En ‘Gremlins’ (1984) confluyeron varios factores que permitieron que la película fuera un enorme éxito en un año en el que Hollywood reunió títulos tremendamente populares. ‘Gremlins’ consiguió conquistar al público más joven gracias a su humor negro, al inconfundible sello de Steven Spielberg, al buen hacer de Joe Dante, la inolvidable música de Goldsmith, y a Gizmo.
La película aparece en una época de gran inspiración y prolífica de Spielberg, que supo girar el guión inicial de Chris Columbus hacia algo más digerible y para un mayor espectro de público, prioritariamente juvenil. En principio, ‘Gremlins’ era mucho más negra, más violenta y sangrienta. Y quizás hubiera sido igualmente un éxito y aclamada, pero se hubiera limitado, en cierto modo, su explotación comercial. Al final quedó un cuento navideño macabro, irónico, no exento de crítica (aunque hay para todo tipo de interpretaciones), pero sobre todo, divertido.
‘Gremlins’, un film de culto
Hoy en día ‘Gemlins’ es considerada una película de culto, y mucho de ello tiene que ver el hecho de haberse convertido en un icono de referencia para una generación. Aquella que creció (crecimos) en los ochenta con la magia, la fantasía y películas que calaron hondo en la imaginación de muchos jóvenes. Y también no hay que restarle ni un ápice mérito del resultado final al buen hacer de Joe Dante en la dirección. Supo darle un sentido del humor inconfundible, con giros y gags de su propio sello (como memorable la confesión de Phoebe Cates y su aversión a la Navidad). A lo que habría sumar el universo multirreferencial que puebla el film y que ayuda a su disfrute.
Ya desde el arranque, la narración que imprime Dante es simple y directa (dentro de una línea muy convencional). Nos sumerge en un universo mágico (la tienda en Chinatown donde conocemos al entrañable Gizmo) como preparación a un desencadenante macabro, salvaje y gamberro. Paralelamente nos presente una idílica localidad donde todo se prepara para la llegada de la blanca Navidad, con unos pocos personajes pintorescos, que encajan muy bien en la historia y que sirven para dibujar el escenario donde los Gremlins harán sus diabluras.
Encontramos dos partes bien diferenciadas en el film, quizás en la primera sea donde más brille la narración, los guiños más sutiles, presentando personajes y escenarios, y donde consigue enganchar al espectador. Para luego, en la segunda mitad desbaratar todo, destrozar el idílico escenario con la Navidad como protagonista y acentuar, con cierta perversidad, la crítica del falso espíritu navideño (que puede ser una de las múltiples lecturas que se pueden extraer).
Unas criaturas entrañables al más puro estilo serie B
No podemos olvidarnos del trabajo en el apartado de diseño y efectos especiales llevado a cabo con los Gremlins. Criaturas materializadas por el talento de Chris Walas que logró su doble cometido: las ganas de achuchar al adorable Gizmo y que todos los niños quisieran uno igual y la repulsión simpática pero peligrosa que general los Gremlins una vez transformados en mostruitos infernales (y que sacan a relucir la parte más negativa del humano, adoptando sus costumbres y aniquilando sus ¿falsas? creencias).
Hoy en día, el resultado de los muñecos queda desfasado pero siguen manteniendo ese entrañable aspecto de serie B que el film no esconde y que resulta vital para su buena acogida, décadas después. En este punto, es muy interesante como se incluyen (además de una clara referencia al cine de ciencia ficción de los 50) elementos como el padre de familia inventor y sus engendros mecánicos que unidos al efecto devastador de los Gremlins en las máquinas otorga un punto más que curioso (y que también se presta a interesantes reflexiones). Memorable es la escena de la cocina, donde la abnegada madre tiene que enfrentarse a los Gremlins con los electrodomésticos.
Resultando muy macabra y divertida, generó buena parte de la polémica por su violencia y mal ejemplo en un film para jóvenes (véase la receta gremlin al microondas), no deja de ser tremendamente divertida y pura esencia del humor negro que envuelve al film. Y eso que Spielberg desechó, como antes avanzaba, momentos más extremos en el primer guión de Columbus (donde aquí la madre acababa decapitada y su cabeza lanzada al protagonista de forma perversamente divertida).
Tampoco se puede olvidar el excelente trabajo de Jerry Goldsmith (que no hace mucho se reeditaba en un doble disco), esencial para el éxito del film y que constituye un trabajo de perfecta simbiosis, entre el terror y el humor, con un tema central pegadizo y plagado de sintetizadores y sonidos electrónicos.
Es vuestro turno, pueden votar por la película de la siguiente crítica a la carta.
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