Te he estado buscando por todo el mundo. Vas a ser una fuerza del bien y un hechicero muy importante. Pero por ahora, eres mi aprendiz.(Balthazar Blake)
Imagina que tienes unos veinte años. Que apenas tienes amigos, nadie te hace caso y tu mayor afición es intentar imitar a Nikola Tesla. Y entonces un día aparece un tipo muy raro (Nicolas Cage con un sombrero enorme, no creo que haga falta decir más) que te dice que eres la reencarnación de Merlín, que te va a instruir para que puedas realizar hechizos, magia de verdad.
Pasada la sorpresa, y una vez que te ha demostrado que es cierto… sería genial, ¿cierto? Es decir, la cosa tiene su responsabilidad y tal, pero vas a empezar una nueva vida, y serás alguien especial, ¡un importante hechicero! Sobre el papel, imagino que estaréis de acuerdo conmigo en que el planteamiento expuesto debería dar como resultado una divertida aventura fantástica llena de emoción y sorpresas.
Pero no. Desafortunadamente, la película que ha salido no emociona en ningún momento, no interesa, se hace muy pesada, y pretende sorprender con escenas que ya hemos visto en numerosas ocasiones. En nuestra cartelera desde el pasado viernes, ‘El aprendiz de brujo’ (‘The Sorcerer´s Apprentice’) es el segundo fiasco del dúo Jerry Bruckheimer y Walt Disney Pictures, responsables también de la reciente adaptación del videojuego ‘Prince of Persia’ (estrenada en mayo). Las dos superproducciones están cortadas por el mismo patrón y tienen los mismos errores, son productos sin alma, fabricados pensando sólo en la taquilla; las tramas avanzan porque sí, los personajes sueltan frases que hemos oído mil veces, no importa la coherencia ni la imaginación, pero debe haber muchos efectos visuales. En resumen, un aburrimiento de 150 millones de dólares.
Hasta cinco guionistas (Lawrence Konner, Mark Rosenthal, Matt Lopez, Doug Miro y Carlo Bernard) han sido empleados para escribir ‘El aprendiz de brujo’, cuyo origen se encuentra en un segmento (a su vez basado en un poema de Goethe) de uno de los grandes clásicos de Disney, ‘Fantasia’ (1940); es ése en el que Mickey Mouse decide realizar magia cuando aún no es capaz de controlarla, provocando un lío monumental (hay una escena muy similar en el film que nos ocupa). Al parecer, la idea de extender el corto a un largometraje fue de Nicolas Cage, que encarna a Balthazar Blake, un poderoso hechicero que debe proteger a la humanidad y encontrar a un muchacho que pueda ser su aprendiz.
El excéntrico y divertido personaje de Cage es de lo poco que merece ser rescatado de ‘El aprendiz de brujo’, junto al siempre competente Alfred Molina en la piel del malvado Maxim Horvath, y la breve presencia de Monica Bellucci, dando vida a un personaje muy desaprovechado. En el prólogo de la película, tan atropellado que no tiene ningún sentido, en el que se despacha rápidamente una información que volverá a repetirse más adelante, se nos cuenta que Merlín tuvo tres aprendices, Balthazar (Cage), que vemos que es el más fuerte, Verónica (Bellucci) y Maxim (Molina), el clásico traidor que decide convertirse en el siervo de Morgana (Alice Maud Krige), la gran amenaza de la historia. A través de una serie de encantamientos, Morgana es encerrada junto a Verónica, Maxim y otros brujos peligrosos en una muñeca rusa.
Primero la chica, luego el mundo
La cuestión principal es que Merlín le encargó una misión a Balthazar: encontrar a un chico de gran potencial, el único que puede llevar su anillo y derrotar a Morgana (porque en algún momento escapará de su prisión). Pasan los siglos, nos situamos en el Manhattan de hoy día, y Balthazar encuentra por fin al chaval, que lo primero que hace es dejar libre accidentalmente a Maxim. Mientras éste prepara su gran plan para recuperar a Morgana y desatar un infierno, Balthazar tiene que entrenar rápidamente a su nuevo discípulo, Dave Stutler (Jay Baruchel), un chico marginado que sólo parece interesado en impresionar a la atractiva Becky (Teresa Palmer), de la que está enamorado desde que estaba en el colegio.
De esta forma, pasamos de una guerra entre hechiceros, con un joven que debe acelerar su aprendizaje para convertirse en la única salvación del planeta, a una comedia romántica sobre un chico feo que debe enamorar a la chica guapa. Y aquí es donde se arruina todo, porque la magia queda a un lado, los peligros no importan, y todo se encamina a ver cómo Dave consigue liarse con Becky, algo que además no supone ninguna dificultad; sólo hay clichés, escenas tontorronas y bostezos. Para animar el desarrollo de la mecánica trama, se insertan varias secuencias de acción infladas de efectos especiales y retoques informáticos, pero están mal planificadas y filmadas con desgana por (los ayudantes de) Jon Turteltaub, por lo que ninguna llega a impactar.
Tampoco ayuda nada que Baruchel interprete (o lo que sea eso que hace) a un personaje tan desdibujado e incoherente, poco afortunado con los (constantes) chistes, que tiene en sus manos el destino del mundo y nunca lo parece, que tiene que aprender a marchas forzadas cómo detener a bruja más peligrosa jamás conocida, y sólo piensa en perseguir a la jovencita que le gusta. Por su parte, Teresa Palmer es un mero adorno, el premio de Dave, una chica muy guapa y muy vacía cuyo única característica personal es que le gusta mucho la música. Toby Kebell también se pasea por el set dando vida al aprendiz de Maxim, intentando aumentar la comicidad del conjunto, pero no le sale bien imitar a Rhys Ifans. En resumen, una apagada propuesta de fantasía que quizá entretenga a los más pequeños y al público menos exigente, otra oportunidad perdida de ver un verdadero espectáculo en este pobre 2010.
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