No hace mucho, el estreno de una película de Tim Burton habría sido un acontecimiento, un evento a celebrar por los aficionados al cine. ‘Frankenweenie’ (2012) llegó a las carteleras españolas el pasado jueves —solo unos meses después de ‘Sombras tenebrosas’ (‘Dark Shadows’, 2012)— y por los datos que se manejan parece claro que toda la atención se la llevó ‘Lo Imposible’ (2012). Tampoco en EE.UU. ha entusiasmado lo último de Burton, y es que cada vez son menos los que ponen en duda que solo queda la sombra de su talento.
Dos breves anécdotas que creo que vienen al caso. Este fin de semana me pasé por una tienda de Disney y me sorprendió encontrar peluches y figuras de algunos de los personajes principales de ‘Frankenweenie’, una idea que no me parece demasiado afortunada, quizá para adolescentes pero para niños… En cualquier caso, lo que me llamó más la atención es que había una oferta para llevarse un muñeco del perro protagonista a un precio rebajado. ¿Se acaba de estrenar y ya necesitan recurrir a ofertas? Al día siguiente fui a ver la película y aunque la gente se agolpaba en la entrada del multicines, solo cuatro personas fuimos a ver lo nuevo de Burton. Lo entendería si se tratase de una producción independiente o de escasa relevancia comercial, pero siendo de este director, con distribución de Disney, en su primer fin de semana… no parece normal.
Quizá el problema es el concepto: demasiado siniestro para los críos y demasiado infantil para los adultos. El equilibrio es complicado y las medias tintas no suelen funcionar. Como sabréis, Burton ya dirigió en 1984 ‘Frankenweenie’ para Disney, en formato cortometraje de acción real, en blanco y negro; la compañía quedó descontenta —lo consideraba inadecuado para los niños— y despidió al joven creador. Tres décadas después, parece que el arrepentido estudio intenta compensar al cineasta, ya consagrado, permitiéndole el capricho de recuperar la historia de Sparky, ahora como largometraje animado en stop-motion o fotograma a fotograma —recordemos que su primer corto, ‘Vincent’ (1982), se grabó de esta forma—, esperando recuperar la inversión gracias al 3D y el merchandising. ¿Peluches de un perro zombie? Cosas más raras se han vendido…
‘Frankenweenie’ sigue la historia del corto. Comienza igual, con una grabación casera que revela el sueño del pequeño Victor de convertirse en un gran director de películas de terror y fantasía, demostrando ingenio a la hora de recrear batallas entre seres humanos y criaturas monstruosas. Su actor favorito es su adorado perro Sparky. Pero un día, la mascota cruza la carretera para atrapar una pelota y es arrollado por un coche. Victor no puede soportar la pérdida de su mejor amigo, y tras una clase de ciencias donde ve cómo una rana muerta parece cobrar vida por impulsos eléctricos, realiza un experimento con el que consigue resucitar a Sparky. Un secreto que el niño no podrá ocultar, sobre todo a sus curiosos compañeros de escuela, que, claro, también quieren jugar a eso de revivir animales…
Ese giro argumental es el que intentan aprovechar Burton y el guionista John August para explotar el largometraje, que funciona como una versión en miniatura de ‘La zíngara y los monstruos’ (‘House of Frankenstein’, 1944). ‘Frankenweenie’ pretende ser un gran y artesanal espectáculo nostálgico para los fans del terror fantástico, sobre todo los clásicos de la Universal, y de la propia obra del director. Pero lo que debería ser un festín se queda simplemente en un desganada sucesión de referencias y guiños sin personalidad, ingenio ni capacidad para asombrar con la puesta en escena —esto es lo que diferencia a alguien como Tarantino, sus “plagios” son ecos de cine filtrados por su personalidad, creándose algo nuevo, como una vibrante lucha con espadas samuráis al ritmo de flamenco—.
Aparte de la obvia parodia al clásico de Mary Shelley hay personajes que recuerdan a Vincent Price o Boris Karloff, una momia, un Godzilla, escenas del Drácula de Christopher Lee… más la inevitable dosis burtoniana de rigor —la música de Danny Elfman, la voz de Winona Ryder en un personaje que recuerda a sus papeles con el director, viejos dibujos de Burton…—, componen el cadáver resucitado a la fuerza de ‘Frankenweenie’, un relato que estaba muy bien contado en el corto —cargado de más mala uva que la película— y que ahora solo impresiona por el cuidado diseño de las figuras y los decorados, lo que sin duda habría lucido más en manos de un autor que no se limitara a reciclar ideas. Hay momentos estupendos, como el encadenado de planos tras la muerte de Sparky, y escenas divertidas, como la intervención del profesor Rzykruski ante el pueblo, pero son escasos destellos en una película apagada, rutinaria, autocomplaciente e inflada a homenajes.
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