Los superhéroes ocupan actualmente un lugar privilegiado entre los personajes más populares del cine. No obstante, el número total de películas que protagonizan es mucho menor de lo que parece si nos fijamos solamente en sus atronadoras campañas publicitarias, probablemente las más insistentes de Hollywood. Disney y Warner tienen buena culpa de ello, pero no son las únicas responsables de una tendencia cada vez más marcada.
Fox logró desmarcarse en el caso de ‘Deadpool’ con una promoción fresca y muy estimulante para una cinta que casi no se hace pero cuya secuela recibió luz verde antes incluso del estreno de la primera. Su enorme éxito ha dado la razón a la compañía, pero lo realmente importante para el público es que estamos ante una película brutal y muy divertida que sabe aprovechar los puntos fuertes del mercenario bocazas interpretado por Ryan Reynolds.
El superhéroe "molón" para adultos
La gran ventaja con la que contaba ‘Deadpool’ sobre el resto de superhéroes marcadamente comerciales es que Fox aceptó dar la suficiente libertad a sus responsables como para obtener la calificación R en Estados Unidos, lo cual limita el acceso al público menor de 17 años, pero a cambio te permite ser mucho más provocativo. No son pocas las películas que han desaprovechado esto, pero en el caso que nos ocupan apuestan por llevarlo al límite.
El resultado de ello en este caso concreto es una avalancha de bromas sin cortapisa alguna y mostrar los efectos de la violencia sin tener que edulcorarla para los menores de edad. Eso sí, en este caso la brutalidad es diferente a la que podíamos ver en cintas como las notables ‘John Wick’ y ‘Redada asesina’ (‘Serbuan Maut’), ya que aquí está integrada dentro de ese tono desenfadado que reina la función.
¿Por qué he dicho que casi siempre funciona? Pues porque ‘Deadpool’ es un terremoto locuaz en el que no hay espacio para el respiro, por lo que se acumulan chistes sin rubor y no todos ellos funcionan igual de bien. Algunos son hilarantes -sobre todo los relacionados con la ruptura de la cuarta pared-, otros ocurrentes y la mayoría divertidos, pero también hay alguno que no logra dar en la diana. También tengo claro que conseguir un 100% de eficacia era una misión imposible.
Por suerte, esa saturación nunca llega a provocar cansancio o agotamiento, y es cierto que en ese punto, tal y como se dice en los maravillosos títulos de crédito iniciales, los verdaderos héroes de la función son Rhet Reese y Paul Wernick, ya que su guion resulta esencial para establecer el tono necesario para que este festival de excesos sea recibido con jolgorio en lugar de verlo como una simple ida de olla más o menos simpática.
Con esto no quiero restar importancia a la aportación de Tim Miller desde la puesta en escena, ya que demuestra una pericia loable para sacar partido a su ajustado presupuesto -apenas 58 millones, una cifra muy inferior a lo habitual en este tipo de producciones-. Pienso sobre todo en las frenéticas escenas de acción, pero también en cómo equilibra esos peligrosos saltos temporales durante su primer acto para presentarnos el origen de Deadpool de forma fluida y atractiva.
Ryan Reynolds, el perfecto Deadpool
Sin embargo, resulta complicado no fijarse en que ‘Deadpool’ nos cuenta una historia que ya hemos visto en varias ocasiones y no hace verdaderos esfuerzos para añadir algo diferente que no esté relacionado con esa sobredosis de humor que quizá eche para atrás a algunos. ¿Qué es lo que hace entonces que esa frescura jamás desaparezca y que su visionado sea una experiencia “molona” en todo momento? La absoluta entrega de Ryan Reynolds.
Por mi parte, he de confesar que Reynolds hasta ahora había demostrado una gran capacidad para sorprenderme tanto para bien como para mal, pero con este Deadpool -mejor olvidarnos del de la horrible ‘X-Men orígenes: Lobezno’ (‘X-Men Origins: Wolverine’)- ha encontrado el personaje perfecto para sacar a lucir tanto ese carisma que ya empezaba a pensar que había perdido como su capacidad para abrazar a un personaje y convertirse literalmente en él.
Él es quien lleva todo el peso, quien consigue mejorar aún más ese torrente de chistes que salen por su boca, también el responsable de elevar el interés en unos villanos un poco de medio pelo -eso sí, al menos Ed Skrein no da pena como en el reciente reboot de ‘Transporter’- y no me olvido de la gran química que muestra con prácticamente cualquiera con quien comparta plano, aunque la palma se lo lleva el memorable Coloso de Stefan Kapicic.
Además, se percibe el entusiasmo de Reynolds por la decidida apuesta por lo políticamente incorrecto de ‘Deadpool’ -hasta hay puyas para Fox-, haciendo así justicia a una estupenda campaña promocional en lugar de esforzarse en ella y luego darnos un horror de película como sucedió hace nada con el regreso de Zoolander. De hecho, tanto la película como el actor se permiten juguetear mucho con el público, encontrando ahí su gran mina de oro cómica.
Tampoco faltan otros atractivos como una historia de amor con mucho más encanto del esperado, escenas espectaculares tanto en concepción como en ejecución -si falta dinero, hay que dedicarle mucho más tiempo para que luzca por encima de sus posibilidades-, un ritmo vibrante que incluso sabe cómo manejar los momentos más reposados para dejar algo más de poso y una fidelidad total a llevar su estilo gamberro hasta las últimas consecuencias.
En definitiva, ‘Deadpool’ es la película ideal para aquellos que busquen un superhéroe que abrace sin miedo lo políticamente incorrecto. Además, Ryan Reynolds nos demuestra que era el actor perfecto para dar vida al protagonista y se logra conseguir un vibrante equilibrio dentro de su marcada tendencia al exceso para que uno pueda pasar un gran rato en el cine con la primera aventura de este mercenario bocazas. Violencia, humor y entretenimiento unidos en casi perfecta armonía.
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