Resulta imposible sentir el mismo interés por ver todos los estrenos que llegan cada semana a nuestros cines, por lo que siempre aplicaremos algún criterio subjetivo para elegir la que vamos a ver primero, ya sea basándonos en las expectativas propias, nuestros prejuicios o que simplemente es otra persona quien elige qué vamos a ver en esta ocasión. Seguro que los hay que prefieren engañarse y defender que son totalmente objetivos a la hora de decantarse por una u otra, pero yo considero que es algo que simplemente no se puede lograr.
No obstante, poco importa lo que creamos saber sobre una determinada película antes de su estreno, pues yo mismo tenía esperanzas en que ‘El juego de Ender’ (‘Ender’s Game’, Gavin Hood, 2013 fuese un buen entretenimiento de ciencia-ficción y que además tuviera cierta carga reflexiva que enriqueciese a esta adaptación de la novela de Orson Scott Card por encima de su evidente naturaleza de blockbuster hollywoodiense. Por desgracia, lo que me he acabado encontrando es una superproducción tan genérica y anodina que la indiferencia me parece la única reacción posible.
’El juego de Ender’, un pobre pasatiempo
Nunca terminaré de entender la necesidad que tienen algunos productores de Hollywood por contratar a directores para luego querer someterlos a su voluntad y que estos poco o nada puedan mostrar de su visión personal de la historia. ¿Qué otro motivo podrían haber tenido los de ‘El juego de Ender’ para elegir a Gavin Hood, el hombre que casi destruye al personaje de Lobezno en la gran pantalla con la flojísima ‘X-Men Orígenes: Lobezno’ (‘X-Men Origins: Wolverine’, 2009)? Sí que es más comprensible que no se quiera dar total libertad a alguien a la hora de adaptar una novela tan querida como ‘El juego de Ender’ por miedo al destrozo que se pueda hacer, pero estandarizar su propuesta para que sea "imposible" que moleste a nadie jamás será una buena decisión artística.
Vaya por delante que no voy a entrar a valorar en ningún momento hasta qué punto estamos ante una adaptación más o menos sólida de la novela original —eso de lo dejaré a los amantes de la misma—, ya que aquí nos interesa es un relato cinematográfico carente de toda fuerza, tanto en su fallido intento de ser espectacular visualmente —todo lo que propone está ya muy visto y encima Hood tiende a la redundancia cuando ha de intentar que la película nos entre por los ojos— como en la de explorar todas las posibilidades de su historia. El propio Gavin Hood se ha encargado del guión, algo que no le dejaron hacer en ‘X-Men Orígenes: Lobezno’, y no sé hasta qué punto se habrá sometido a los deseos de la productora o si será culpa suya que la superficialidad sea la palabra ideal para describirlo.
Es una lástima que el mismo director que consiguió ganar el Oscar a mejor película de habla no inglesa con ‘Tsotsi’ (2005) se eche hacia atrás tanto en el trabajo de adaptación como en la puesta en escena, donde únicamente parece esforzarse un poco cuando hay que mostrar las escenas oníricas del protagonista, y tampoco es que el resultado esté especialmente inspirado. Esto se agrava a la hora de definir a los personajes, ya que todos ellos están resueltos con dos o tres rasgos en los que jamás se profundiza más allá de los tópicos que cualquiera podría predecir y cuya entidad queda totalmente supeditada al protagonista encarnado con escasa efectividad por un Asa Butterfield del que esperaba mucho más tras su excelente trabajo en ‘La invención de Hugo’ (‘Hugo’, Martin Scorsese, 2011).
Reflexiones y personajes del todo a un euro
Las características de la relación de Ender con su familia marcan el tono que dominará la función. Un hermano violento que abusa de su poder, una hermana más bondadosa que es su apoyo emocional y unos padres que tienen que estar ahí, pero que tampoco pintan gran cosa. Pasando a su entrenamiento sólo hay que cambiar a su hermano por un Harrison Ford convincente y que no se limita a aparecer por ahí y cobrar su sustancioso cheque —y pasada la hora de metraje aparece Ben Kingsley para complementar el mismo tipo de rol—, su hermana pasa a ser su compañera de entrenamiento interpretada con intrascendente corrección por Hailee Steinfeld, la gran revelación de ‘Valor de ley’ (‘True Grit’, Joel y Ethan Coen, 2010), y el resto asumiendo el rol de sus padres, y mejor olvidarse de la sobrecarga de tópicos que domina al personaje al que da vida el poco conocido Moisés Arias, el único al que se intenta dar una ilusoria sensación de tener cierta entidad.
El problema es que el retrato familiar carece de riqueza alguna más allá de las reflexiones por parte de un Ender contradictorio, ya que tan pronto da la sensación de ser alguien robótico y carente de emociones como poco menos que se viene abajo a la primera complicación con la que se cruza. Es ahí donde Hood intenta dar más relieve al conjunto a través de unas muy poco trabajadas reflexiones sobre su reacción ante lo que acaba de sucederle —diálogos vulgares dominados por un tono trascendental de baratillo—, algo que acaba explotando en su —no tan— sorprendente desenlace, pero ya es demasiado tarde para intentar seducirnos con algo claramente encaminado a una segunda entrega —continuaciones literarias tiene de sobra para crear una franquicia cinematográfica inacabable— que ya veremos si acaba realizándose.
No es que ‘El juego de Ender’ sea un bodrio o una película que insulte a nuestra inteligencia, pero sí es una pérdida de tiempo bastante importante, ya que no ofrece nada realmente estimulante al apostar por un tono mediocre que nunca llegó a captar mi interés. Tras la poco afortunada experiencia que tuve con ‘Séptimo’ (Patxi Amezcua, 2013), esperaba poder al menos poder recomendaros alguna de las novedades que llegan esta semana a los cines españoles, pero creo que es la ocasión ideal para que recuperéis alguna película que tengáis aún pendiente, ya sea una en cartelera o para ver tranquilamente aprovechando la comodidad de vuestro sofá.
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