'El diablo a todas horas' ('The Devil All the Time') prometía ser uno de los estrenos cinematográficos más potentes de Netflix en lo que queda de 2020. Esta adaptación de una aclamada novela de Donald Ray Pollock cuenta con un reparto impresionante con rostros tan conocidos como Tom Holland o Robert Pattinson, y además detrás de ella tenemos al cineasta Antonio Campos, quien se hizo un nombre como realizador independiente antes de coger fama por su aportación clave al diseño visual de las dos primeras temporadas de ‘The Sinner’.
A priori costaba pensar que algo pudiera salir mal de ese cóctel, pero cosas muchos más raras se han visto. Hoy ha tenido lugar su estreno en la plataforma y no puedo decir que sea una mala película, pero sí que estamos ante un festival de crueldad y sordidez un tanto desigual en el que lo mejor de la función acaban siendo sus actores.
La normalidad corrompida
‘El diablo a todas horas’ es una colección de historias encadenadas situado en la América profunda a mediados del siglo XX. A lo largo de sus más de dos horas de metraje se recogen diferentes relatos llamados a confluir de una forma u otra, cubriendo así varias décadas de historia. En lo técnico es una película con hechuras de gran cine, ya que proporciona la ambientación necesaria para que el espectador se zambulla en una especie de mundo aparte en el que las actitudes criminales o despreciables están poco menos que aceptadas. “Es lo que hay” que se diría en la actualidad pero sin la necesidad de que nadie lo verbalice para que quede clarísimo al espectador.
A partir de ahí, Campos, que también ejerce como guionista junto a su hermano Paulo, diseña un mundo en el que se habla a menudo de Dios pero donde la conclusión más clara es pensar que difícilmente una entidad así puede existir teniendo en cuenta lo que vemos en pantalla. Lo más parecido a un ser superior es la voz en off del narrador -que corre a cargo del propio autor de la novela- que tampoco tiene problemas en ser cruel a la hora de ir comentando o aclarando los diferentes sucesos.
Desde el primer momento queda claro que el principal interés de Campos es buscar un equilibrio entre el cine criminal y las particularidades de las regiones sureñas de Estados Unidos. Aquí incluso el principal defensor de la ley está corrompido, pero antes de que lleguemos a él comenzamos nuestro viaje a través del regreso a casa de un veterano de guerra que ha quedado marcado de forma irremediable por lo que ha visto en el frente.
Es quizá en esos primeros minutos donde ‘El diablo a todas horas’ resulta más consistente, ya que es cierto que el drama que plantea es algo que hemos visto en multitud de ocasiones, pero Campos no dilata los tiempos para que cubra más metraje del necesario y Bill Skarsgard logra reflejar de maravilla la conflictiva personalidad de Willard. Eso sí, ya aquí se muestra esa tendencia hacia lo trágico y criminal que no dejará de ir creciendo hasta llegar un punto en el que acaba saturando al espectador.
Desequilibrada
A ello no ayuda demasiado que acabe transmitiendo una curiosa sensación de falta de profundidad, ya que Campos parece querer llegar a todas las historias que quiere mostrarnos en ‘El diablo a todas horas’ sin pararse lo suficiente en casi ninguna de ellas como para conseguir la resonancia emocional buscada. Eso no quiere decir que la película tenga un ritmo apresurado, sino que falta ese desahogo necesario que a veces da pie al mero lucimiento de los actores, pero que aquí le hubiese venido de fábula para que a partir de cierto momento uno no esté pensando más en qué sordidez nos espera a la vuelta de la esquina.
Y es una pena, porque realmente cuenta con un dúo de personajes, la peculiar pareja en la ficción formada por Jason Clarke y Riley Keough, que podría haberse utilizado más a modo de hilo conductor, función que pese a todo cumplen en ‘El diablo a todas horas’ pese a que el personaje con mayor protagonista sea el que recae en su edad adulta en un notable Holland.
Precisamente Holland es el que ayuda a aportar una mayor intensidad y fragilidad a la historia, destacando con fuerza la secuencia que comparte con el maquiavélico predicador interpretado por Pattinson. Dicho momento es el que mejor sabe aprovechar esa eterna búsqueda de lo criminal y despreciable que sobrevuela a lo largo de toda la película, aunque para ello se haya tenido que descuidar otras tramas que bien podrían haber conseguido un efecto similar.
Al final, ‘El diablo a todas horas’ tiene la base pero carece de la determinación. Sabe lo que quiere contar, pero se preocupa más en tachar todos los puntos de la lista que en conseguir un verdadero equilibrio entre ellos, siendo su reparto el que evita que la película se desmorone. Porque seamos justos, puede que se vuelva algo repetitiva por todo lo que apunto, pero una nunca termina de perder el interés en ella.
En resumidas cuentas
‘El diablo a todas horas’ quizá no llegue a ser una oportunidad perdida, pero sí que Campos tenía un material entre manos que daba para una película muchísimo mejor de la que ha llegado a Netflix a poco que hubiese mimado más el guion. Eso quizá hubiese provocado relajar un poco el clima de tensión, pero poco efecto surte este si dificulta cualquier tipo de empatía con aquellos personajes más luminosos atrapados en un mundo horrible.
Puedes ver 'El diablo a todas horas' en Netflix
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