El propio Daniel Craig —esa controvertida elección para Bond que tan firme oposición se encontró entre los fans más recalcitrantes de la versión cinematográfica del personaje de Ian Fleming— llegó a afirmarlo en algún momento cuando se negó inicialmente a participar en el que iba a ser el filme número 21 dentro de la franquicia más longeva de la historia del cine: las cintas de 007 habían caído en un formulismo que convertían a cada nueva entrega en una mera iteración sobre la anterior, ofreciendo más de lo mismo y no despegándose del rancio talante que la saga arrastraba desde los tiempos del inefable Roger Moore.
Era pues el momento de un reinicio que supiera interpretar correctamente lo que el público del s.XXI quería ver en una cinta de acción y que dejara atrás el pesado lastre de cuarenta años de aventuras del agente británico por excelencia para dar con un nuevo estilo más acorde con los tiempos. Un estilo que iba a verse influido sobremanera por la contundencia y sequedad con la que Universal, Doug Liman y Paul Greengrass habían tratado las dos primeras entregas de la traslación de Jason Bourne al cine y que, a la postre, estaba llamada a convertirse en el mejor filme protagonizado por James Bond a lo largo de su muy dilatada historia en la gran pantalla.
Y no sólo eso, sino que por mucho que la controversia fuera la nota predominante en lo que a la elección de Daniel Craig se refiere por cuanto nadie era capaz de ver en él la imagen del personaje moreno, alto y distinguido que el literato británico describía en sus novelas, toda vez arranca la acción de 'Casino Royale' (id, Martin Campbell, 2006) uno olvida cualquier prejuicio que pudiera haber tenido contra el actor y se deja llevar por la versión más creíble y física de cuántas ha conocido el agente del MI6, una versión sólo igualada —que no superada— por el sibilino encanto que Sean Connery aportó al personaje a lo largo de los siete filmes en los que encarnó a 007.
Rompiendo con el pasado
Para poder cumplir con el pretendido objetivo de romper con la rancia tónica en la que habían caído los filmes de Bond desde tiempos inmemoriales —en lo que a mi respecta, por ejemplo, el último filme del personaje del que realmente había disfrutado era '007: Alta tensión' ('The Living Daylights', John Glen, 1987) y de eso hacía ya casi dos décadas— la apuesta de Eon, la productora detrás de los veinticuatro filmes oficiales de 007, era de una contundencia tremendamente elocuente: el nuevo actor les serviría de apoyo para acercarse al personaje desde "cero", y para ello nada mejor que remontarse a la primera novela que Sir Ian Fleming escribió sobre el espía, 'Casino Royale'.
Con muchos añadidos al núcleo argumental de la misma que completan el espectáculo ejecutado con suma precisión y solvencia por Martin Campbell, tanto la apertura en blanco y negro del metraje como la ESPECTACULAR secuencia inicial en Madagascar dejan claro que, aunque las "fantasmadas" propias del personaje van a seguir estando presentes, el tono tan poco creíble de superhéroe que éstas habían adquirido de manos del siempre impoluto e imperturbable Pierce Brosnan será sustituido por el carácter animal y visceral de un agente secreto al que conocemos, en toda una declaración de principios, asesinando a dos objetivos que le otorgan su cualidad de "doble cero".
Tras ella, esos seis minutos imparables sin diálogos en los que Bond sigue a un ágil mercenario fabricante de bombas por esqueleto metálico de un edificio en construcción dejan claro que estamos ante una visión del personaje que, como decía, es mucho más física que cualquiera de las que habíamos visto en el pasado. Es más, será en 'Casino Royale' donde por primera vez se nos ofrezca a un 007 vulnerable con cicatrices y sangrando "de verdad", algo que, hasta donde la memoria de este redactor llega a alcanzar, nunca habíamos podido contemplar en un filme de la franquicia.
De hecho, esa vulnerabilidad física que hace que el personaje encarnado por Daniel Craig se someta a un vaivén de enfrentamientos en primera persona —impresionante la lucha en las escaleras del hotel— sin la ayuda de los inevitables gadgets que siempre se han asociado al agente secreto, se traslada también a la psique de un hombre que siguiendo lo establecido por las páginas del texto original, se enamorará de la chica Bond de turno, una Vesper Lynd encarnada con convicción por Eva Green que, salvando debilidades personales por la bellísima Halle Berry, se alza indiscutible como la mejor de cuántas féminas han pasado por el amplio repertorio amoroso del espía con licencia para matar.
Un villano a la altura
Completando la terna principal de personajes que se ponen al servicio del muy sólido guión enhebrado por Neal Purvis, Robert Wade y Paul Haggis, encontramos en 'Casino Royale' al que creo es el mejor antagonista de cuántos ha conocido James Bond a lo largo de su vida cinematográfica. Y la responsabilidad de que así sea recae, más que en lo que el libreto define en cómo Mads Mikkelsen insufla inquietante tridimensionalidad a ese villano de rostro imperturbable llamado Le Chiffre al que la cualidad de llorar sangre sirve para sumar varios enteros con los que alzarse campeón indiscutible de la galería de megalómanos a los que se han enfrentado 007.
De hecho, es en lo ajustado de la interpretación del danés y en lo mucho que dice su mirada sin tener que darse a elaborados y reveladores discursos sobre sus malvados planes, donde 'Casino Royale' encuentra un escalón más que lo separe de todos esos malos de opereta que habían caracterizado a la franquicia hasta el momento: construida por los comentarios y gestos de aquellos que pronuncian su nombre, la solidez de Le Chiffre es aumentada sobremanera por su parquedad de palabra y porque, llegado el momento, participe de ese talante físico que adquiere aquí Bond sometiendo al personaje a una tortura que ya ha pasado por derecho propio a los mejores momentos de la saga.
'Casino Royale', el MEJOR Bond
Con el respeto por la esencia del personaje garantizado por lo mucho que el guión extrae de las páginas de la novela —hasta la forma en la que el espía se refiere a Lynd llegado el final está sacado directamente del libro— la afirmación sobre que nos encontramos ante el mejor Bond que se ha estrenado en cine alude por duplicado tanto a Daniel Craig en la piel del personaje, como a la producción en su totalidad. Y aquí habría que atribuir no poca responsabilidad a la claridad de ideas de Martin Campbell tras el objetivo —atención a la precisión narrativa con la que se expone todo en las dos tres set-pieces que jalonan el metraje— como a la estructura misma de la cinta.
Una estructura que apuesta por no dejarse superponer con facilidad el típico esquema perfectamente definido de tres actos, que arriesga bastante al hacer discurrir una buena parte de su núcleo central entre la construcción del romance y todo lo que acaece en el Casino de Montenegro en el que Bond se enfrenta a LeChiffre en un emocionante Texas Hold'em —Baccarat en las páginas originales— y que, llegado su tramo final, se atreve con soluciones que siguen afirmando que la voluntad de Michael G.Wilson y Barbara Broccoli para con esta entrega número 21 de la franquicia era romper con viejos y gastados moldes.
A esa voluntad se adhiere también la soberbia partitura de David Arnold. El músico inglés, que había desembarcado en el personaje con 'El mañana nunca muere' ('Tomorrow Never Dies', Roger Spottiswoode, 1997) y que ya había dado sobradas muestras de ser el mejor heredero de John Barry con el que el personaje podría haber contado, da aquí el do de pecho con un score asombroso que conjuga la potencia de los metales y percusión en las secuencias de acción —de nuevo, atención a la persecución en Africa y a los diálogos que se establecen entre ambas secciones de la orquesta— con el intimismo más "barryniano" asociado al tema de amor.
Prescindiendo, salvo por un pequeño apunte final, del famoso tema que Monty Norman compusiera para la primera entrega de la franquicia, el leitmotïf derivado de la canción que acompaña a los fenomenales créditos iniciales refuerza desde el plano musical la idea de reinicio que envuelve al que se alzaría temporalmente como el filme más taquillero de toda la franquicia. Un puesto que le arrebataría hace tres años 'Skyfall' (id, Sam Mendes, 2013) pero que ninguna relación guarda con el hecho de que sea 'Casino Royale' no sólo la mejor película Bond de "todos los tiempos" sino uno de los más sólidos vehículos del género de acción que hemos visto desde el cambio de siglo.
En BlogdeCine | 'SPECTRE', la película
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