'El Gran Gatsby', tocar el cielo

El millonario Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio) no tarda en cautivar a su nuevo vecino, Nick Carraway (Tobey Maguire) al tiempo que decide conquistar a una chica equivocada, Daisy (Carey Mulligan) desencadenando una tragedia y una expulsión de un mundo que parece habitar y hasta liderar con cierto orgullo.

En esta nueva adaptación de la novela de Francis Scott Fitzgerald, el cineasta más kitsch del Hollywood reciente, el australiano Bazz Luhrmann, está invocando muchas cosas al mismo tiempo, pero ninguna, debo advertir, tiene demasiado que ver con el espíritu del magnífico escritor de la generación perdida. Pero ¿es este 'Gran Gatsby' (The Great Gatsby, 2013) un avance respecto a la película anterior de su cineasta? Ya lo creo que lo es.

A Luhrmann le interesa la pompa antes que la intimidad, y es por eso que esta versión de Fitzgerald está a eones de una serie que recuerda muchísimo más a Fitzgerald no tanto en forma, puesto que la literatura y el cine deben cultivar lo que tienen de propio y no necesariamente aquello que comparten, sino en cuanto a usos, más o menos sagaces, de punto de vista narrativo, imágenes epifánicas y genuina poesía. Estoy hablando de 'Mad Men' (2007-) cuyo creador Matthew Weiner ha sabido alimentar de un rango de influencias literarias de primer orden sin que la serie descuide, al contrario, su impecable forma cinematográfica.

Desde que debutara en el cine, a Luhrmann le han apasionado las danzas, las grandes palabras, las músicas portentosas y también contagiosas y el frenesí visual. De hecho, en su caso, cristalino como pocos, encontramos a un director en el que todo su discurso es superficial, y no me refiero a que sea escasamente profundo o no, sino a que habita y está en la superfície visual de sus películas. Por eso su mejor película convocó las más hermosas palabras del idioma inglés, las de William Shakespeare, y no renunció al carácter pop de una leyenda. Y es que 'Romeo y Julieta' (Romeo+Juliet, 1997) demostraba que el texto del bardo no es que sobreviva a las actualizaciones, es que se nutre de ellas y vuelve a brillar de un modo tan inconfundible como nuevo. Creo que no ha dejado de ser la mejor película del director y aquí lo volvemos a confirmar, sin tocar tan bajo como en 'Australia' (id, 2007).

En donde falla el director aquí es en la elección de su musa femenina. La prometedora Carey Mulligan parece distraída, cuando no sencillamente fuera de lugar en todas y cada una de sus escenas. Tal vez eso es porque la película es de un Leonardo DiCaprio con un magnetismo de estrella absolutamente derrochador, que conquista cada escena sin requerir mucho esfuerzo. Su Gatsby cinematográfico es, en muchos sentidos, el definitivo y eso que ni siquiera el guión o la dirección son precisamente escrupulosos con el material de partida.

No hay metáfora sobre los actuales tiempos de capitalismo corporativo y excesos que han devenido en una gran recesión, ni tampoco interés alguno en los aspectos más potentes de Fitzgerald (la historia de Jay Gatsby como último desclasado de un mundo que puede tocar pero solamente a cambio de su vida), pero, sin embargo, tenemos en marcha un lujurioso, excesivo y absolutamente inane - y fascinante - culebrón firmado por uno de los directores con más capacidad de seducción del cine reciente.

Por supuesto, como no podía ser de otra manera tratándose de este director, lo mejor está en la banda sonora. Los navegantes que esperaran escuchar el jazz de los años veinte y treinta que tan importante fue para Fitzgerald y que tan felizmente evocaba en su prosa, deberán abstenerse: suenan aquí, con fervor juvenil y apasionado, Gotye, Lana Del Rey, Beyoncé y Jay-Z. Y, lo crean o no, dado lo suntuoso, espectacular y visualmente arrollador del conjunto, funciona muy bien. Canta Del Rey "me amarás todavía / cuando no sea ya / joven y hermosa". Y aunque sea como gran síntesis de estos tiempos de hipersaturación visual y narcisismo virtual, funciona muy bien. Tal vez no sea la preciosa obra literaria que la origina, pero es algo contemporáneo que lleva en su ADN el pathos de toda una juventud a la que va dirigida sin complejos.

No es gran cosa, ciertamente, pero aquellos con capacidad de disfrute no saldrán defraudados. Por supuesto, mucho más negativo se mostró mi compañero Mikel.

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