Las apariencias a veces engañan, y ésa es el gran arma que utiliza ‘El Fraude‘ (Arbitrage, Nicholas Jarecki, 2012) para intentar conseguir el beneplácito del espectador.
Las noticias que nos llegaban tras su paso por varios festivales americanos hacían pensar en que no estábamos ante una propuesta convencional, ya que comentaban que la película ofrecía muchas más capas que la de thriller convencional con la que se vende y que Richard Gere nos regalaba una interpretación de muchos quilates. Dejarse llevar por el optimismo era casi inevitable, pero la realidad es que ‘El Fraude’ no sólo está muy lejos de ser una grata sorpresa como ‘Looper‘ (Rian Johnson, 2012), otra propuesta reciente que consigue burlar las ideas previas del espectador, sino que queda muy cerca de ser una pérdida de tiempo.
‘El Fraude’ no tarda mucho en dejar claro que sus rasgos de thriller son minúsculos, una mera forma de añadir más problemas a los malabarismos con los que tiene que lidiar el protagonismo para que su empresa no se vaya a pique antes de sellar un acuerdo que va camino de enquistarse. El problema es que Nicholas Jarecki no quiere que su película sea una especie de versión moderna de ‘Colombo’ (u otra de las múltiples series en esa línea) en la que ni siquiera cuente con la presencia de su protagonista, ya que lo más parecido que tenemos a Peter Falk es un Tim Roth con un personaje tan desteñido en lo dramático que uno jamás llega a interesarse por las pesquisas de su investigación. Su juego sucio e incluso el breve discurso en el que define su forma de actuar carecen de garra, un problema extensible a todo lo demás.
La omnipresencia de Richard Gere habría algo positivo si no recurriera con ofensiva predilección a lo monocorde a la hora de expresar sus sentimientos, ya sea excediéndose gestualmente cuando su personaje está en un callejón sin salida o consiguiendo un extraño cruce entre distanciamiento emocional y falta de expresividad como nota recurrente de su trabajo cuando está más relajado. Cierto que hay ciertas situaciones en la que sus líneas de diálogo son más trabajadas, buscando con descaro impactar al espectador por las dudas morales con las que ha de lidiar, pero son recitadas sin la convicción necesaria para sumergirnos en la diatriba en la que anda metido, un caso totalmente opuesto al de la estupenda ‘Looper’, donde Rian Johnson sí entiende que los personajes, en especial el protagonista, son claves a la hora de ganarse nuestro interés.
Quizá he sido muy duro con Gere, ya que la película transmite la sensación de monotonía que transmite es más herencia de un guión que parece construido para un procedimental al uso, es decir, cada semana resolviendo un caso distinto. El giro es que han convertido al criminal semanal en el protagonista el reparto, algo interesante sobre el papel, pero que a la hora de la verdad consigue desorientar a un espectador incapaz de empatizar con un protagonista moralmente ambiguo. Es evidente que Jarecki desea con desespero que nos metamos en su piel, pero la realidad es que sus empeños por arreglar las cosas son insuficientes teniendo en cuenta que él creó el problema, y también la otra ilegalidad que comete ya en pantalla.
Que un criminal se haga con el corazón del espectador no es algo tan extraño. De hecho, el propio Gere lo consiguió dando vida a otro timador en la reivindicable ‘La Gran Estafa‘ (The Hoax, Lasse Hallström, 2006), pero es algo que suele lograrse por ser un simpático caradura, no tener otra salida o ser una personalidad criminal tan fascinante que uno no puede apartar la mirada de la pantalla. Eso no sucede en ‘El Fraude’, donde Robert Miller (Gere) es un estafador financiero que no duda en recurrir al dinero para escabullirse de todos sus problemas. Hay quien, dada la situación actual, verá cierta crítica al sistema económico, pero la realidad es que no es más que un pálido reflejo por construir a un personaje con el que Gere lidia con corrección con las escasas armas que Jarecki le permite usar.
Este mal se contagia al resto de actores de ‘El Fraude’, donde Jarecki consigue desaprovechar hasta tal extremo la presencia de Susan Sarandon que uno llega a olvidar que aparece en la película, Tim Roth es un investigador tan anodino que hasta consigue que, por simple defecto y no méritos propios, nos pongamos del lado de Gere, Laetitia Casta está insoportable y uno no puede evitar alegrarse cuando su personaje desaparece y del resto ya me había olvidado apenas minutos después de acabar de ver la película. También pululan por ahí otros personajes para resaltar el lado humano del protagonista, en especial todo lo relacionado con su hija, otra trama familiar que jamás justifica su presencia más allá de que es necesario para que Jarecki vaya resolviendo todos los problemas que tiene Gere. Y es que ése es el gran mal de ‘El Fraude’, donde no hay nada que resulte especialmente ofensivo, pero sí reina una mediocridad total en la que a uno le es indiferente la suerte de sus personajes.
Y es que ‘El Fraude’ no es una mala película, pero sí tan tópica y olvidable que casi es preferible ver alguna absurdez como ‘Resident Evil: Venganza‘ (Resident Evil: Retribution, Paul W. S. Anderson, 2012) o una porquería total tipo ‘El oso Yogui‘ (Yogi Bear, Eric Brevig, 2010) de las que te acordarás y no volverás a picar, ya que estamos ante el tipo de cinta que en unos años uno habrá olvidado que ha visto, surgiendo la duda de si merecerá la pena cuando leas opiniones positivas al respecto. Lo peor de esos casos es que a veces picamos y volvemos a verla, así que mejor directamente no verla ni una primera vez.
Otra crítica en Blogdecine: ‘El Fraude’, ¿hay que decir más?
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