El universo de superhéroes de Marvel en Netflix empezó con mucha fuerza gracias a ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’, pero luego el entusiasmo fue menos unánime con ‘Luke Cage’ y directamente fue casi imposible encontrarlo entre las reacciones a ‘Iron Fist’. Eso unido a ciertas decepciones como ‘The Defenders’ o la segunda temporada de ‘Jessica Jones’ ha ido erosionando lo que parecía un mundo a prueba de balas.
Por mi parte, siempre me gustó más ‘Daredevil’ y en su segunda temporada no noté ningún bajón de interés por mucho que la segunda mitad de temporada fuese algo inferior a la primera. Ahora tenía la duda de si la serie liderada por Charlie Cox también iba a mostrar síntomas de desgaste en su tercera temporada y una vez vistos cuatro episodios puedo decir que no. Sigue siendo excelente.
La vuelta de Daredevil
La historia de Matt Murdock quedó cerrada al final de ‘The Defenders’, teniendo incluso la oportunidad el personaje de sacrificarse por un bien mayor. Sin embargo, todos sabíamos ya que el personaje no había muerto y que era una mera cuestión de tiempo que reapareciese. Estos primeros episodios de la tercera temporada funcionan a modo de regreso, primero testando sus habilidades físicas y luego viendo hasta dónde es capaz.
Eso supone que el personaje vaya sumando poco a poco a una trama de temporada que tarda bien poco en captar nuestra atención. Simplemente hace falta que Wilson Fisk tome una sorprendente decisión para que el clima de la ciudad se ponga patas arriba, y lo hacen además dejando abierta la duda a que sus intenciones oculten algún plan retorcido que lo complique todo aún más. A fin de cuentas, todos, tanto nosotros como los personajes, sabemos quién es.
Además, la serie no se olvida de la rivalidad entre Daredevil y Fisk, pero lidia con ella de una forma diferente al tener que estirar la llegada del inevitable encuentro entre ambos. En esta ocasión se hace especial hincapié en los sentimientos que provoca Fisk en el protagonista y cómo eso va cambiando su forma de proceder, llegando a exponerse a una serie de peligros que están a punto de acabar con él de forma ya definitiva.
Sigue siendo vibrante cuando se lo propone
Uno de los problemas que más se suele destacar de las series de superhéroes de Netflix es que 13 episodios son demasiados -para la segunda de ‘Iron Fist’ ya bajaron a 10, pero aquí se regresa a los 13-, pero en ‘Daredevil’ siempre fue donde menos lo noté y eso se mantiene por el momento. Es cierto que se está tomando su tiempo para que todo encaje, pero lo hace de una forma natural en la que los obstáculos -pienso por ejemplo en la investigación de Karen- son lógicos.
Además, la serie no deja de lado esa capacidad tan comentada en su momento para regalarnos alguna escena inolvidable. En esta ocasión hay una dentro de prisión que logra mantenerte en vilo gracias a su precisa y violenta ejecución. Lo hace sin caer tampoco en la sensación de parecer mero lucimiento o de tener que estar ahí porque ‘Daredevil’ había hecho cosas similares en el pasado. Simplemente encaja en ese momento para deleite del espectador.
Sin embargo, lo realmente importante es que sabe mantener un elemento de tensión incluso cuando se centra en aspectos más relajados como el vínculo que surge entre el protagonista y una monja. El espectador siempre es consciente de que detrás de eso hay algo que justifica lo que está viendo y le va preparando para lo que está por llegar. Y además lo hace con talento y sin caer en estupideces o redundancias innecesarias. Así sí, Netflix.
En definitiva, el arranque de la tercera temporada de ‘Daredevil’ mantiene el alto nivel de la serie y se ve muy beneficiada por la recuperación a tiempo completo de Wilson Fisk. Sí que falta ese tremendo chute de energía que dio Punisher al inicio de la segunda, pero se hacen las cosas lo suficientemente bien como para nunca echarlo de menos. De hecho, casi podríamos hablar en términos de que la serie está mejor que nunca.
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