2014 fue un gran año para los amantes del cine de ciencia-ficción, ya que hubo varias propuestas muy interesantes -unas cuantas se colaron entre mis película favoritas del año pasado- y quedaba la duda de saber hasta qué punto mantenía el nivel 'El destino de Júpiter' (Jupiter Ascending), la nueva película de los Wachowski que debería haberse estrenado el pasado mes de julio y que finalmente llega a los cines de medio mundo hoy 6 de febrero.
Como es lógico, ese retraso levantó muchas suspicacias alrededor de 'El destino de Júpiter', ya que prácticamente siempre suele equivaler a que la película tenía problemas graves que sus responsables no tenían del todo claro cómo solucionar. Una vez vista quedan claras las notables debilidades de la película la acaban convirtiendo en un disparate, pero afortunadamente eso no impide que sea un espectacular entretenimiento con el que uno puede pasar un buen rato.
'El destino de Júpiter', una película de los Wachowski
Será injusto, pero es inevitable que todo trabajo de los Wachowski se comparé de una forma u otra con 'Matrix', aún hoy su mejor película y todo hace pensar que eso nunca dejará de ser así. En el caso de 'El destino de Júpiter' está claro que comparten la pasión de los hermanos por dotar a ambas propuestas de un look visual inconfundible y también el hecho de que su personaje principal está destinado a hacer grandes cosas para salvar a la humanidad, pero querer emparentarlas más allá de eso y de su pertenencia al género de la ciencia ficción no obedecería a más que un empeño personal en querer desacreditar al título que nos ocupa por lo inferior que resulta en comparación.
Además, hasta esa acabado visual resulta muy diferente a lo que se hacía en 'Matrix', ya que aquí se apuesta por unos tonos más cálidos y coloridos que en no pocas ocasiones buscan crear planos que puedan ser considerados icónicos, importando menos su utilidad narrativa que eso o la posibilidad de introducir homenajes a otras obras sin que esto añada entidad propia a 'El destino de Júpiter'. Con todo, se nota una clara preocupación por crear un universo propio dando identidad propia a cada uno de los personajes y escenarios, pero también hay una marcada tendencia a complicarlo todo más de la cuenta, algo que también sucede con su guión.
Caótico pasatiempo
Sucede algo curioso con el guión escrito por los propios Wachowski, y es que la historia y su evolución son extremadamente simples, pero ellos se empeñan en complicarlo todo de forma exagerada, no teniendo del todo claro si lo hacen para intentar conseguir una sensación de trascendencia que nunca logran o como simple excusa para dar rienda suelta a su imaginación y mostrar más cosas de las que tenían en mente. El problema es que todo ello acaba provocando un descontrol narrativo enorme que puede desquiciar a aquellos que quieran tomarse lo que sucede demasiado en serio.
Y es que uno de los principales logros de 'El destino de Júpiter' es que da la opción de disfrutarla como un pasatiempo más o menos ligero o de verla cómo una gran epopeya galáctica, siendo en su primera faceta donde mejor funciona -atención sobre todo a la divertida forma de introducir la burocracia en el relato- y ayudando a relativizar sus ínfulas, donde todo resulta demasiado previsible y un tanto redundante -¿de verdad hacían falta los tres hermanos?-, pero sobre todo nunca consigue quitarse del todo de encima esa molesta sensación de artificio que transmite.
A cambio intentan adornarlo con curiosas ideas sobre determinados temas -la crítica al capitalismo es la más evidente de todas- que añaden algo más de entidad al conjunto y alejan a la película de dar una presencia excesiva a la inevitable historia de amor. Eso sí, los Wachowski vuelven a demostrar su pericia para las escenas de acción -estupenda la persecución en Chicago- y también que saben manejarse dentro del caos para imprimir al relato el ritmo necesario para que nunca llegara a desconectar de lo que sucedía, ni siquiera cuando sus limitaciones ganan demasiada presencia.
Otros detalles
Que nadie espere algo ni remotamente parecido a una buena actuación en 'El destino de Júpiter', ya que los que mejor parados salen apenas se limitan a cumplir con corrección y disimular un poco los errores de construcción de sus personajes en el guión. Eso sí, hay dos casos en los que llaman negativamente la atención, el primero es Mila Kunis, pero no porque lo haga especialmente mal -dejémoslo en mediocre-, sino porque no tiene la presencia y el carisma necesario para liderar una producción de estas características -por no hablar de su nula química con Channing Tatum siempre que se pone especial atención a una previsible relación romántica que casi nos hace pensar en Crepúsculo- y tampoco para transmitir nada que no consiga ya el notable peso de la exposición en el libreto de lo Wachowski.
Sin embargo, lo de Kunis queda en un segundo plano ante la atrocidad cometida por Eddie Redmayne, un actor que quizá gane el Oscar, pero que debería estar nominado al Razzie el año que viene por lo que hace aquí. Su actuación tiene dos modos: Villano cansino que habla entre susurros y con languidez y villano que pone las cartas encima de la mesa y resulta ridículo y para nada amenazante. Además, es el que mejor representa el tono mecánico que los Wachowski sacan de todos los actores, siendo solamente en los momentos más ligeros cuando consiguen transmitir algo.
Visualmente todos dábamos por sentado que 'El destino de Júpiter' iba a cumplir con creces, por lo que quizá sea mejor destacar la estupenda banda sonora de Michael Giacchino, aunque justo es señalar que parece pensada para una película con las ideas mucho más claras que la que aquí nos ocupa. De hecho, su música es un fuerte recordatorio de lo extravagante y difuso que es lo que sucede todo en pantalla, siendo mejor tomárselo un poco a guasa para poder disfrutarlo.
En definitiva, 'El destino de Júpiter' es una caótica aventura de ciencia-ficción que nunca llega a tener claro lo que busca más allá de que los Wachowski desplieguen todas sus ideas visuales. La cuestión es que se trata de un descontrol entretenido por motivos que uno puede tener serias dificultades para explicar. Al final queda claro que es un disparate que dilapida todas sus posibilidades de ser realmente buena, pero tampoco me parece justo destrozarla si conmigo consiguió el objetivo mínimo que debería tener toda película: No aburrir.
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