La magistral ‘Lincoln’ (id, Steven Spielberg, 2012) y ‘El puente de los espías’ (‘Bridge of Spies’, Steven Spielberg, 2015) marcan el inicio de una nueva etapa en el cine del llamado —al menos durante un tiempo— Rey Midas de Hollywood. Precisamente la de quitarse esa etiqueta —molesta, como todas, tiránica, tabla de náufrago de los menos exigentes—, la de reinventarse a sí mismo, liberándose de todo tipo de tics, estilizando su estilo hasta el extremo, hasta casi parecer otro cineasta, pero sin abandonar su mirada al pasado, a su propia historia, a sí mismo como cineasta, y recordarnos, casi abriendo su alma, lo excelente narrador que es. Uno de los mejores.
Si el film que le dio la oportunidad a Daniel Day-Lewis de ganar su tercer Oscar poseía una cámara, casi invisible, que se acercaba a los rostros de los personajes, mientras incidía en un episodio vital en la historia de los Estados Unidos, ‘El puente de los espías’ goza de la misma salud. Los rostros, muchas veces fragmentados, divididos o aumentados por el autor —sí, a Spielberg se le puede colgar dicha etiqueta, mucho más que a otros que presumen de llevarla— en su cine pasado, se tornan en retrato de sus historias, acentuando el lado humano del relato, aquí una vibrante historia sobre espías en la época de la Guerra Fría que tanto añora M en ‘Casino Royale’ (id, Martin Campbell, 2006), pero muy apartada de la espectacularidad de ese cine de espías tan querido por el público.
(From here to the end, Spoilers) La primera secuencia de ‘El puente de los espías’ ya deja claras las intenciones de su autor. Uno de los protagonistas del relato —el ruso Rudolf Abel, al que da vida un perfecto Mark Rylance— está de espaldas a la cámara, que ha salido de un espejo donde se refleja su imagen, para terminar incluyendo en el mismo encuadre —nada pretencioso, nada efectista— a dicho personaje con tres versiones de sí mismo: su reflejo en el cristal, él de espaldas —no le vemos el rostro—, y la interpretación que él tiene de sí mismo en el cuadro que está pintando. Llama la atención que tanto la imagen reflejada como la del cuadro son simétricas, uno reproduce la imagen al revés, en el otro el propio pintor le da la vuelta.

Dicha secuencia —habría que decir imagen— es una de las más ingeniosas de todo el cine de Spielberg. El director de tantos y tantos estupendos blockbusters ha sido siempre un excelente fabulador en un arte que se podría decir es ya una fábula en sí mismo. Una fábula, que como todo juego de ficción en el arte, procura alcanzar la verdad, ya sea para sublimarla o criticarla, muchas veces simplemente para recordarla, puesto que a través de tantos siglos de arte, aquélla tiende a desvirtuarse, a deformarse, a disfrazarse. Rudolf Abel se pinta a sí mismo, y el cuadro parece pintado por la imagen de Abel en el espejo. ¿Está viéndose a sí mismo, o a través de esa visión desvirtuada de sí mismo llega a plasmar la verdad de su rostro, indicando así su verdadero ser?
Spielberg extenderá las intenciones de tan fantástico comienzo al resto de la película, justificando de forma magistral los cambios en los puntos de vista. Un famoso muro actuará a modo de espejo entre dos bandos, entre dos lados del mismo mundo, creando dos mundos completamente diferentes, dos versiones entre las cuales la humanidad del relato parece escaparse entre las manos, mientras el protagonista —un Tom Hanks a modo de James Stewart en ‘Anatomía de un asesinato’ (‘Anatomy of a Murder, Otto Preminger, 1959)— actúa con la consideración de que dicho aspecto es lo más importante por encima de todo. Como Spielberg no lo subraya —despojarse de tics— nadie podrá tacharle de ñoño —una de las acusaciones más despistadas jamás vertidas sobre el director—, mientras esa "verdad" del director serio que siempre fue, se palpa en cada fotograma.
Brillantez narrativa
Una cámara casi invisible —lo que vuelve a hermanarle, al igual que en su anterior trabajo con el ya citado Preminger— nos muestra a un espía ruso atrapado por el FBI —impecable secuencia, en la que Spielberg articula un determinado suspense a base de detalles—, a un piloto americano apresado por los rusos —la única secuencia de espectáculo puro y duro, filmada con nervio y precisión fotográfica, nunca mejor dicho—, a un estudiante que es apresado por los alemanes al otro lado del muro, a jueces sin capacidad para mirar, a negociadores de diferentes procedencias —en cierto momento hay tres, con un mismo fin—, una primera parte “cálida”, otra con un frío horrible que hace resfriar a los personajes.

Incluso, en ese citado juego de espejos con imágenes desvirtuadas, y en una película llena de conversaciones —en las que unos se miden a los otros—, Spielberg evita en momentos cruciales el famoso plano/contraplano; por ejemplo en la historia que Rudof le cuenta a Donovan (Hanks), acerca del tío de aquél. El director deja el plano en el rostro de Rylance todo el relato y no vemos el de Hanks. Más tarde, mucho más tarde, Donovan es obsequiado con un regalo de un valor incalculable por lo que representa, su retrato, a ojos del espía ruso al que defendió e impidió que lo condenaran a la pena máxima. Una pintura en la que Spielberg no se detiene demasiado, no necesita subrayarlo, pero sí lo enfoca lo suficiente. El rostro de Hanks versionado por Rudolf es elegante, brillante, casi parece resaltar la mayor virtud de su modelo: es un hombre honesto, y al que le importan las personas.
Thomas Newman sustituye al habitual John Williams y no le echamos de menos. Los hermanos Coen, que participaron en el guión —que "refleja" hechos reales—, son reconocibles en algunos de los aspectos humorísticos del relato —Rudolf preguntando si mejoraría algo el expresar su preocupación, o la falsa familia que se presenta a Donovan en Alemania— que no enturbian lo más mínimo una película de 141 minutos de duración que se pasan en un suspiro. Janusz Kaminski también estiliza sus contrastes lumínicos, y Michael Kahn vuelve a lucirse en el que probablemente sea su trabajo más limado, más sutil. Y cómo no, dos actores en estado de gracia, cuyos rostros representan la perseverancia y la resignación; atención al brillante diálogo final entre ambos, en una secuencia —larga y bien medida—, la del puente, en la que Spielberg juega a recordar sus tics —cuatro personajes apareciendo por la izquierda del encuadre—.
Los homenajes, tan consabidos en el cine del director, pasan aquí de puntillas —no así su habitual apología de la familia, y la perspectiva de la mirada infantil—, sobre todo con la que es su película preferida de espías, ‘El espía que surgió del frío’ (‘The Spy Who Came in from the Cold’, Martin Ritt, 1965), cuyo antológico final parece aquí citado con respeto en una secuencia vital, lo que el personaje de Hanks ve a través de la ventana de un vagón, y mediante el cual Spielberg realiza otro doble juego, al devolver el reflejo con lo que sería un contraplano con Donovan ya en su país de regreso. Unos niños saltan las vallas que separan los patios internos de los edificios, y el mayor atrevimiento del cineasta más mediático de la historia, del mismo modo que había hecho en una de sus mejores obras, reaparece: obligarnos a pensar.
Otras críticas en Blogdecine:
- 'El puente de los espías', emocionante defensa de la humanidad en tiempos oscuros (por Juan Luis Caviaro)
- 'El puente de los espías', Spielberg y Hanks siguen en forma (por Mikel Zorrilla)
Además:
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18 comentarios
daniel-san
Excelente crítica Alberto.
osky
muy buena pelicula y muy buena critica alberto.
kabe
Gran película que merece todo el respeto y apoyo de público y crítica.
Toda la parte inicial y el clímax del puente son antológicos. Puro Spielberg. Pura magia. Puro Cine.
Si bien la parte central en Berlín se me hizo algo más monótona, eso no hace que decaiga mi interés en todo lo que cuenta. Como bien se dice en la crítica, se pasa todo en un suspiro y no aburre nada, en ningún momento.
Sólo hubo dos cosas que no me gustaron, pero esto ya es, obviamente, a título personal: Spielberg parece mostrar a los americanos como almas buenísimas (los rusos torturan, los americanos regalan cigarrillos) y el plano de los chavales saltando las vallas al final me pareció demasiado descriptivo. Pero para mí, son cosas menores en realidad. Me molestan un poco, pero no empequeñecen el nivel del film. Además, lo que me interesa de ese plano del final es el rostro de Hakns, cómo le cambia... de la felicidad al sentirse en casa, a recordar la barbarie que ha vivido y que sigue sucediendo.
Victor JD72
Concuerdo con cada una de las palabras q se ha mencionado, excelente crítica y magistral cinta de Spielberg, para mi es la mejor película del año.
gunzalobill
Ha sido un gustazo ver esta película en el cine. Una película de más de dos horas que mantiene el ritmo gracias a los actores y los diálogos sin necesidad de intercalar largas escenas de acción. Spielberg demuestra maestría. A falta de ver los papeles de otros nominables, se me hace complicado que Rylance no se lleve el Oscar. Tom Hanks está genial y hace un papel también digno de nominación.
Creo que alguna gente esperaba Munich 2, y esta es una película emotiva y también divertida, muchísimo menos oscura. Una gran película igualmente en mi opinión.
Jorge Capote Morcillo
Tom Hanks y Thomas Newman suelen ser sinónimo de gran película. Si encima es Spielberg el que orquesta puesta la apuesta es casi segura. La Guerra Fría es un período atractivo para el contador de historias, por la cantidad de giros y posibles escenarios alternativos, amén de dobles y triples traiciones, que se forman en la mente del espectador, a medida que van sucediendo los hechos. Spielberg absorbe esta supuesta complejidad y nos la presenta cómo solo los grandes saben hacerlo. Una gran película. Si, señor.
Bob
Me trago más o menos mis palabras de escepticismo de hace varias semanas. No es ninguna joya, pero es una buena película que no aburre en ningún momento. También he de decir que lo que más me gustó fue la primera parte, cuando 'El puente de los espías' es más una película judicial que un film histórico de espías, tal vez por mi condición de jurista. El trasfondo de la película tiene su buena ración de americanada, pero a mí particularmente me pareció muy hermosa esa oda que se hace al noble oficio del abogado, oficio denostado por los paletos irascibles que opinan sin tener ni idea de como funciona el sistema y por esos jueces tiranos que se pasan el principio de presunción de inocencia por el forro de los caprichos; por culpa de los cuatro sinvergüenzas que dan mala fama a la profesión y que pone a huevo el linchamiento a una sociedad siempre más presta a criticar lo negativo que a alabar lo positivo.
Después de la cursilada de War Horse y el coñazo de Lincoln, Spielberg remonta el vuelo considerablemente.
mike_moore
Con la frase de apertura "La magistral Lincoln" mal empezamos. Al igual que aquella película protagonizada por Day-Lewis, Spielberg nos regala un relato -a ratos- plomizo y -casi siempre- políticamente higiénico. Qué lejos queda el cineasta al que metieron palos por todas partes tras dirigir Múnich. Qué lejos...
Julius Caesar
Excelente cuando aciertas de como establece al personaje de Mark Rylance, y después Spielberg establece al de Hanks como abogado, a primera instancia se ve como un abogado lejos de ser un "humanista"-esos diálogos de como defiende a la aseguradora- podría caer mal como abogado pero eso es precisamente lo que le ayudara en esa guerra de espías.
korgan
Ganazas de verla,pinta a peliculón,cuando se juntan spielberg y tom hanks nunca fallan.