Al inicio de 'Megalopolis', el personaje de Adam Driver cruza una ventana y se aproxima peligrosamente al borde de un rascacielos, sin protección alguna. Tras echar un vistazo, decide dar un paso más y alza un pie hacia el vacío. Enseguida uno se imagina que este insensato es el alter ego de Francis Ford Coppola al comienzo de este ambicioso proyecto, decidido a dar un salto de fe cuando a su edad (85 años) y con una de las carreras más brillantes de la historia del cine, no tenía necesidad alguna de arriesgarse.
Pero lo ha hecho. Según ha declarado en la rueda de prensa de 'Megalopolis', Coppola no quería llegar al momento de su muerte arrepentido por no haber cumplido este deseo, y tras asegurar que no le importa el dinero, ha dicho: "He podido hacer todas las películas que he querido". Una leyenda viva del séptimo arte que, tras cuatro décadas de trabajo, y tras gastarse 120 millones de dólares para hacerla realidad, ha presentado 'Megalopolis' en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Pase lo que pase, Coppola ya ha ganado.
Y de alguna forma, yo creo que nosotros también. Hemos ganado otra película del fascinante director de 'El Padrino', ganador de la Palma de Oro en dos ediciones, por 'La conversación' y 'Apocalypse Now'. Por supuesto, nos gusten más o menos sus últimas películas, podemos estar de acuerdo en que la etapa del mejor Coppola había quedado atrás; sus últimas obras parecían más divertimentos experimentales de un artista agotado, exprimido, que ya no parecía dispuesto a darlo todo por ningún film. 'Megalopolis' es otra cosa; por el tiempo invertido, el coste, el reparto y la ambición de la historia, esto es lo más cercano al gran Coppola que hemos visto desde su 'Drácula' (1992).
Sin entrar en muchos detalles, 'Megalopolis' muestra una Nueva York distópica bautizada como Nueva Roma y habla del declive de Estados Unidos como si se tratase de la caída del imperio romano. Coppola plasma un mundo en ruinas, al borde del colapso debido a la corrupción y egoísmo de sus dirigentes, centrados únicamente en el presente inmediato, en un estilo de vida basado en el lujo, mientras todo se derrumba a su alrededor. En el bando contrario, César Catalina, un genio rebelde con una visión totalmente diferente, preocupado por el futuro, por la sociedad en su conjunto y las próximas generaciones.
'Megalopolis', la pasión de Coppola
La vida, riqueza y reputación del excéntrico Catalina se vincula con un proyecto aparentemente imposible de realizar, una quimera, una ruina segura en la que nadie más cree, llamada Megalopolis. De nuevo, uno se imagina a Coppola sonriendo mientras construye a su héroe, un arquitecto encantador y marcado por la tragedia, al que encarna Adam Driver con su habitual entrega, carisma y convicción. Es uno de los mejores actores del cine estadounidense actual y siempre es un placer verle en acción.
Aquí además, Driver encabeza uno de los repartos más espectaculares del año: Giancarlo Esposito, Shia LaBeouf, Nathalie Emmanuel, Jason Schwartzman, Aubrey Plaza, Laurence Fishburne, Dustin Hoffman o James Remar, entre otros. Si bien algunos de ellos tienen papeles muy secundarios, todos aportan algo especial a la película, que en su intento de recrear una versión alternativa de Nueva York recurre mucho al humor y la parodia; en este sentido, LaBeouf y Plaza forman una pareja sensacional. Es una película siempre entretenida, con momentos muy divertidos, y a ratos fascinante en su intento por crear una experiencia única, diferente, memorable.
No siempre funciona todo lo que prueba el director, que se preocupa de destacar que lo que vemos es una fábula y apuesta por un lenguaje arcaico, citando a Shakespeare o Marco Aurelio. A veces uno se pregunta si la ambición del director no era excesivamente elevada para el presupuesto y se han tenido que conformar con el mejor resultado que se podía permitir para cumplir con el presupuesto.
Quizá lo más flojo es la puesta en escena de la extraordinaria visión de César, que queda entre feo y ridículo, pero son momentos puntuales y de poca relevancia, imperfecciones comprensibles y disculpables dentro de este salto al vacío de Coppola. Tampoco me acaba de convencer el desenlace de este ambicioso drama romántico pero entiendo el propósito, y supongo que tiene sentido. Después de ver 'Megalopolis', uno cree haber visto la última película de Francis Ford Coppola, una colosal despedida donde manda un mensaje al mundo; una advertencia seria pero con tono optimista, con la confianza de que la gente, al final, tomará las decisiones correctas. Es también el film una declaración de amor de Coppola a su mujer, a quien destaca en los créditos finales.
Puede gustar más o menos, pero es una película llena de pasión y riesgo, un último esfuerzo por hacer una obra de arte profunda y con impacto, que no deje indiferente al público y le estimule de alguna forma, una narración distinta a todo lo demás que hay ahí fuera. Es 100% Francis Ford Coppola.
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