Por mucho que nos empeñemos, nada puede parar a una producción Blumhouse. Sus presupuestos ajustadísimos hacen que cualquier título suyo haya recuperado la inversión (con ganancias) antes de que el ruido negativo se haga eco en las redes. Acaba de pasar con 'Fantasy Island', su última apuesta, una efervescente y muy absurda puesta al día de la serie protagonizada por Ricardo Montalban y Hervé Villechaize.
La isla de las almas fantasiosas
Hace un par de días recibimos el primer tráiler de las nuevas 'Amazing Stories' que estrenará en unas semanas la gente de Apple. El año pasado llegaba el turno de 'The Twilight Zone'. A la espera del próximo regreso de la serie olvidada por el tiempo, Jason Blum y su equipo de genios del mal han apostado por una serie más o menos desconocida por aquí, pero que entre 1977 y 1984 ofreció más de 150 episodios: bienvenidos a la isla de la fantasía.
La nueva 'Fantasy Island' de Blumhouse nos presenta al enigmático Sr. Roarke, un Michael Peña que no sabe si está en una de Bond o en un drama trópico-paranormal, que convierte en realidad los sueños secretos de sus afortunados invitados a su lujosa y remota isla tropical. Los problemas llegarán cuando las fantasías de sus invitados se conviertan en pesadillas que los obligarán a trabajar de la manera más inesperada para intentar salir de ahí con vida.
La verdadera sorpresa que esconde 'Fantasy Island' está en su diversión a toda costa. Jillian Jacobs, Christopher Roach y Jeff Wadlow (director) no se molestan en quedarse en un rincón genérico y elevan la apuesta hasta lo imposible. La película no es ni una comedia, ni una de terror ni tampoco un drama sentimental sobre la pérdida y las segundas oportunidades: es todo eso y más. Su diseño de producción, muy deudor a títulos de los 90 (y estoy pensando en 'Comportamiento perturbado') y a los primeros 2000 (y estoy pensando en '13 fantasmas'), rezuma un voluntario aroma a horterada demodé en todos y cada uno de sus aspectos.
Perdidos en una línea mortal
Lejos de ser una película perfecta y mucho más cerca de ser un desastre, exculpo a la propia película como máximo responsable de su terrible acogida. Parece mentira que todavía hoy sigamos pensando que cuando vamos al cine nos entregarán lo que nuestras cabezas han dado por hecho que nos ofrece su campaña de marketing.
Nos faltan dedos para contar los numerosos problemas de 'Fantasy Island', pero su honestidad y sus ganas de dejarse (y dejarnos llevar) están ahí, inmaculadas, para quien las quiera. Pero su publicidad engañosa no tiene la culpa de sus casi dos horas de duración, algo imperdonable para una película como esta, aunque juegue por momentos a ser una antología. Ahí también se muestra algo torpe a la hora de dilatar los tiempos.
Siempre defenderé en la medida de lo posible esta imposible pero alucinante mezcla de 'Lost' (la serie) y 'First Dates' (el programa), una delirante comedia idiota con aroma al mejor peor género de los 90. En ese sentido, 'Fantasy Island' es una fantasía en sí misma. Todos los "valores" de la telebasura que tanto os gusta están aquí jugando el partido de su vida a través de una absurda flatline con mucho más interés del que va a encontrar un fanático del terror.
Con una esencia impregnada de un potente auto sentido del ridículo, es imposible no entrar en su muy imbécil juego lleno de humor chabacano y dudoso gusto que, ojo ahí, consigue en dos (súper excesivas) horas todo aquello que la última versión de 'The Twilight Zone' solo pudo soñar durante todo un año.
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