Empecé 'Stranger Things 4' con mucha pereza, pero mi regreso a Hawkins se ha traducido en una experiencia inolvidable que justifica por sí sola la suscripción a Netflix

Empecé 'Stranger Things 4' con mucha pereza, pero mi regreso a Hawkins se ha traducido en una experiencia inolvidable que justifica por sí sola la suscripción a Netflix

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Nunca he ocultado mi animadversión —totalmente injustificada, dicho sea de paso— hacia las series de televisión. De hecho, no es la primera vez que manifiesto la tremenda pereza, si no vértigo, que me provoca la idea de exponerme a una narrativa extendida a lo largo de decenas de horas en tiempos de avalanchas de estrenos semanales y excesos de contenido tanto en plataformas como en salas de cine.

Esta suerte de "fobia" no entiende de gustos, y el caso de 'Stranger Things' es una buena muestra de ello. Su tercera temporada me cautivó sin prácticamente ni una sola pega, pero esto no fue suficiente para mitigar los efectos del hiato de tres años que ha transcurrido desde nuestra última visita a Hawkins, y que ha incrementado mi desgana para retomar la producción de Netflix.

Después de sentarme, pulsar el botón de play y ver el primer capítulo de 'Stranger Things 4' he confirmado lo infundado mi tozudez. Y es que he terminado engullendo en tres días de infarto sus espectaculares 13 horas divididas en nueve episodios que condensan el enorme talento de los Duffer Brothers en el mejor arco hasta la fecha y en el que, sin duda, es  uno de los grandes shows de 2022.

En la variedad está el gusto

La toma de contacto con la cuarta temporada de 'Stranger Things' en su notable 'El club' permite entrever perfectamente que la serie, al igual que sus personajes principales, ha madurado; algo que afecta a un tono que, después del recrudecimiento progresivo experimentado desde 2016, abraza el terror más puro en el que es uno de sus grandes aciertos y reclamos.

Tras el arranque en clave Amblin de una primera temporada con 'Los Goonies' como clara fuente de inspiración, la fórmula ha ido evolucionando hasta moldear un cóctel más adulto, sobrio —hasta cierto punto— y autoconsciente en el que el horror cósmico abraza el trauma y los problemas de salud mental mientras redibuja las bases de 'Pesadilla en Elm Street'. El resultado, en última instancia, no podría ser más satisfactorio.

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No obstante, nueve episodios tan extensos dan para mucho, y 'Stranger Things 4' también da en la diana al impulsar más que nunca su cariz coral y separar a su nutrido grupo de protagonistas en diferentes escenarios. Una decisión que, además de influir positivamente en la narrativa y el ritmo al alternar subtramas cuando la situación lo requiere, permite explorar diferentes apuestas tonales y subgéneros.

Dicen que en la variedad está el gusto y, en esta ocasión, además del juego de  terror lovecraftiano con ecos al Satanic Panic que desató la histeria en los EE.UU. de los 80, la acción abandona Hawkins para coquetear con el thriller carcelario quintaesencial, el drama teenager de instituto e, incluso, la road movie. Una mezcla tremendamente variada que brilla por igual en todos sus ángulos.

Ambición llevada a buen puerto

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Esta ambición conceptual ha quedado perfectamente resuelta a nivel narrativo y formal gracias, en parte, al tiempo de transcurrido desde la anterior temporada y, sobre todo, a una inversión multimillonaria estimada en unos 30 millones de dólares por capítulo. Una suma que ha permitido moldear uno de los grandes espectáculos catódicos recientes, con unos niveles de épica absurdos, unas setpieces arrolladoras y un refinamiento audiovisual tan deslumbrante como su cuidadísimo diseño de producción.

Como era de esperar si tenemos en cuenta los precedentes, y dejando el músculo técnico a un lado, si hay algo que me ha mantenido clavado en el sofá sin despegar la mirada de la pantalla y deseando que los días tuviesen más horas, eso ha sido el tratamiento de unos personajes redondos y entrañables a los que es imposible no adorar desde el primer momento.

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De nuevo, los Duffer han obrado lo que casi podríamos calificar como milagro no sólo al perfilar a los habituales de la función, que han ganado en carisma, capas y complejidad; sino al incorporar nuevos rostros a la aventura que logran eclipsar a los veteranos y robar el corazón del respetable sin prácticamente esfuerzo —y sí, me estoy refiriendo a Eddie Munson—.

En última instancia, son las dinámicas entre personajes las que llevan 'Stranger Things 4' en volandas y nutren su cálido espíritu; especialmente las que involucran a Eddie, Dustin, Robin, Steve, Murray y el inesperadamente desternillante dúo de fumetas compuesto por Argyle y Jonathan, quienes apuntalan un muy necesario equilibrio cómico sin olvidarse de potenciar el poso dramático.

A pesar de haber echado en falta un extra de valentía en lo que respecta a algunas decisiones de guión —relacionadas principalmente con las muertes—, no he podido menos que caer rendido a los pies de 'Stranger Things 4'. Una joya que justifica por sí sola la suscripción a Netflix —cuyo catálogo no es para tirar cohetes— y que conecta todas las temporadas para culminar con una traca final de dos horas y media emocionante, inolvidable, y que va a hacer de la espera hasta el estreno de la quinta y última temporada un auténtico suplicio.

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