Con apenas unas semanas de diferencia entre sí han llegado a los cines las nuevas versiones de ‘La bella y la bestia’ (‘Beauty and the Beast’) y ‘Ghost in The Shell’, lo cual ha provocado una oleada de comparaciones con la obra original, sobre todo porque la campaña promocional de ambas daba a entender que había grandes parecidos. Sin embargo, la segunda se enfrentaba a un reto mayor, ya que se trataba de la versión de Hollywood de un aclamado título asiático.
En mi caso he de reconocer que siempre sentí un afecto mucho mayor por el Clásico Disney que por la adaptación animada del manga de Masamune Shirow. El gran miedo en este caso es que se tratase de una puesta al día descafeinada y así ha sido, pero es que ‘Ghost in The Shell: El alma de la máquina’ también es un cansino espectáculo que carece de alicientes reales, porque el hecho de no ser un desastre se queda bastante escaso como principal virtud.
¿Accesible o indecisa?
Estaba claro que la nueva ‘Ghost in the Shell’ iba a apostar por un acercamiento más accesible a la historia original, en buena medida porque ningún estudio iba a invertir más de 100 millones de dólares en un proyecto que no creyera que iba a llegar a un público masivo. Ahí está el gran error de concepto de la segunda película dirigida por Rupert Sanders, ya que no le queda otra que reducir el material en tantos frentes que acaba siendo poco más que un pálido reflejo.
Sanders intenta compensar eso con una composición visual aparentemente en la línea de lo mostrado por el anime de Mamoru Oshii, pero lo cierto es que solo lo toma realmente como referente para elaborar lo que él debe considerar una estética deslumbrante en la que confía de forma ciega y que a la hora de la verdad solamente funciona en instantes o ideas puntuales, abrazando una gris mediocridad en casi todo lo demás -más adelante mencionaré otras cosas, pero ahora me centraré en destacar la muy efectiva banda sonora de Clint Mansell-.
En lo demás demuestra haber asimilado muy mal la cinta original, bebe con escasa fortuna de ‘Blade Runner’ y es incapaz de ir más allá de algo que puede parecer vistoso a simple vista, pero que se desgasta a gran velocidad. De hecho, las escenas de acción que deberían dejarnos con la boca abierta -la que más se aproxima a ello es la inicial; lógico que la lanzasen para intentar convencer a la gente de que había que verla- tampoco son nada estimulantes, llegando a provocar más indiferencia que cualquier otra cosa por su discreta ejecución.
Lo curioso es que ‘Ghost in the Shell: El alma de la máquina’ tampoco parece tener claro qué es lo que quiere, a veces recordando a la saga Bourne -con ciertos toques de los relatos de superhéroes-, como comentaba mi compañero Jorge, y en otras ocasiones asemejándose a ‘Robocop’, como bien apunta Tonio L. Alarcón. Ahí es donde tenía la oportunidad de aportar algo ante su escaso interés en profundizar en la reflexión planteada por la obra original, pero se acaba quedando en tierra de nadie en todo lo que plantea argumentalmente.
‘Ghost in The Shell: El alma de la máquina’, un cóctel muy mal agitado
Esa indefinición del guion de Jamie Moss, William Wheeler y el temible Ehren Kruger -aunque algo me dice que ahí deben haber metido mano tantas personas que es lógico que el resultado sea un híbrido tan mal traído- también acaba afectando al propio reparto, donde lo que realmente importa menos es el hecho de que hayan occidentalizado tanto Japón, cogiendo lo que creen que “mola” de su cultura y la obra original para que luego los actores de esa nacionalidad tengan un peso bastante insignificante.
Lo peor de todo no es tanto que deje sin armas a los actores para dar alma a sus personajes como el hecho de que aniquila cualquier tipo de interés en sus conversaciones con un resultado cercano a lo catastrófico. Por ser directo, se busca la profundidad con un toque trascendental pero, como en todo lo demás, no se va más allá de lo meramente superficial, reincidiendo así en esa naturaleza cansina que va creciendo de forma lenta pero inexorable
Como es normal, todo ello también se traslada a su reparto, donde Scarlett Johansson es la que mejor parada sale -en buena medida por los esfuerzos de la actriz-, y eso que su Major también se queda en tierra de nadie entre la frialdad robótica y los sentimientos humanos, no terminando de canalizarlo nunca de forma satisfactoria. En los demás predomina la sensación de decoración de lujo o de meros monigotes para poder contarnos la historia de la protagonista. Imperdonable el paupérrimo uso de intérpretes de la talla de Juliette Binoche o Takeshi Kitano.
Por todo lo anterior acabé aburriéndome, una sensación imperdonable cuando esa tendencia a desteñir la obra original se basa precisamente en su intento de hacerla más llevadera para los espectadores que solamente quieran pasar un buen rato en su cine más cercano. No descarto que haya gente que salga encantada, pero en mi caso su apuesta fue perdiéndome de forma paulatina hasta que durante su tramo final lo único que quería es que aparecieran ya los créditos finales.
En definitiva, ‘Ghost in The Shell: El alma de la máquina’ es, en el mejor de los casos, una propuesta totalmente fallida como adaptación y también como blockbuster. Queda el consuelo de no ser un destrozo histórico -¿alguien dijo ‘Dragonball Evolution’?-, pero casi hasta lo hubiera preferido, porque en esos casos simplemente se hizo todo fatal y hay un motivo para acordarse de esos bodrios, mientras que aquí no hay nada digno de ser recordado.
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