Disney: 'Tiana y el sapo', de Ron Clements y John Musker

Cerrado el breve capítulo digital y abiertas todas las posibilidades a que la animación tradicional inundara de nuevo las salas de medio mundo, el primer paso de la renacida Disney en tan conocido y añorado universo fue pisar sobre seguro. Decisión completamente lógica por parte de una compañía que todavía tenía muy presente el traspiés que pocos años antes le había costado el abandono de las técnicas con las que habían iniciado su andadura durante los años 30, ese pisar sobre suelo conocido se iba a traducir en echar mano de dos cineastas que, dos décadas antes, habían sacado de la oscuridad a la productora, Ron Clements y John Musker.

Legendarios responsables de 'La sirenita' ('The Little Mermaid', 1989), la pareja de directores se habían visto forzados a abandonar la casa por la que tanto habían hecho en 2005, y sólo fue a instancias de Lasseter que decidieron volver para dar respuesta a la petición de que aportaran ideas para un nuevo filme animado que podría rodarse en el estilo que ellos quisieran. Familiarizados como estaban con el doble proyecto de Disney y Pixar de acercarse a 'El príncipe rana' de los Hermanos Grimm, Clements y Musker tuvieron muy claro que, retomando el espíritu musical de sus éxitos pasados, estamparían su sello en 'Tiana y el sapo' ('The Princess and the Frog', 2009).

Un sello que, mirando también hacia la variación sobre el citado cuento que era el relato 'The Frog Princess' de E.D.Baker, iba a ir encaminado a trastocar profundamente la ambientación "clásica" de las historias para, primero, cambiar a todos sus personajes principales por afroamericanos y, segundo y más importante, situar la historia en el Nueva Orleans —la ciudad favorita de Lasseter— de la era del jazz y en los pantanos llenos de magia vudú de sus alrededores. Quedaba así perfilado un filme que, tras el empuje de 'Bolt' (id, Byron Howard y Chris Williams, 2008), supondría el regreso pleno de Disney a las cimas que había alcanzado en su pasado más memorable.

Un "reparto" ¿demasiado? coral

Animados todos sus personajes a mano —sobre papel que después sería digitalizado— y aprovechando las técnicas digitales para el resto de los componentes de cada plano —ya sabéis, fondos y efectos— 'Tiana y el sapo' encuentra su único punto flaco en la ambición con la que aborda el elenco de personajes que dan vida a la curiosa versión del cuento que aquí podemos encontrar. Con el protagonismo principal de Tiana, la joven cuyo máximo sueño es montar un pequeño restaurante, y Naveen, el príncipe malcriado y caprichoso que se verá transformado en rana, la cinta llega a sumar hasta ocho protagonistas más de cierta relevancia puntual en la trama.

Para empezar tenemos al villano, ese híbrido entre el Capitán Garfio y Cruella de Vil que es el Doctor Facilier, un mago que anhela hacerse con el dinero del "gran papi" LeBouff y que engatusará en su plan al ayudante de cámara del príncipe Naveen, el fofo, torpe y envidioso Lawrence. A ellos tres se suman la madre de Tiana; la bruja de los pantanos Mama Odie; la malcriada, mimada, chillona e insoportable hija de LeBouff —e íntima amiga de Tiana— y, cómo no, los dos alivios cómicos de rigor en forma de animales parlachines, el caimán trompetista Louis y Ray, la luciernága cajún enamorada de una estrella.

Por más que el foco de la cinta se mantenga de forma más o menos generalizada en Tiana y Naveen, tanto secundario termina por distraer en exceso sobre lo que importa de la función, aunque no lo suficiente para convertirse en la molestia que en el pasado habían sido, por ejemplo, los complementos de algunas de las formulaicas producciones de los noventa. 'Tiana y el sapo' consigue pues mantener más o menos el complicado equilibrio entre protagonistas principales y secundarios, si bien hubiera sido de agradecer la eliminación de alguno de ellos —los más desaprovechados— para un perfecto fluir de los casi 100 minutos de proyección.

'Tiana y el sapo', cambio de aires

Plagado de números musicales antológicos —me quedo con dos, el 'Almost There', fabuloso, y el 'When We're Human'—, y haciendo gala de una animación espectacular que recupera para sí lo MEJOR que habíamos visto en el pasado de la historia de los estudios, si hay algo que destacar en 'Tiana y el sapo' por encima de todo lo demás es el trabajo que sigue haciéndose desde la Disney en redefinir los patrones que caracterizan a las "princesas" de sus producciones más recientes.

Comenzado en los noventa gracias a los apuntes con los que se perfilaron las personalidades de Ariel, Bella, Pocahontas o Mulan, dicha evolución sobre el canon clásico desarrollado por los estudios en sus primeros cuentos animados da un paso más cuando Clements y Musker recogen el testigo que ellos mismos habían ayudado a moldear y lo hacen avanzar algo más, presentando a una protagonista que lo último que busca es el amor de cuento de hadas —y bien claro que lo tiene desde que es una niña— y que persigue denodadamente el sueño de ser emprendedora e independiente.

Que el amor termine apareciendo en su vida es algo secundario como lo será aún más en 'Enredados' ('Tangled', Nathan Greno y Byron Howard, 2010) o 'Frozen: El reino del hielo' ('Frozen', Chris Buck y Jennifer Lee, 2013), y es muy de agradecer que Disney haya ido adaptándose a los nuevos tiempos dando una versión menos dependiente y conformista de las féminas que, sin duda, tanta influencia siguen teniendo en la formación de muchos niños y niñas a lo largo y ancho del planeta.

Aunque su taquilla estadounidense no fue todo lo que se esperaba de ella y sólo sirvió para cubrir costes —algo que podría achacarse a la equivocada campaña de marketing y al hecho probable de que la palabra princesa en el título echara atrás a más de un cinéfilo— 'Tiana y el sapo' sirvió para terminar de encender la mecha de la reignición Disney. Una reignición que fue llevada a cabo con una categoría asombrosa, una calidad sublime y con el firme propósito de sentar unas bases que en los seis años que han pasado desde su estreno no han hecho más que seguir creciendo a cada nueva propuesta salida de la máquina de ideas —y de hacer dinero— que es la todopoderosa productora.

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