‘Crazy, Stupid, Love’, dirigida por Glenn Ficarra y John Requa, (‘Phillip Morris, ¡te quiero!’, 2009), sobre el guion de Dan Fogelman, trata de demostrar que el amor es absurdo, contando varias historias en paralelo de personas de distintas edades y sus relaciones o intentos amorosos. Steve Carell interpreta a un hombre casado cuya mujer, a quien da vida Julianne Moore, le pide el divorcio y le cuenta que se ha acostado con un compañero de trabajo, que más tarde descubriremos que está encarnado por Kevin Bacon –así a Carell ya le sobran cinco grados de separación–. Desolado, ahogando sus penas en alcohol –nada muy fuerte, vodka con arándanos– conoce en u pub a un seductor que se toma sus conquistas como un trabajo, con método y dedicación. Este hombre, a quien presta la faz Ryan Gosling, que parece opuesto a él, decide enseñarle sus técnicas, como el maestro Miyagi, y realizar con él una transformación.
Las tramas no solo se han contado ya, es que se han contado hasta el hartazgo, pero aquí se enfoca todo de forma muy distinta, haciendo que la historia de siempre parezca nueva. Para empezar, está esa apariencia de película de historias cortas, a la manera de ‘Love Actually’ o similar. Para continuar hallamos un acercamiento desenfadado, pero no gamberro; una sofisticación en ciertas cosas que a la vez permite mucho realismo. Los excelentes diálogos, ocurrentes y graciosos, y determinadas actitudes sorprenden en boca y cuerpo de grandes personajes, por supuesto, interpretados con acierto y carisma. Desde el instante inicial, va concatenando momentos que son de aplauso y estos no dejan de sucederse a lo largo de la extensa duración. Con bastante humor, repartido de forma equilibrada por todo el metraje, el film incluye también una mirada profunda y en ocasiones amarga que, sumada a lo cómico, conforma un tono muy particular y apreciable.
Aunque los protagonistas, no por cantidad de minutos en pantalla, sino porque ser los que llevan la historia, son los hombres, a las mujeres se les deja mucha cancha cómica, lo cual es de agradecer. El personaje de Moore es capaz de dar la réplica a su marido con ocurrencias igual de humorísticas que las de él. Una actriz que ha demostrado poder darlo todo dramáticamente, aquí hace palpable que la comedia también es lo suyo. Lo mismo le ocurre a Marisa Tomei, que está divertidísima en el único papel del que se hace escarnio y con el que el humor se basa en la exageración y el ridículo. Me resultó imposible evitar imaginarme a Neil Patrick Harris en el personaje de Jason, ya que parece escrito para él. Pero el verlo interpretado por actor que se asocia menos a ese tipo de hombre, Ryan Gosling, el efecto de novedad es mayor y la evolución que sufre me la creo más en él que probablemente en NPH.
(Spoilers) No suelen gustarme las historias de reconciliaciones. Cuando veo rupturas o divorcios en las películas, mi emoción va con que sean capaces de seguir adelante y de rehacer sus vidas, ya sea individualmente o encontrando nuevas y mejores parejas. Mientras iba viendo el film y temiéndome que ese sería el final, mascullaba que muy bien lo tendrían que hacer para que no me causase rechazo esa resolución. Y, en efecto, en este caso, la componenda está conseguida, ya que entiendes que están destinados a estar juntos. Y, sobre todo, porque no se percibe que se conformen o que no hayan sabido dar el paso necesario ni, lo que sería peor aún, que lo hagan por los hijos. Llegas a ver amor real entre ellos y no rutina. La escena de la llamada telefónica en la que él está escondido en el jardín y ella finge pasar un apuro es intensa y funciona muy bien. Me recordó a la secuencia de las langostas de ‘Annie Hall’.
Hablando de eso y aprovechando que he avisado sobre posibles destripamientos de la trama, comento aquí la sorpresa que se da de que el personaje de Emma Stone es la hija. En un principio, durante la escena en la que desea que el patán le pida matrimonio, me pareció que ellos dos formaban un álter ego de los protagonistas. Pero no llegué a esperarme que la joven fuese su retoño y eso que suelo olerme todos los giros. La incógnita está bien guardada y se disimula, principalmente gracias a la escasa diferencia de edad. Lo que sí podríamos debatir es cómo de lícito resulta guardarse esa información o si el efecto que tiene este twist posee algún valor en la historia. A mí particularmente, me gustó, pero puedo entender que se cuestione. (Fin de los spoilers)
Lo único que le reprocharía a ‘Crazy, Stupid, Love’ es que tiene algún momento ñoño, especialmente hacia el final, es decir, que su conclusión tira un poco hacia lo convencional. Sin embargo, no sé si comentar esto como un defecto o más bien como una virtud, ya que, a pesar de que el trasfondo tiene esos tintes, el tono de la película y la forma de actuar de los intérpretes eliminan casi por completo la moñez. Y a eso no se le puede negar el mérito, pues no cualquiera que se lo proponga lo conseguiría. Se estropea hacia el final, como ocurre casi siempre con este tipo de comedias, pero de alguna forma, logra hasta salvar ese rendimiento a lo sentimental, más o menos como lo lograba Hugh Grant en ‘Un niño grande’ cuando debía cantar ‘Killing me Softly’ –lo asesinado era su vida social– ante todo el instituto. El gesto es redomadamente blando, pero la forma de llevarlo a cabo con cierta dignidad, los redime.
Quizá el ocho sobre diez es exagerado y merecería más bien un siete, entre esas dos calificaciones me debato. Pero de lo que no hay duda es de que el film me ha sorprendido gratamente. ‘Crazy, Stupid, Love’ es entretenida y muy refrescante y consigue asombrar con cada uno de sus momentos, en los que los diálogos insólitos y los comportamientos inesperados se van turnando. Los actores resultan elecciones excelentes para cada uno de los papeles y aportan, no solo vis cómica en todos los casos, sino también una gran facilidad para empatizar con sus personajes.
Otra crítica en Blogdecine | ‘Crazy, Stupid, Love’, la estúpida locura del amor, de Alberto Abuín.
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