Freddy Krueger no desentonaría en ninguna lista de los personajes más importantes de la historia del cine. Sus películas gustarán más o menos, pero es un icono del cine de terror que ha protagonizado las pesadillas de infinidad de amantes del séptimo arte. Su creador responde al nombre de Wes Craven, quien no quedó demasiado satisfecho por el giro cómico que el personaje interpretado por Robert Englund fue adquiriendo en las sucesivas secuelas que fueron haciéndose de 'Pesadilla en Elm Street'.
Por ello, Craven decidió aprovechar la oportunidad de regresar a la franquicia para dar un giro al personaje que ya quiso abordar en la tercera entrega -la única de las secuelas en las que había participado hasta entonces- sin que New Line se lo permitiera. La posición del estudio cambió poco después del éxito de ‘Pesadilla final: La muerte de Freddy’ ante la oportunidad de seguir exprimiendo a Krueger y así nació ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’, cinta que hoy celebra su 25º aniversario de su estreno en Estados Unidos.
La vuelta del Krueger más terrorífico
El concepto de ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’ era tan sencillo como potente: Freddy Krueger existe realmente y decide atacar a los responsables de la primera entrega de la saga. Hay más elementos detrás de esa idea, pero la clave está en que estamos sin duda ante la película más personal de Craven, quien llega a a interpretar a una versión de sí mismo para potenciar el juego metacinematográfico que es lo primero que atrapa al espectador de esta película.
De hecho, ‘La nueva pesadilla de Wes Craven juega con la idea de que dentro de la misma se está valorando seriamente la posibilidad de hacer una séptima entrega de ‘Pesadilla en Elm Street’. El público lo está deseando y el estudio no le hace ascos a la idea, pero en todo momento da la sensación de verse como una mera explotación para satisfacer las ansias de las masas. O al menos así es hasta que el propio Craven explica qué ha necesitado recuperar a Freddy Krueger.
Es una escena que en condiciones normales podría haber sido meramente expositiva -y no me sorprendería que algunos piensen que lo es- pero que propone una idea brillante sobre la que se apoya ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’: la fuerza del cine de terror reside en su capacidad de mantener a raya a nuestros verdaderos demonios, de aprender en cierta medida a enfrentarnos con ellos porque son tan terroríficos que de otra manera podrían acabar con nosotros.
Aquí se propone que Freddy Krueger no deja de ser la representación de un mal mucho más antiguo que la primera película logró encapsular y que ahora, con la franquicia ya finiquitada, ha recuperado la libertad y quiere desquitarse por lo sucedido. Para ello se echa mano de la idea de los hechos que van sucediéndose en paralelo a la escritura del guion por parte de Craven, difuminando así los límites entre realidad y ficción.
No hay nada de confuso en este punto, ya que ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’ prescinde casi totalmente del elemento onírico para apostar por un enfoque visual no sé si más realista, pero sí más obvio. Las apariciones de Krueger son bastante reducidas hasta la llegada del inevitable enfrentamiento final, siendo en ese tramo cuando la película se complica más en ese apartado, pero incluso entonces transmite unas vibraciones diferentes, más vinculado al terror gótico, pero nos estamos adelantando demasiado.
Una interesante reflexión
Y es que ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’ también ofrece una jugosa reflexión sobre el papel de la final girl. Encorsetadas normalmente al rol de joven inocente que logra derrotar al mal por su pureza, Heather Langenkamp es aquí ya madre y no parece muy interesada en seguir participando en películas de terror. De hecho, la propia actriz llevaba cinco años sin participar en una película por aquel entonces y su vuelta sirvió para reforzar ese juego meta que define la película.
Hasta varios cargos importantes de New Line, un estudio cuya existencia debe muchísimo a esta franquicia, aceptaron darse vida a sí mismos para potenciar aún más ese efecto. El único problema es que Craven siempre fue más interesante como director que como guionista, de ahí que su alianza con Kevin Williamson en ‘Scream’ sirviese para que ese elemento metacinematográfico se catapultase a otro nivel, pero aquí hay ciertas torpezas que limitan el alcance de la película.
El problema es que Craven alterna una reflexión brillante con situaciones algo más obvias, quizá el peaje para poder hacer la película. Además, su crítica sobre la decadencia del terror por convertirse en un objeto para las famas resulta de trazo grueso y un tanto evidente. A cambio se agradece muchísimo que Freddy Krueger vuelva a ser alguien temible, introduciendo pequeños cambios en su look -desde el abrigo hasta ciertas alteraciones en su rostro y su garra- y no cayendo en el error de convertirlo todo en un show donde lo que interesa es ver de qué forma rebuscada acaba ahora con sus víctimas.
Además, Englund también tiene la oportunidad de mostrar varias caras porque él también da vida a una versión de sí mismo. Me hubiese encantado ver mucho más de cómo era acechado por Krueger, ya que la ira de ese demonio se deja notar en él, pero de forma breve. Si eres cruel con quien logró derrotarte, qué no serías capaz de hacer con quién te atrapó al interpretarte y alcanzó una fama enorme gracias a ti, pero esa no era la historia que le interesaba a Craven.
Como apuntaba antes, aquí se altera el rol de la final girl pero sin perder en ningún momento su faceta más sufridora. Eso sí, aquí todas esas debilidades se concentran en cómo sufre su hijo -un Miko Hughes muy activo durante los años 90 y del que Hollywood pareció olvidarse tras el fracaso de ‘Mercury Rising’- los intentos de Krueger por acabar con ella. Craven adorna eso con más detalles vinculados a la propia saga como la aparición de John Saxon, especialmente inspirado la última vez que se deja ver en ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’.
Otros detalles que merece la pena destacar es que la ambición de Craven le llevó a intentar sacar adelante algunas escenas que no están a la altura en lo referente a la aportación de los efectos visuales. No es que te lleguen a sacar de la película, pero ya en su momento se notaba y vistas hoy en día resulta muy evidente que el presupuesto tendría que haber sido mayor de los 8 millones de dólares que costó. Al menos eso evitó que diese pérdidas, ya que el público no respondió a la propuesta de Craven y la película se convirtió en la menos taquillera de la saga. Krueger ya no volvería hasta nueve años después en 'Freddy vs. Jason'.
En resumidas cuentas
No está exenta de fallos, pero no es difícil entender que ‘La nueva pesadilla de Wes Craven’ sea la película favorita de la saga de Robert Englund, ya que ofrece una reflexión muy interesante tanto sobre la propia franquicia como sobre el cine de terror en general. Un soplo de aire fresco que a su manera funciona como predecesora directa de ‘Scream’, donde el componente meta tuvo un elemento más humorístico del que aquí se prescindió por completo para intentar devolver a Freddy Krueger ese aura temible que había ido perdiendo con los años.
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