La primera vez que vi una película de 007 tenía nueve años. El título en cuestión era 'Panorama para matar' ('A View to Kill', John Glen, 1985) y aunque, como dije el otro día en un comentario de una de las entradas que he dedicado a repasar el Bond de Daniel Craig, Roger Moore fue lo que menos me gustó del filme —si hubiera conocido la palabra, acartonado habría sido el calificativo a aplicar— me fascinó toda lo relacionado con el personaje y, por supuesto, esos gadgets que siempre han sido marca de fábrica del espía británico con licencia para matar.
Tirando en las semanas y meses siguientes de videoclub, di exacta cuenta de las trece producciones que habían tenido al agente del MI6 como protagonista, decidí en ese tiempo que mi favorita era sin duda alguna 'James Bond contra Goldfinger' ('Goldfinger', Guy Hamilton, 1964) y que, por supuesto, Sean Connery le daba sopa con hondas al flemático e inexpresivo Moore y era, hasta entonces, el mejor Bond posible. Pero los años fueron consiguiendo que la fascinación inicial por el personaje fuera disminuyendo con cada revisionado de las cintas clásicas y a golpe de cada nuevo estreno de las sucesivas aventuras de Dalton y Brosnan. Y entonces, llegó Craig.
Desandar lo andado
A tenor de lo que hemos ido comentando éstos últimos días sobre la incursión del intérprete inglés en la saga, no creo que haya que volver a insistir en que el desembarco de Craig y el radical cambio de fórmulas que el actor trae bajo el brazo para con James Bond es algo que sienta de escándalo al personaje, situándose 'Casino Royale' (id, Martin Campbell, 2006) —como ya comenté el martes de la semana pasada— como la mejor producción de las veintitrés que hasta el pasado viernes habían sido estrenadas en la gran pantalla en esta la franquicia más longeva que ha conocido la historia del séptimo arte.
Imbatida por lo olvidable de 'Quantum of Solace' (id, Marc Foster, 2008) y por lo momentáneamente irregular de 'Skyfall' (id, Sam Mendes, 2012), decía en el texto que dedicaba a ésta última que dos eran las posibilidades que la revisitación de la mitología del personaje que Mendes exploraba en ella se abrían para 'Spectre' (id, Sam Mendes, 2015): que lo que habíamos visto allí fuera algo puntual y Bond continuara por los derroteros iniciados en 2006 o que, por lo contrario, todos los tics que habían conformado la iconografía del personaje y que habían agotado la capacidad de sorpresa del mismo retornaran con fuerza para desesperación de los que creíamos que formaban parte del pasado.
Desafortunadamente, ha sido la segunda la opción elegida por Eon, Barbara Broccoli, Michael G. Wilson, Sam Mendes y los guionistas John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jez Butterworth para devolver a Bond toda la "gloria" del pasado y al talante más rancio y menos contemporáneo del personaje. Por el camino, las interminables dos horas y media de proyección que alcanza 'Spectre' dejan claro que el espejismo que fueron 'Casino Royale' y, en menor medida —en mucha menor medida— 'Quantum of Solace', nunca llegaron a ser del completo agrado de las dos figuras impulsoras de las producciones del agente y que este regreso era, en definitiva, algo inevitable.
Tres gotas en un océano
Así las cosas, e insistiendo en que los 147 minutos de metraje de 'Spectre' son una dura prueba que agota paciencia y ganas de pasarlo bien a golpe de diálogos lamentables, escenas prescindibles, personajes aún más inútiles, situaciones predecibles y una personalidad arropada en términos generales en una desidia que se contrapone en un muy alto porcentaje de la duración a lo enérgico que la irrupción de Craig había sido hace nueve años; tres son las únicas virtudes que éste redactor destacaría de tan desafortunado espectáculo.
La primera, Daniel Craig, un actor al que no parece afectarle que el agente al que tiene que dar vida haya pasado de ser una bestia letal que sangra, sufre y carga con cicatrices a alguien que ni se despeina ni acusa, por ejemplo, la soberana paliza que recibe de manos de Dave Bautista. Más que cualquiera de sus predecesores, Craig es capaz de hacernos creer el talante de superhéroe que siempre ha sobrevolado sobre James Bond, y todo ello gracias a la frialdad que hay en su mirada y la poca inclinación a que su rostro refleje emociones o, por ejemplo, se deje llevar por el tono burlesco y socarrón que Connery y Moore tanto exploraron.
La segunda, instantes puntuales en la dirección de Sam Mendes. De entre ellos, no muchos, hay que destacar sí o sí el plano secuencia que abre el filme y la totalidad de la escena que tiene lugar en México D.F, la segunda más espectacular de cuántas han servido de preludio a las producciones del espía que sólo es superada, ¿es necesario decirlo?, por aquella que prologaba 'Casino Royale'. Junto a ella, como digo, son solo retazos sueltos los que rescataría del trabajo de un realizador que hace gala de una desgana alarmante y que se queda a mucha distancia de convencer con la misma intensidad que lo hacía en 'Skyfall'.
La tercera, y última, el score de Thomas Newman. Tengo que admitir que el hijo mayor de Alfred Newman nunca ha sido santo de mi devoción, y que su incorporación al universo Bond me pareció en su momento un craso error por lo poco que parecía casar con el estilo que siempre ha caracterizado al músico. 'Skyfall' parecía querer cambiar mis reticencias, y 'Spectre' lo consigue sin paliativos: estamos ante un trabajo espléndido, lleno de energía y que, combina elementos sonoros clásicos del personaje —esos metales y el mayor protagonismo del tema de Monty Norman— con adiciones contemporáneas que conforman un todo de gran efectividad.
'Spectre', un regreso, un final, ¿un adiós?
La aparición del "gunbarrel" —que parecía formar parte del pasado lejano del personaje— es un claro indicativo de lo que nos vamos a encontrar en 'Spectre'. Tanto como lo son las imágenes que acompañan a la irregular canción de turno —los falsetes de Sam Smith me pueden— en unos créditos iniciales que retroceden lustros hacia el pasado de 007 con esas féminas semidesnudas y contoneantes. A partir de ellos, lo que el filme 24 en la larga trayectoria de la saga va ofreciendo, incide tanto en retomar un hilo que se abandonó y no debería haber sido retomado, que uno no puede sino lamentar que el Bond de siempre haya vuelto.
Vuelve pues el seductor recalcitrante que usa a las mujeres a su conveniencia —lamentable, con mayúsculas, y prescindible, con mayúsculas y en negrita, la aparición de Monica Bellucci—. Vuelve, como decía, el superhombre que no se despeina ni buscándolo. Vuelven los villanos parlanchines y su enfermiza compulsión por explicarlo todo para dar tiempo a 007 a que salve el día. Vuelven los coqueteos con Moneypenny, los encontronazos con M y los intercambios de puyas con Q. Y vuelve, desgraciadamente, lo exageradamente predecible de todo lo que acaece en la aún más desproporcionada duración.
'Spectre' no se guarda ningún as en la manga. No sorprende —acaso porque no busca sorprender—. No emociona. Consigue que bufemos de exasperación en no pocos instantes. Que nos cansemos de una acción al uso y de un ritmo agotador, lento; de explosiones gargantuescas y de Deus Ex Machina a poco que nos despistemos —uno, vale, incontables, cansan—. Que asistamos alarmados a lo desaprovechado de Christopher Waltz y al sonoro miscasting, por aquello de lo evidente de por dónde va a discurrir su personaje, de Andrew Scott.
Pero sobre todo, 'Spectre' logra que, cuando aparecen impresas las palabras "Bond will be back" como última línea de los créditos finales nos preguntemos, y lo hagamos con fuerza, si es necesario seguir cuando todo apunta a que se hará en estos mismos términos, en estas fórmulas agotadas y agotadoras, que celebran lo rancio a modo de trending topic y que no son capaces de ocultar que, como curiosamente se insiste una y otra vez a lo largo de la cinta, 007 sea algo del pasado. A mi parecer, mejor dejarlo estar. Cierren, den carpetazo y a otra cosa. Si insisten, al menos a priori, no cuenten conmigo. Creí que no, pero parece que sí, que ya he tenido suficiente Bond.
Otra crítica en Blogdecine | 'Spectre', espectacular pero algo insatisfactoria
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