'¡García!' (1x03): la serie de HBO Max sigue postulándose como una de las mejores del año mientras desciende a las cloacas del estado

'¡García!' (1x03): la serie de HBO Max sigue postulándose como una de las mejores del año mientras desciende a las cloacas del estado

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Aunque la gente de HBO Max ya nos haya servido en bandeja los fantásticos dos primeros episodios de su no menos espectacular '¡García!', aún no había tenido la oportunidad de contaros mis impresiones sobre la que, fuera de toda duda, es la producción catódica que más he disfrutado este 2022; incluso por encima de dos titanes como 'Los anillos de poder' y 'La casa del dragón'.

Y es que la creación de Sara Antuña y Carlos de Pando es uno de los tres grandes milagros que nos ha dejado la industria española en este curso cinematográfico, sumándose a 'Unicorn Wars' y a la descomunal 'Irati' de Paul Urkijo gracias a la valentía de su propuesta, a su impresionante factura técnica y formal, a un reparto magnífico —lo de Veki Velilla y Francisco Ortíz es para enmarcar— y a un tono acertadísimo que dan forma a un cóctel perfecto.

Con su tercer capítulo, el show dirigido —a las mil maravillas, todo sea dicho— por Eugenio Mira continúa elevando las apuestas y complicando su trama hasta niveles insospechados mientras sigue explotando las virtudes que elevaron sus dos primeras entregas; combinando su impagable aventura de esencia pulp con una certera mirada a nuestra realidad sociopolítica cloaquera.

  • A partir de aquí empieza el recap, y habrá spoilers del tercer capítulo de '¡García!'.

Pasado y presente

Que el tercer episodio empiece del modo en que lo hace nos da una buena pista de por dónde irán los tiros durante sus intensos sesenta minutos. La secuencia introductoria nos sitúa en el pasado con su fotografía monocromática en 4:3 para mirar un poco más de cerca la relación entre García y Feli, condicionada por el trabajo del agente secreto de La Novena; oficio que aplaza las promesas de matrimonio hasta que concluya una última misión... de la que sabemos que no volverá. Al menos no a corto plazo.

Después de recibir el informe sobre la operación, García decide informar a su compañero Ortíz sobre su intención de abandonar la división tras capturar a Neffenberg. A pesar de obsequiarle con unos gemelos como gesto de aprecio y buena voluntad, Ortíz no se lo toma demasiado bien, desatando su ira contra un espejo antes de trasladarnos al presente, en el que ambos espías se reencuentran.

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Las siguientes interacciones entre el dúo sirven para poner sobre la mesa el status quo actual —Neffenberg murió en un accidente de avión y su hijo sigue vivo y coleando— y una nueva misión que nos hace descender directamente hasta las cloacas del estado mientras se urde una conspiración para manipular la estructura de poder en un país polarizado y a punto de estallar.

Tomando como excusa el secuestro de la Capitana, Ortíz ordena a García capturar al candidato de izquierdas a la presidencia, considerado por algunos como responsable de la desaparición de la política. La extracción concluye con éxito, pero las dudas de García sobre la legitimidad de la operación hacen estallar a Ortíz, que vuelve a estallar para confirmar que no es, en absoluto, de fiar... a pesar de que agasaje a nuestro protagonista con la dirección actual de su amada Feli.

Amores rotos

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Dejando a un lado la trama político-criminal, el segundo gran puntal del episodio radica en la relación paterno-filial entre Antonia y su padre, que se debilita momentáneamente cuando la periodista logra hablar con el contacto a quien intentó conocer mediante Aquilino. Un hombre que conoció a Ortíz y que explica que se convirtió en un tirano cuando tomó las riendas de la Sección Nueve.

Antonia, aunque dude de las palabras de su informante, decide enfrentarse a su padre, que manipula hábilmente la situación llevándosela a su terreno. Después de escuchar y borrar el mensaje que dejó García a Antonia, regala un anillo a su hija —que, probablemente, lleve sorpresa— y decide invitar con buena predisposición a su novio Riki para conocerle y jugar a la familia feliz.

Mientras tanto, García acude a visitar a Feli —magnífica Lola Herrera— y, entre nervios y desmayos, esta le explica cómo rehizo su vida casi por inercia después de esperarle durante años. Un momento realmente tierno que concluye con un baile que enlaza directamente con la secuencia de apertura —otro gran acierto narrativo— y que abre paso a una traca final de esas que dejan ojiplático.

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Al ritmo de 'Alma, corazón y vida', arranca una secuencia de montaje que nos muestra en paralelo a Antonia, Riki y Ortíz disfrutando de una agradable velada mientras el apartamento de Feli es atacado por un grupo de agentes armados hasta los dientes. Ortiz logra neutralizarlos en otra escena de acción rodada a las mil maravillas, pero una bombona de butano y un disparo poco afortunado derivan en una explosión que deja el piso hecho añicos.

Todo era una trampa de Ortíz. Feli ha muerto, y la tragedia, que coincide con la llegada al ecuador de la temporada, cambia por completo las reglas del juego para un García que no se quedará de brazos cruzados; anticipando una segunda mitad que promete ser realmente apasionante. Y vaya que si lo será.

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