2012 fue un año raro para el cine español. El duro recorte de las subvenciones y la subida del IVA amenazaban con herir de muerte a una cinematografía débil, necesitada de apoyo.
Pero gracias a las impresionantes recaudaciones logradas por ‘Las aventuras de Tadeo Jones’ (Enrique Gato, 2012) y ‘Lo imposible’ (J.A. Bayona, 2012) —la segunda película más taquillera de la historia en nuestro país— se alcanzó un dato extraordinario: una cuota de mercado del 17,9%, la más alta en 27 años. Claro que el éxito se debe a prácticamente tres títulos —el otro es ‘Tengo ganas de ti’ (Fernando González Molina, 2012)—, no hay que engañarse, pero cabe la esperanza por una razón: el público ha comprobado que hay talento y variedad en la oferta de producción nacional.
Y es que el año pasado se estrenaron ‘Arrugas’ (Ignacio Ferreras, 2011), ‘Luces rojas’ (Rodrigo Cortés, 2012), ‘Extraterrestre’ (Nacho Vigalondo, 2011), ‘Fin’ (Jorge Torregrossa, 2012), ‘Invasor’ (Daniel Calparsoro, 2012) y ‘El cuerpo’ (Oriol Paulo, 2012), por poner solo algunos ejemplos de películas que nadie puede tachar de “españoladas” —curiosamente, una de las mayores españoladas de los últimos años, ‘Blancanieves’ (Pablo Berger, 2012), fue también uno de los trabajos mejor valorados—. No hay motivos para desconfiar. Habrá quien siga repitiendo los mismos tópicos sobre las películas que se hacen en este país —mi favorito es que ya cansan tantas historias de la guerra civil, o de la posguerra, que viene a ser lo mismo para mucha gente (que no ha vivido ni lo uno ni lo otro)— pero la realidad es muy diferente, se está buscando al espectador con las mismas armas del cine norteamericano y se le está encontrando.
A menudo he leído en esta página comentarios sobre cuál debería ser el camino a seguir por el cine español, y se ha puesto de ejemplo la industria de Hollywood: podrá estrenar una cantidad obscena de churros cada año, pero la mayoría resultan entretenidos —o eso decís— y son muy rentables. Es decir, que la meta debería ser preocuparse más por la taquilla, estrenar propuestas comerciales que atraigan al mayor número posible de espectadores; y a partir de ahí, con dinero en los bolsillos, dar salida a trabajos más artísticos, por así decirlo. A grandes rasgos estoy de acuerdo. Por eso creo que propuestas como ‘El cuerpo’ deberían ser bienvenidas, aunque eso no significa que haya que elogiarlas falsamente para engañar al público. Entre otras razones porque a la gente que llena las multisalas le importa un pimiento lo que digan las críticas. Se fía más de los comentarios de amigos o familiares. Y tengo la sensación de que este thriller posee lo necesario para atraer y enganchar al espectador que, sin altas expectativas, busque pasar el rato devorando palomitas en una cómoda butaca.
‘El cuerpo’, ópera prima de Oriol Paulo —también coautor del guion junto a Lara Sendim—, arranca con una escena que hemos visto cientos de veces, alguien corriendo a través de unos árboles, terriblemente asustado, mirando de vez en cuando hacia atrás por si le están siguiendo. No hay nadie más por allí. Llega a una carretera y, claro, le atropellan. Menuda casualidad. Se comete el error de enseñar que hay un coche antes de que suceda el accidente y no resulta muy creíble que esta persona, a pesar del miedo, se lanzara al asfalto sin percatarse de las luces y el ruido del vehículo. Pero no pasa nada, la narración avanza con rapidez. Conocemos al inspector Jaime Peña (José Coronado), que desde el principio vemos que no ha logrado superar una dolorosa experiencia, y enseguida se abre el caso sobre el que gira la película. La víctima del atropello, en un conveniente estado de coma —ahora no puede hablar pero lo hará cuando se aproxime el final— es el vigilante nocturno de un depósito de cadáveres. ¿Qué pudo causarle tal estado de pánico?
La policía descubre que en la morgue falta un cuerpo, el de la recientemente fallecida Mayka Villaverde (Belén Rueda), una mujer adinerada e influyente que se apagó por un ataque al corazón. Se revisan las grabaciones de seguridad del recinto para obtener alguna pista pero la mayoría de las cámaras fueron desactivadas y solo aparece al vigilante huyendo con cara de haber visto un fantasma. La investigación está bloqueada así que Peña pide llamar al joven viudo, Álex (Hugo Silva), quien simula ante su familia encontrarse devastado por la muerte de su esposa, si bien a la primera oportunidad sale en busca de su amante, Carla (Aura Garrido). El espectador es informado de que, para estar con Carla, Álex provocó la muerte de Mayka —inspirado por ‘Sospecha’ (‘Suspicion’, Alfred Hitchcock, 1941)—. Tras ser localizado por la policía, Álex se reúne con el inspector y comienza un largo interrogatorio interrumpido por toda clase de eventos. A la mañana siguiente, el misterio queda resuelto.
A raíz de las preguntas del inspector y diversos hallazgos en la morgue —que llega a parecer una atracción de feria, de esas que buscan asustar a los críos con trucos baratos—, se intercalan flashbacks que revelan la deteriorada relación entre Mayka y Álex a causa del idilio de éste con Carla, pero sobre todo el fuerte carácter de la fallecida, que era aficionada a las bromas de mal gusto. De hecho, Álex mantiene que la mujer fingió su muerte para desaparecer y perjudicarle. Pero la policía cree que ha sido él quien ha escondido el cuerpo para que no se le realice una autopsia. El desenlace es totalmente inesperado. Es lo mejor de una floja película construida en torno a la sorpresa final, impecable técnicamente —en apariencia, podría haberse producido en Hollywood y no notaríamos la diferencia— pero con un guion plagado de momentos y diálogos bochornosos —atención a cómo justifica Álex el asesinato— que los actores son incapaces de dotar de credibilidad —las interpretaciones oscilan entre la sobreactuación y la rigidez, solo se salva, por carisma, Coronado—.
‘El cuerpo’ es como un largo episodio de una de esas clónicas series policiales que se producen actualmente; la empiezas a ver por entretenerte y aunque a menudo desconectas por los absurdos de guion, la aburrida realización o las torpes interpretaciones, sigues ahí pendiente por simple curiosidad, por saber cómo se resuelve, quién era el culpable y por qué lo hizo. Como dije antes, puede valer para pasar el rato —y reírse con las escenas ridículas si la ves con algún amigo—, desde luego el año pasado vi peores películas.
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