La carrera de Roman Polanski no se ha caracterizado jamás por ofrecer facilidades a los cinéfilos a la hora de elegir los temas y, sobre todo (y mucho más importante), el estilo de sus películas. A ello ha contribuido, claro, su convulsa vida privada, sus problemas con la ley en Estados Unidos y sus variados intereses estéticos. Pero es fácil sospechar que si, precisamente, su apasionante carrera ha dado (y sigue dando) tantas alegrías a los cinéfilos de paladar más exigente, es porque él es un tipo único, quizás irrepetible, y que sus bandazos genéricos y las continuas sorpresas que depara su quehacer fílmico, son producto de una inquietud irreprimible, de una versatilidad probada a lo largo de dédacas. Y así, salta del neo-noir bordado con mano maestra en 'Chinatown' (id, 1974), al gran guiñol, barroco e inquietante, de 'El quimérico inquilino' ('Le locataire', 1976), antes de zambullirse apasionadamente en el tempo más sosegado y trágico de la femineidad negada en el siglo XIX, con la sublime 'Tess' (id, 1979). Algunos dicen que todo esto es producto de su cinefilia, aunque yo me inclino más por pensar que es producto de su enorme curiosidad por la vida.
Y eso que bajo ningún concepto puede considerarse, al menos a mi juicio, a 'El quimérico inquilino' como una de las grandes obras de Polanski. Y ya explicaré mis razones. Aunque, sin duda, se trata de una de las más famosas, y en la que, quizás, se comprimen los elementos más puramente (y en algunos aspectos, superficialmente) polanskianos, por lo que, creo, algunos fervientes seguidores del cineasta franco-polaco la tienen en un altar. Desde luego, méritos, buenas ideas, secuencias magníficas, talento a raudales, contiene de veras este esfuerzo narrativo de Polanski, pero está lejos, me temo, de sus grandes hazañas estéticas. El Roman más Polanski también es el último Polanski actor para sí mismo, pues nunca más interpretaría, ni siquiera en carácter secundario, en una película dirigida por él. Sumado todo esto a la particular relación del maestro con París (ciudad a la que huiría no poco después por motivos que todos sabemos...) tenemos todos los ingredientes para lo que se llama (expresión inocua y epidérmica donde las haya) una película "de culto". Para el máximo responsable de la cinta, sólo de culto para su gusto por el absurdo.
Un proyecto delirante
Adaptación bastante libre de la novela de Roland Topor (perteneciente al Grupo Pánico junto a otros insignes como Alejandro Jodorowsky y Fernando Arrabal), titulada 'Le locataire chimérique', lo cierto es que es un material de partida estupendo para el Polanski más entregado a su vena más lúgubre, de feroz humor negro. Más negro, incluso, que el de la estupenda novela, que también da pie a que reincida, con mayor fuerza que nunca, en sus obsesiones kafkianas, existencialistas...y al mismo tiempo lúdicas. Habiendo fracasado en su primer intento de levantar el proyecto de la venidera 'Piratas' ('Pirates', 1986), el cineasta pudo refugiarse en esta historia muy alejada de Estados Unidos, reencontrándose con su amada París, convirtiendo a la capital francesa en un mosaico casi onírico y abracadabrante, de la que pueden surgir los demonios internos más terorríficos, y también el humor más salvaje y desprejuiciado. Los defectos en la estructura de esta narración (su exagerada duración, sus a menudo poco medidas transiciones entre los distintos tonos que el director intenta construir) no arruinan las bondades visuales, y la complejidad del atormentado personaje protagonista, Trelkovsky.

Trelkovsky se muda a una inquietante casa de apartamentos, alquila uno en el que al parecer se suicidió la última inquilina, y comienza una suerte de viaje interior que encontrará sus ecos (distorsionados) en el exterior, creyéndose rodeado, o maldito, hasta el sorprendente y brutal climax final. La historia es lineal y, al mismo tiempo, circular, pues su principio es el final y su final el principio, una forma narrativa especialmente grata a Polanski, como también lo es la síntesis de tiempo y espacio, y la escrupulosa fidelidad al punto de vista del protagonista. Si en 'Chinatown' era la mirada del detective Gittes con la que nos identificábamos en todo momento, aquí es la del inmigrante apocado y de mirada huidiza interpretado por Polanski, quien poco a poco irá perdiendo la cabeza, en un ambiente de pesadilla y de un humor muy, muy negro. Tanto el co-guionista Gérard Brach como el propio Polanski se preocuparon muy mucho de elaborar una historia de pinceladas surrealistas y una puesta en escena gélida, plagada de detalles grotescos cuando no absurdos, que a partir de la primera media hora (de lo más flojo de Polanski) construyen una realidad opresiva.
Una realidad opresiva que, como en la futura 'Barton Fink' (id, hermanos Coen, 1991), depende siempre del estado de ánimo del estrafalario protagonista y de la forma en que percibe el mundo exterior. Es decir, una representación abiertamente kafkiana, con el héroe transfigurado en una luctuosa criatura creyéndose aislada de todo lo que es normal y luminoso. Creo que Polanski es un actor nato. Quizá no uno superdotado, pero lo suficientemente habilidoso como para llevar a cabo esfuerzos arriesgados como este. Sin duda, es la más compleja interpretación de su carrera. Como un Welles, se dirige a sí mismo, y al resto del reparto al mismo tiempo, con endiablada facilidad. Conociendo perfectamente los resortes expresivos de la cámara, su rostro la domina por completo y no al revés, y su menudo cuerpo se retuerce, se trasviste y se altera como un sensible instrumento musical. A su lado, la por entonces ascendente Isabelle Adjani, lleva a cabo un trabajo superficial, sin el menor interés. El grupo de personajes secundarios cumple con eficacia.
Pero el verdadero protagonista de la película, es el escenario imaginado por el cineasta y hecho realidad por el diseñador Pierre Guffroy y por los directores artísticos Claude Moesching y Albert Rajau, que levantaron un escenario superlativo en imaginación y en barroquismo, perfecto ambiente para las ensoñaciones pesadillescas de Trelkovski. Si sumamos a ello la imponente (como casi siempre) fotografía el operador sueco Sven Nykvist, iluminador de las más famosas películas de Ingmar Bergman, obtenemos uno de los aspectos visuales más extraños y fascinantes de los años setenta. Pocas veces el estilo visual de una película resulta más definitorio en la historia que se quiere contar. Y aunque, como he dicho, su primera media hora es fácilmente subsanable, y las transiciones entre terror y humor negro no siempre están igual de conseguidas (llegando a despistar y descolocar al espectador, pero con el resultado de sacarle de la narración), los momentos de genio de la película son numerosos, como la creciente paranoia del personaje protagonista, o los "descubrimientos" de la clase de lugar en que vive, y justifican sobradamente el talento de su director y protagonista.

Conclusiones
Película personalísima aunque descompensada y mejorable, si no hubiera sido por la velocidad con la que fue realizada. Forma parte de la apócrifa "trilogía de los apartamentos", pues si 'Repulsión' ('Repulsion', 1965) transcurría en Londres, y 'La semilla del diablo' ('Rosemary's Baby', 1968) en Nueva York, esta lo hace en París. Y todas ellas comparten aspectos narrativos en común, además de lo inquietante y perturbador de sus historias. La película fue masacrada por la crítica, de forma bastante injusta, y significó un fracaso, pero Polanski está por encima de fracasos y de críticos, su obra siguió adelante de manera esplendorosa.
Ver 16 comentarios
16 comentarios
alforte
Estupenda paranoia visual y narrativa de la que, supongo, Alex de la Iglesia se inspiró muy mucho para su gran "La Comunidad".
filmman
´El quimérico inquilino´ es para mi una de las mejores películas de Roman Polanski. He leído el post muy a gusto, gracias por el.
Un saludo.
Harry Powell
Esplendida crítica de una de las obras más interesantes de Polanski, y en mi opinión "El quimérico inquilino" también se encuentra entre los films más agraciados del realizador frances de origen polaco.
Por cierto, me ha encantado la palabra "abracadabrante", si señor.
Saludos.
ÁlexDarko
Deseaba leer esta crítica, no estoy de acuerdo en todo, pero faltaba más. Me encanta esta película, así como toda la "trilogía del apartamento", con ese clima tan agobiante, tan poco espacioso, tan violento y poco íntimo. Nunca he sentido esa sensación de descompensación entre el humor negro y el terror, más bien porque en los supuestos momentos de humor, la película transmite demasiada inquietud, siendo el humor negro apenas imperceptible. No es de extrañar que Polanski no volviera a interpretar a ningún personaje más en sus películas, porque con Trelkovsky alcanzó el cénit de su carrera -hablando dentro de su filmografía- con uno de los mejores personajes masculinos de sus películas. La parte final, desde el primer fotograma que encabeza la crítica hasta el chillido, me parecen estar sin dudar entre las mejores escenas que jamás haya filmado Polanski. Recuerdo la primera vez que la vi, viendo todo aquello: tenía los ojos como platos ante ese final tan impactante.
En cuanto a que la historia sea circular, creo igual de válido poder pensar que es cíclica -que es como suelen ser gran parte de las películas de Polanski-, ante final tan surreal. Ese grito me eriza la piel tanto o más como el que lanza Donald Sutherland en 'La invasión de los ultracuerpos'. Una película enorme.
clarke
Una de las obras más interesantes y turbadoras de Polanski, muy valiente al hacer una película tan particular y arriesgada. De "la apócrifa trilogía", personalmente, me gustaron más 'Repulsión' y 'Rosemary's Baby'.
Adrián, no quiero parecer tiquismiquis pero al final del tercer párrafo has escrito "terorríficos". Por lo demás, estoy de acuerdo con tu crítica
H_P_Sierra
La vi hace ya casi dos años, y me urge revisarla, por aquel entonces no tenía ni repajolera idea de quién era Nykvist y mi admiración por el genio polaco no era tan grande como ahora. A pesar de todo, recuerdo que me gustó mucho, aunque yo también la encontré muy irregular. Al contrario que a Adrián, a mí fue el principio lo que más me gustó, y en la segunda hora de película tuve la impresión de que a Polanski se le iba de las manos la historia. Me importa un comino que abandone la sutilidad y se entregue a tantos excesos, pero el problema es que el cambio de tono es brusquísimo, y como apunta el editor le saca a uno de la narración. Y es algo que en otros cineastas me parecería comprensible, pero en el caso de Polanski, que probablemente es el director más dotado para la creación de atmósferas de toda la historia del cine, no me entra en la cabeza. En otras de sus obras, como 'Repulsión', 'Rosemary's Baby' o 'The Ghost Writer', o hasta en su ópera prima 'El cuchillo en el agua' (que aprovecho para recomendar, es muy desconocida, y no se trata de una gran película, pero sí es muy interesante), la atmósfera, el ritmo, el crescendo dramático, todo es perfecto, envuelve al espectador y le lleva a un estado tan vulnerable que todo lo que ve y escucha le inquieta, pero en 'El quimérico inquilino' esto sólo ocurre en la primera mitad (por lo menos a mí), y en algún momento una nota falla y te recuerda que estás frente a una pantalla, te saca de la historia, y a partir de ahí las cosas que deberían turbarte ya no lo hacen, y algunas hasta resultan ridículas.
shade2814
Me da verguenza admitir que es de las que me faltan del gran Polanski, ni modo, una más a la lista de pendientes.
stormy
Gran película, tremendamente tensa e inquietante. Todo el desasosiego que transmite es psicológico, creando una incomodidad auténtica y profunda, y tanto el ambiente como la galería de personajes surrealistas que aparecen son inolvidables. Eso sí, a mí el final me dejó noqueado: de tan sorprendente que es raya el ridículo...
Catador
Más películas tan personales como esta es lo que hace falta en el cined e hoy día.
La verdad es que, a raíz de leer esta crítica, creo que un post interesante para el blog sería analizar un poco el tema de director y actor en la misma película. Me parece un tema muy interesante y con grandes exponentes como Clint Eastwood, de Niro, etc.
413482
Soy lector habitual del Blogdecine y disfruto muchos de los textos de Adrián, que no llegan ni al 10% de aquellos que merecen mi oposición. Éste es, sin embargo, el primero de todos los posts del blog que merecen que comente. Y es para decir: Adrián: como fan de Polanski, como fan del cine, como lector del blog, estoy de acuerdo con este texto, desde la primera hasta la última línea.
Saludos.
Moutache
A mi también me parece una película tremendamente descompensada, con muy buenas ideas eso si, pero con un desarrollo muy mejorable. En ocasiones, ese malestar sutil, sin entrar en interpretaciones metafisicas, que produce, me remitia al Hitchcock más sugerente, como en "la ventana indiscreta" o "vertigo". Es un ejercicio cinematografico muy interesante pero como historia no tiene el empaque de aquel y ciertamente, le falta cierto reposo y pulirlo. Las vertientes más kafkianas son tan obvias que son casi paródicas, y supongo que ahí entra ese humor negrisimo. Al final la sensación que queda es de cierto batiburrillo, tremendamente bien orquestrado y con una atmosfera inmejorablemente incomoda pero batiburrillo al fin y al cabo.
Tu critica me ha sabido a poco Massanet, no se si eso es bueno o malo la verdad, pero me hubiera gustado ver una mayor reflexión sobre el concepto que esta película pretendia explotar que no tanta descripción por los valores más técnicos.
luissss
Qué alegría Massanet, por fin una crítica de mi favorita de Polanski. Película inquietante y enfermiza, donde el director analiza desde una perspectiva esquizofrénica la relación del individuo con la sociedad, situando a esta última como un ente capaz de llegar a oprimir al individuo hasta voverle loco (en este caso los vecinos del portal), todo ello con un punto de sentido del humor muy negro, muy cabroncete. Sin duda tiene algunos excesos, pero pocas veces he sentido la paranoia tan bien planteada, con un sentido visual tremendo. Grandioso y turbador final. Saludos.