Con la excepción de una colección de cromos cuando aún no era ni siquiera un adolescente, jamás he sentido un interés especial por el mundo del motor. Este hecho me llevó a ignorar ‘A todo gas’ (‘The Fast and the Furious’, Rob Cohen, 2001) cuando se estrenó por mucho que algunos compañeros de instituto mostrasen una gran devoción hacia ella. Meses después sucumbí a la tentación y lo que me encontré fue un engendro absurdo y aburrido. No quise saber nada de sus secuelas y mi tímida tentativa de dar otra oportunidad a una cinta de corte similar se saldó con el visionado de ‘Torque’ (id, Joseph Kahn, 2004), un completo bodrio que casi hacía buena a la obra de Rob Cohen.
Sin embargo, me picó la curiosidad cuando hubo una coincidencia casi universal en calificar a ‘Fast & Furious 5’ (‘Fast Five’, Justin Lin, 2011) como un gran entretenimiento y la mejor entrega de esta saga. Lo cierto es que estuvo muy lejos de volverme loco, pero sí encontré una cinta respetable para pasar el rato sin pedirle peras al olmo. No fue suficiente como para querer echar un vistazo a las tres partes que me había saltado, pero sí para tener cierto interés en ‘Fast & Furious 6’ (id, Justin Lin, 2013), y una vez vista puedo deciros que he disfrutado más con ella que con su inmediata predecesora.
La familia al volante
Uno de los grandes cambios en las últimas entregas de la saga es el desmarcarse de ser una franquicia dedicada al enaltecimiento casi exclusivo de las carreras de coches e ir probando nuevas áreas como la tan cinematográfica idea del robo perfecto en la quinta entrega o ayudar directamente la justicia para acabar con otro equipo que guarda múltiples similitudes con su modus operandi. Hay hasta una simpática broma sobre este detalle, pero lo realmente interesante se encuentra en el contraste entre ambos equipos. El liderado por Toretto es una familia, mientras que el comandado por Shaw es una máquina en la que cualquier pieza es sustituible mientras todo siga funcionando como un perfecto mecanismo de relojería.
Este detalle es esencial en la mejora de la franquicia, ya que recuerdo que en la primera entrega todo se reducía básicamente a un enfrentamiento entre los personajes de Paul Walker y Vin Diesel, quedando así terriblemente desdibujados el resto de miembros de la banda de este último. Esto era algo en lo que ya se notaban claros progresos en ‘Fast & Furious 5’, pero que aquí va a más, ya que forma parte del núcleo de la historia. Ese sentimiento de unión consigue que nos interesemos por su supervivencia —poco importa que la vida de alguien penda de un hilo si te da igual lo que pueda pasarle— y que, hasta cierto punto, podamos pasar por alto otros detalles no corregidos como la marcada tendencia de los personajes femeninos a ser poco más que bonitos floreros con los que alegrar la vista a ciertos espectadores, algo que resulta especialmente sonrojante en los casos de Elsa Pataky y Jordana Brewster.
Resulta curioso que por primera vez se busque no que simpaticemos con unos criminales haciendo de las suyas, sino actuando en defensa de la ley —convincente Dwayne Johnson tanto repartiendo estopa como justificando este detalle—, ya que éste es uno de los principales aciertos de ‘Fast & Furious 6’. El relativo encanto de la banda se multiplica al incidirse en el contraste del equipo liderado por un muy eficaz Luke Evans —aunque me da que el gran villano de la franquicia será el de la próxima entrega—, ya que Vin Diesel puede explotar su carisma de un modo más tradicional, algo que favorece a un intérprete limitado pero capaz de hacer poco menos que maravillas en casos excepcionales. Su función de líder se refuerza, siendo especial convincente en sus conversaciones con Evans, con quien demuestra una química bastante superior a la que tiene con un Paul Walker que al menos esta vez no desentona tanto como en otras ocasiones.
Sin frenos
Una de las ventajas de que pasen cosas constantemente es que hay más posibilidades de conseguir una mayor suspensión de la incredulidad por parte del espectador para aceptar ciertas cosas impensables en un drama de ritmo sosegado. En ‘Fast & Furious 6’ eso es algo que a Justin Lin no le importa demasiado, ya que no tiene problemas en echar mano de ciertas fantasmadas que en ningún caso uno va a creerse que pudieran suceder. Después de la incredulidad inicial, sólo hay dos reacciones posibles ante estos excesos: La diversión o el llevarse las manos a la cabeza. La clave para que optemos por un bando u otro es lo bien que lo estés pasando hasta ese momento.
Se agradece que Justin Lin se muestre algo más calmado en su control de la cámara, pues había fases de ‘Fast & Furious 5’ que llegaban a resultar mareantes —algo a lo que también ayudaba un montaje excesivamente frenético en algunas escenas—, provocando así en mí una desconexión de lo que se nos estaba contando. No voy a decir que esto haya desaparecido por completo —abunda bastante en el tramo final—, pero Lin cuenta con Joe Taslim y Gina Carano, dos cartas ganadoras para dejar que la acción se estabilice sin que haya merma alguna en su presunta espectacularidad.
La cámara mareante y los cambios rápidos de plano a menudo son una excusa para disimular las escasas habilidades de los actores en las peleas cuerpo a cuerpo, pero Taslim —entretenidísima la combinación de contundencia con toques cómicos en su pelea contra los personajes de Sung Kang y Tyrese Gibson— y Carano demuestran ser unos genios en este apartado y lo que realmente molesta al espectador es que dichas escenas no sean más extensas. Esto es algo que se acentúa en el caso de la protagonista de ‘Indomable’ (‘Hayware’, Steven Soderbergh, 2011), ya que es casi imposible encontrar a actrices que no sólo no desentonen en esa faceta, sino que brillen con luz propia y sus duelos con Michelle Rodriguez es a lo máximo que podemos aspirar a día de hoy.
Los excesos de ‘Fast & Furious 6’
Los hay que quieren poco menos que encumbrar a Justin Lin como uno de los posibles salvadores del cine de acción contemporáneo, pero yo no me atrevería a decir tanto. De hecho, aguardo con especial interés el estreno de la séptima entrega, ya que va a ser sustituido por James Wan. Además, gran parte de los excesos más celebrados de la película provienen del libreto de Chris Morgan, quien también está vinculado a la franquicia desde su tercera entrega. Tampoco es casualidad que trabajase en el guión de ‘Wanted’ (id, Timur Bekmambetov, 2008), donde ya se detectaba esa tendencia al paroxismo que ha alcanzado nuevas cotas en las últimas entregas de la franquicia A todo gas.
Por desgracia, Morgan está a años luz de ser un gran guionista y eso se deja notar en la inclusión de tramas que, por mucho que uno no quiera ponerse a sacar fallos, resultan exageradamente absurdas —Paul Walker infiltrándose en la cárcel o el traslado con escasa protección del macguffin de la película—. Su querencia por el exceso estalla en los últimos 30 minutos de la función, donde también hay espacio para algún momento dramático que, contra pronóstico, funciona más que correctamente, al igual que el giro —no tan— sorpresivo en la línea de lo habitual en las producciones de este tipo.
Lin acierta al seguir rebajando el tono macarra que marcó a la saga en sus inicios sin por ello renunciar al derroche de testosterona, algo básico en toda buena cinta de acción, y es que ‘Fast & Furious 6’ termina de completar la transición de la franquicia hacia dicho género. Sí, hay persecuciones automovilísticas a tutiplén, pero Lin demuestra un interés equivalente o superior en los aspectos más físicos de la lucha entre el bien y el mal, demostrando también cierta pericia para crear tensión en escenas en las que lo único que realmente pasa es que varios personajes están charlando. Esto no nos libra de situaciones algo mareantes por su culpa, pero su peso es menor al que tenía en ‘Fast & Furious 5’.
Creo que no hay que evaluar a todas las películas siguiendo los mismos criterios y está claro que ‘Fast & Furious 6’ juega en la liga de ser un producto de entretenimiento masivo en el que hay que dejarse llevar, algo que puede sonar a excusa, pero que nunca estará más justificado que en cintas como la que ahora nos ocupa. Sí, padece de un claro problema de exceso de metraje y hay fases de la película que rayan la estupidez, pero también es una película que ofrece grandes dosis de diversión si estás dispuesto a aceptar de entrada el tipo de cinta que quiere ser, algo a la que se mantiene fiel en todo momento, tanto para lo bueno —que no es poco— como para lo malo —que también lo hay—.
Ver 22 comentarios