima un poco la cosa. Teniendo en cuenta lo que la rodea, tampoco es mucho decir. Una película paupérrima, que ganó más dinero del que probablemente hayan hecho todas las películas juntas de Víctor Erice. Así es la vida, y así es el cine. Como dijo un comentarista esta mañana: tenemos el cine que nos merecemos.
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